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miércoles, 24 de septiembre de 2025

No nos puede faltar la alegría de la fe para que el Evangelio siga siendo buena noticia que anunciar y curar la enfermedad de nuestro mundo

 


No nos puede faltar la alegría de la fe para que el Evangelio siga siendo buena noticia que anunciar y curar la enfermedad de nuestro mundo

Esdras 9, 5-9; Salmo Tb. 13; Lucas 9,1-6

¿Seremos capaces de echarnos a la calle para comunicar una buena noticia que hemos recibido a quienes nos vayamos encontrando, o llamar a la puerta de nuestros vecinos para hacerlos participes de esa alegría que hemos recibido?

Recuerdo en mi niñez que en mi tierra eran tiempos de emigración a Venezuela y las cartas de los familiares algunas veces tardaban en llegar, ver la alegría de mi madre cuando recibía noticias de los hijos que tenía en Venezuela entonces cuando recibía una carta y cómo buscaba la manera de compartir con las vecinas cercanas la alegría de las noticias recibidas. Hoy tenemos mejores medios de comunicación pero somos conscientes que de aquellas cosas que nos interesan bien que estamos al tanto de comunicar cualquier cosa buena que nos sucede a nuestros amigos a través de las redes sociales.

Pero ¿seremos tan prontos para compartir lo que nos alegra el alma y la experiencia de nuestra fe a los demás? Creo que es algo en lo que tenemos que pararnos a pensar, porque somos capaces de hablar de todas las cosas habidas y por haber, pero transmitir esos sentimientos del alma, esa parte de nuestra vida que es nuestra fe, parece que queremos dejarlo siempre en lo secreto y no tenemos la valentía de transmitirlo a los demás.

¿Cuándo hablamos de nuestra fe a los demás? Reconozcamos que vamos a Misa los domingos junto con otros cristianos y cuando salimos hablaremos de un montón de cosas que nos habrán sucedido recientemente o en la semana, pero comentar el evangelio que hemos escuchado es algo que se queda en el saco escondido, lo mismo que cuando llegamos a casa después de una celebración que estamos más pendientes de cualquier tarea o cosas que tengamos que hacer en el día, pero no de compartir aquella experiencia de fe que hemos vivido en la celebración. Con qué intensidad lo habremos vivido, quizás tendríamos que preguntarnos o si acaso ha sido un rito más que por rutina no queremos dejar de hacer pero sin implicación en la vida. ¿Habrá cobardía a la hora de dar testimonio de nuestra fe?

Escuchemos lo que nos dice el evangelio. Los discípulos de Jesús ‘se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes’. Eran parte de aquel grupo de los que seguía a Jesús; pero hoy el evangelio nos habla de cómo Jesús escogió a doce ‘les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades’ haciéndoles unas recomendaciones de cómo habían de actuar, y ‘los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos’ e inmediatamente se pusieron en camino.

Era algo que habían de realizar con humildad y con disponibilidad; no eran los medios materiales en lo que habían de apoyarse, solo un bastón para el camino, les dice, ni pan en las alforjas y ni dinero en el bolsillo; era solo la fuerza de la Palabra que proclamaban y la disponibilidad de un corazón lleno de amor. ¡Cuantos preparativos nos hacemos muchas veces y en ello se nos va nuestro tiempo y nuestra vida, y al final nos quedamos en casa! ¿Nos estará faltando la alegría de la fe?

Algo nos está fallando a los cristianos hoy cuando el evangelio parece que ya no es buena noticia que tengamos que comunicar. Es más, algunas veces cuando lo oímos nos lo damos por sabido y no lo sentimos como esa buena noticia que hemos de recibir en el hoy de nuestra vida. Si no nos dejamos sorprender por el evangelio en cada momento de nuestra vida parece que ya nada tenemos que comunicar, que trasmitir, que anunciar. ¡Cuánto nos cuesta ponernos en camino! Pero ese mundo enfermo ahí lo tenemos esperando quien lo sane, ese mundo aburrido y cansado porque no recibe buenas noticias que le levanten el animo ahí está a nuestro alrededor y parece que tenemos miedo de ir hasta él.

¿Cuándo nos vamos a despertar los cristianos? ¿Cuándo iremos por el mundo curando enfermos al llevar la buena noticia de Jesús? ¿Cuándo el evangelio va a ser una buena noticia que nos llene de alegría y contagie a nuestro mundo? Muchos medios tenemos en nuestras manos para realizarlo. Pongámonos en camino.

 


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