No tengamos miedo a decir gracias, tener una palabra de gratitud o un gesto de humildad y también de humanidad manifestando la grandeza de nuestro corazón
Sabiduría 6, 1-11; Salmo 81; Lucas 17,11-19
Hay gestos en la vida que a pesar de su simplicidad y sencillez sin embargo manifiestan en verdad nuestra grandeza y lo que son nuestros valores humanos. Una simple mirada de gratitud, una sencilla palabra como decir ‘gracias’, una sonrisa en la que hablan nuestros ojos sin necesidad de mediar palabra; un gesto de gratitud que es al mismo tiempo un gesto de humildad, porque cuando decimos gracias es porque sentimos en lo más hondo de nosotros mismos que no merecíamos aquello que con generosidad el otro nos ha ofrecido y de alguna manera nos sentimos en deuda; una palabra de gratitud no paga nada pero muestra nuestra humildad y nuestra humanidad.
Algunas veces nos cuesta decirla cuando nos quedan restos de orgullo y de amor propio, cuando aún mantenemos la autosuficiencia de que nos valemos por nosotros mismos sin necesidad de nadie y queremos seguir manteniendo las distancias porque nos creemos merecedores de todo. Y es algo tan sencillo de decir o de manifestar cuando de verdad somos humildes. Podemos ser muy cumplidores y hacer todas las cosas de la mejor manera que sabemos hacerlo, pero si nos falta esa humildad nos está faltando humanidad. Muchas cosas más podríamos seguir reflexionando hasta convencernos de verdad que tenemos que ser agradecidos y mostrarlo. Aprendamos a bajarnos de nuestros pedestales. A veces vamos tan engreídos que nos olvidamos o nos cuesta pronunciar esa palabra. Algunas veces es una cuenta que tenemos pendiente.
Es lo que hoy nos está enseñando el evangelio. Es el relato que se nos hace; mientras iban de camino en su subida a Jerusalén, en esta ocasión van atravesando Samaria, de lejos un grupo de leprosos que saben del paso de Jesús, sin atreverse a acercarse porque la ley se los impedía, gritan suplicando que Jesús tenga compasión de ellos. ¿Cuál va a ser la respuesta de Jesús? No es insensible Jesús al sufrimiento de los demás y los milagros son un signo de esa liberación que Jesús nos ofrece. Les envía para que se presenten a los sacerdotes que certificando su sanción les permitan volver a sus casas. Así estaba prescrito y es lo que Jesús les pide realizar.
Suponemos la alegría de poder volver a encontrarse con los suyos y la prontitud con que correrían para tener las correspondientes autorizaciones. Mientras van de camino se dan cuenta de que están curados. Están realizando lo prescrito en los protocolos correspondientes. Pero a uno de ellos no le preocupa ahora esos protocolos, se siente curado y sabe que es Jesús el que lo ha curado; para él es más importante en ese momento el volver atrás hasta donde está Jesús para decir gracias. Reconocían en su petición que Jesús podía hacer algo por ellos, reconoce ahora este hombre que verdaderamente Jesús ha hecho algo por ellos porque los ha curado. Viene a postrarse ante Jesús. ¿Y los otros nueve dónde están?
¿Dónde estamos nosotros?, sería la pregunta que tendríamos que hacernos. Sí, es nuestra gratitud a Dios de quien todo lo recibimos; así lo expresamos con nuestra fe, con nuestras súplicas y con nuestra acción de gracias. Esa tendría que ser nuestra auténtica oración, cada día, cada momento. Ese tendría que ser el sentido de nuestras celebraciones donde tendríamos que manifestar y cantar el gozo de la salvación que de Jesús recibimos. Pero ¿realmente son así nuestras celebraciones?
No es muchas veces la alegría lo que mejor expresamos de hecho en nuestras celebraciones que parecen aburridas en la mayoría de los casos y parece que estamos deseando que terminen para salirnos a irnos a nuestras cosas. ¿Acaso estamos realmente compartiendo con los que están con nosotros en la celebración esas cosas concretas por las que en ese momento damos gracias a Dios? Mucho tendríamos que revisar, un nuevo sentido de vida tendríamos que darle.
Pero no nos quedemos en eso, sino vayamos al día a día de nuestra vida, ahí en lo que son nuestras relaciones familiares, lo que es el trato con los amigos, lo que es la relación con los que estamos haciendo el mismo camino de la vida, vecinos, compañeros de trabajo, personas con las que nos cruzamos por la calle o compartimos un mismo transporte, ¿cuántas veces les decimos gracias? Y en cada uno de esos aspectos o situaciones seguro que tenemos muchos motivos para dar gracias, para ser agradecidos, para tener una palabra amable, para regalar el gesto de nuestra sonrisa. No vayamos de engreídos por la vida.