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jueves, 2 de enero de 2020

En la misión profética de Juan hemos de saber descubrir también cuál es nuestra misión profética en medio del mundo


En la misión profética de Juan hemos de saber descubrir también cuál es nuestra misión profética en medio del mundo

1Juan 2, 22-28; Sal 97; Juan 1, 19-28
‘Tú, ¿quién eres?’ fue la pregunta que vinieron a hacerle a Juan Bautista cuando estaba en el desierto junto al Jordán predicando y bautizando. Preguntaban por su identidad - ¿Era un profeta? ¿Era el Mesías? – y por las razones o motivos de lo que hacía. ¿Por qué haces lo que estás haciendo?
¿Quién eres tú para hacer o para decir lo que haces o lo que nos dices? ¿Quién te crees que eres? ¿Quién te ha dado autoridad, quien te ha dado velas para meterte en esto?  Son quizá preguntas y recriminaciones que nos hacemos los unos a los otros; cuando nos dicen lo que no nos gusta, cuando nos ponen el dedo en la llaga, cuando nos señalan que las cosas se pueden hacer de otra manera, cuando nos dicen que andamos equivocados porque ellos tienen otra manera de pensar o de plantearse las cosas, nos preguntamos por su autoridad, quién les ha dado velas en este entierro.
Nos sucede en muchos ámbitos. Hoy todos queremos tener razón, o que las cosas se hagan según nuestro parecer, y todo el que hace otra cosa porque tiene otros planteamientos o es un 'carca', o está loco y no sabe lo que hace, y nos inventamos no sé cuantas descalificaciones. Así andamos por la vida que nos cuesta buscar acuerdos porque las cosas se hacen como yo digo o no se hacen, y no terminamos de buscar puntos de entendimiento. Por grandes que sean los desacuerdos siempre puede haber algo en lo que nos podemos acercar si en verdad estamos buscando el bien, no un bien personal o particular, sino el bien común de nuestra sociedad.
Lo vemos en la vida social y lo vemos en la vida política y lo podemos ver en nuestros ámbitos comunitarios más cercanos incluso en la vida religiosa, o en nuestras comunidades cristianas. Y cuando creemos que tenemos la sartén por el mango vamos de avasalladores y destruimos todo lo bueno que otros hayan podido realizar, simplemente porque no fuimos nosotros los que tuvimos la iniciativa. Y esto es preocupante, porque no es ninguna forma de construir en positivo, sino solo lo hacemos desde un partidismo. Lástima es que no aprendamos de hechos pasados, de las lecciones de la historia, incluso de los fracasos que hayamos podido tener o que otros han tenido, siempre habría una lección que deducir, pero no lo hacemos. Es una tarea bien costosa pero que habría que intentarlo son sinceridad y por responsabilidad.
Cuando uno contempla la vida de cada día y queremos tener una visión nueva y distinta la Palabra de Dios que escuchamos nos abre a muchas reflexiones en todos los aspectos de la vida. Hoy hemos partido de aquellas suspicacias que tenían los dirigentes de Jerusalén ante la aparición de Juan junto al Jordán anunciando que los tiempos están ya cercanos y que hay que preparar la venida del Señor. Por eso viene a preguntarle por su autoridad y por su identidad. Y Juan les señala que ya en medio de ellos está al que no conocen pero que es la verdad el que viene a liberar a Israel.
Creo que esta misión profética de Juan tendríamos ver también cual es nuestra misión profética en medio del mundo. El venía a señalar al que había de venir y ya está en medio de ellos, y nosotros también tenemos esa misión. La misión del cristiano siempre es una misión profética de anuncio con la palabra y con el testimonio de nuestra vida. Nos cuesta entenderlo y asumirlo, porque en ocasiones nos llenamos quizá de miedos. Les cuesta al mundo que nos rodea aceptar nuestro testimonio y nuestra palabra y también nos preguntarán por nuestra autoridad; nuestras obras han de dar fe del testimonio que damos, y nuestra autoridad nos viene de nuestra unción bautismal que con Cristo nos hace sacerdotes, profetas y reyes. Gustará o no gustará, pero el testimonio de Jesús y del evangelio tenemos que darla frente al mundo.

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