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viernes, 3 de enero de 2020

Reconozcamos en verdad lo que nos está diciendo Juan de Jesús, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo



Reconozcamos en verdad lo que nos está diciendo Juan de Jesús, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo

1Juan 2, 29-3, 6; Sal 97; Juan 1, 29-34
Le habían venido a preguntar a Juan, como escuchábamos ayer, ‘Tú ¿quién eres?’ ‘¿Por qué bautizas?’ El no era el Mesías ni se consideraba un profeta. Sólo sabía una cosa, era el que habían anunciado los profetas que saldría a preparar los caminos del Señor, ya puede afirmar que en medio de ellos está aunque no lo conocen. Los que habían venido a preguntar no encuentran respuestas satisfactorias.
Hoy vemos como de una forma concreta ya señala a Jesús, que viene hacia él como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Está señalando en Jesús que en El se cumplen las profecías, que es el enviado de Dios, que El sí es el verdadero cordero pascual. Hasta ahora habían comido el cordero de la pascua como un recuerdo de la pascua pasada. Ahora llegaba el verdadero cordero pascual que iba a ser inmolado, que nos traería el perdón, la vida, la salvación.
Y él puede dar testimonio, porque allá en su corazón había sentido la revelación de Dios. ‘Yo no lo conocía, les dice, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel’ y manifiesta claramente la revelación que él ha recibido. ‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’. Como comprendemos fácilmente estas palabras del bautista fueron pronunciadas después de aquella teofanía del Jordán cuando Jesús quiso ser bautizado por Juan.
Escuchamos hoy toda una revelación de quien es Jesús, aquel niño que hemos contemplado estos días recién nacido en Belén, envuelto en pañales y recostado en un pesebre. Hemos contemplado toda la humanidad de Jesús, pero ahora estamos contemplando su gloria, ahora se nos está diciendo que es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo, que es el Hijo de Dios. Y Juan da testimonio de todo ello. Un momento propicio para renovar toda nuestra fe en Jesús.
Nos acostumbramos a las palabras, nos acostumbramos a lo que expresamos y decimos cuando hacemos una profesión de fe, pero no siempre somos totalmente conscientes de lo que decimos o expresamos; lo decimos y repetimos y el peligro está en que lo convirtamos en una rutina. Es necesario detenernos, reflexionar, motivamos bien cuando vamos a hacer una profesión de fe, abrirnos a la acción del Espíritu para dejarnos conducir por El y encontrarle todo su sentido a las palabras que decimos.
De tantas formas decimos en la liturgia y tantas veces repetimos que al final se puede quedar en palabras que decimos, pero que no es realmente algo que llevamos en el corazón. ‘Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo’, decimos muchas veces en una celebración de la eucaristía, así textualmente o con su sentido. Pero ¿somos conscientes de ello? Porque algunas veces quitamos ese concepto de pecado de nuestra vida; todo nos parece bueno, nada es pecado, nos parece una palabra o un concepto de otro tiempo que hoy no pueda tener sentido. Pero ahí está el pecado en nuestra vida de tantas maneras.
Y es la ausencia de Dios con que vivimos o es el orgullo de nosotros mismos creernos como dioses; no aceptamos lo que Dios nos propone como norma o plan para nuestra vida y queremos construirla por nuestro lado o a nuestra manera. Y entonces rechazamos sus mandamientos, no les hacemos caso, no les tenemos en cuenta, olvidándonos así del camino de Dios, dejando, entonces, que el mal se meta en nuestro corazón.
Vamos a reconocer hoy lo que nos está diciendo Juan de Jesús, es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. No solo viene a recordarnos Jesús lo que son los caminos de Dios – no ha venido a anular la ley de Dios, nos dirá en su momento – sino a sacarnos de ese pozo en el que nos metemos cuando olvidamos la ley de Dios, de ese pozo de nuestro pecado. Y El es nuestro único salvador.

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