Claramente
nos dirá Jesús que es la verdadera luz de nuestro mundo, aunque las tinieblas
pretendan devorarla, a El tenemos que acudir, de El nos tenemos que dejarnos
alumbrar
Esdras 1,1-6; Salmo 125; Lucas 8,16-18
La luz, qué necesaria es. Cómo nos
ponemos de incómodos cuando nos falta la energía y nos quedamos a oscuras de
noche en la casa. Pronto buscamos sustitutos de esas lámparas que no iluminan
por la falta de energía, y en consecuencia vendrás las reclamaciones, ha
significado quizás una pérdida de beneficios o simplemente no soportamos que no
haya luz; lo mismo nos sucede cuando tenemos que enfrentarnos a un camino
oscuro y tenebroso en la noche que no tiene unas luminarias que nos ayuden a
encontrar el camino. Cada vez que hay un apagón cuantas son las protestas de
todo tipo que se levantan.
Pero, ¿es solo esa luz la que nos
importa? Creo que en ocasiones andamos un tanto desorientados en ese tema de la
luz, porque de las únicas luces de las que nos preocupamos es de la que nos
pueda dar una lámpara encendida en nuestra casa o en nuestros caminos. Sin
embargo, en muchas cosas andamos a oscuras, no nos importa la falta de luz, nos
buscamos nuestros sustitutos para esas carencias pero siempre serán luces que
nos puedan llevar al engaño y pudieran incluso desestabilizar nuestra vida.
¿Tenemos claros los caminos que hemos
de andar en la vida? ¿Buscamos un verdadero sentido a lo que hacemos para que
nos lleve a una plenitud de vida? ¿Nos dejaremos en ocasiones envolver por
tinieblas porque no ponemos el empeño necesario para encontrar ese sentido de
nuestra vida? Algunas veces parece que los fuegos fatuos son los que nos llaman
la atención desde la superficialidad con que vivimos la vida. Andamos a oscuras
en la vida porque aquellas luces que nos van apareciendo junto a nuestro camino
tratamos quizás de cubrirlas con nuestras vanidades y apariencias, con nuestro
orgullo que nos hace creernos que estamos por encima de quien nos puede dar la
verdadera luz, con nuestros entretenimientos superficiales que nos distraen y
nos confunden, o con ese materialismo de la vida que nos impide levantar
nuestra mirada a otros niveles que nos den mayor plenitud a nuestra existencia.
Pero quizás en esas cosas no queremos
pensar, nos hemos acostumbrado a nuestras sombras que nos parece que no
necesitamos otra luz, o nos dejamos arrastrar por la primera luz que aparezca
aunque esté llena de confusiones; los oropeles de la vida nos confunden con sus
brillos fatuos y ni queremos pensar donde podemos encontrar esa verdadera luz.
En esto nos quiere hacer pensar Jesús.
Y mira que nos dice que nos pensemos bien las cosas, que analicemos bien lo que
escuchamos o las distintas propuestas que de un lado o de otro de la vida vamos
recibiendo. ‘Mirad, pues, cómo oís’, nos está diciendo. Porque suenan
sonidos en nuestro entorno y no llegamos ver cual es el autentico. Nos está
invitando Jesús a abrir bien nuestros oídos para que sepamos de quien en verdad
nos podemos confiar. Hemos de saber buscar lo que de verdadera plenitud y
sentido a nuestra vida. No son remiendos lo que necesitamos; de nada nos ayuden
las luces que pronto se agotarán por falta de verdadero combustible, de nada
nos vale tener una luz pero tenerla escondida. Hemos de calibrar bien nuestros oídos
para escuchar lo que el Señor tiene que decirnos, aunque no nos gusta en
ocasiones porque nos pone el dedo en la llaga, y eso no gusta, porque nos
duele, porque tenemos que reconocer nuestras oscuridades y nuestros errores.
Claramente nos dirá que El es la
verdadera luz de nuestro mundo, aunque las tinieblas pretendan devorársela. A
El tenemos que saber acudir, de El nos tenemos que dejar alumbrar, en El vamos
a encontrar ese aceite que nos mantenga para siempre la lámpara encendida. Es
lo que tenemos que buscar, es lo importante para nuestra vida. Sepamos
encontrarlo. Y además nos está diciendo Jesús que nuestra luz tiene que estar
bien colocada para que todos los que entren puedan estar iluminados, encontrar
esa luz.
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