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domingo, 14 de septiembre de 2025

Un regalo de amor que Dios nos hace, una luz para nuestras oscuridades, un sentido para nuestra cruz de dolor y sufrimiento, una puerta de salvación

 


Un regalo de amor que Dios nos hace, una luz para nuestras oscuridades, un sentido para nuestra cruz de dolor y sufrimiento, una puerta de salvación

Números 21, 4b-9; Salmo 77; Filipenses 2, 6-11; Juan 3, 13-17

Dos pensamientos como interrogantes me vienen a la mente ante la celebración de este día. Por una parte ¿a quién le gusta la cruz? Sé que muchos fácilmente me responden hablando de su significado religioso conforme a una tradición que hemos seguido desde siglos, podríamos decir; pero hagámonos la pregunta de una forma cruda, ¿a quien le gusta el sufrimiento, la muerte, el dolor, y todas las consecuencias de ignominia incluso que trae consigo una cruz?

Todos rehuimos el sufrimiento, le tememos a la muerte, no nos gusta vernos condenados porque seamos ignorados por los demás o porque tengamos que cargar con el sambenito de algo que echan sobre nosotros. Sabemos que para algunos incluso pudiera sonar a una incongruencia el hablar tanto de la muerte y de la cruz, y sé que en ciertos ambientes incluso se rehuye el hablar del tema, se evita a los niños, los jóvenes lo ignoran, etc., etc.…

La otra cuestión que me viene a la mente está en preguntar sobre quien es capaz después de haber recibido el rechazo de alguien además quizás hasta de una forma violenta, luego es capaz de hacer los mejores regalos a esa persona que tanta ignominia, por ejemplo, ha cargado sobre ella. ¿Qué pensaríamos de una persona que tuviera esa forma de actuar? Algunos dirían, incluso, que eso es una locura, a quien me hizo daño o me rechazó hacerle los mejores regalos. Con lo fáciles que somos para tener reacciones de rencor y resentimiento, para dejar de hablar de forma fulminante con quien creemos que nos ha hecho daño, de cómo ignoramos inmediatamente a esas personas y las alejamos de nuestra vida. Estamos viendo continuamente esa acritud y resentimientos que se manifiestan de tantas maneras en nuestra sociedad.

¿Podríamos, entonces, llegar a entender en toda profundidad lo que hoy se nos dice en la Palabra de Dios? Rechazamos a Dios y Dios viene en nuestra búsqueda con los mejores regalos de amor. Rechazamos a Dios, sí, en esa negación de Dios que hacemos en la práctica de nuestra vida; está ese rechazo de Dios, de todo lo que tenga un sentido religioso que contemplamos hoy en nuestra sociedad; rechazo de Dios es esa inhumanidad con la que vivimos que no solo es el olvido, la forma con que nos ignoramos los unos a los otros, que de alguna forma es un alejarnos del principios del evangelio que de alguna manera a través de los siglos habíamos querido que fuera el fundamento de nuestra sociedad, que por eso mismo la llamábamos cristiana; claro que pensamos también en todos los que luchan directamente contra todo lo que tenga un sabor cristiano o religioso queriendo imponer una sociedad pagana en el hoy de nuestro mundo. Estamos haciendo desaparecer de nuestras calles incluso todo lo que sea un signo religioso o tenga un sabor cristiano. Es una realidad que tenemos ahí ante nosotros.

Pero aquí es donde tenemos que escuchar el mensaje de la cruz y el mensaje que hoy quiere transmitirnos la Palabra de Dios. El amor de Dios no nos falla, Dios sigue amando al hombre y al mundo a pesar de nuestro rechazo; Dios sigue ofreciéndonos el mejor regalo que es su amor y que se nos manifiesta precisamente en Jesús y en su muerte en la cruz.

Esa cruz que por una parte nos puede representar todo lo que es el dolor del hombre, de una humanidad rota y destrozada; una cruz que nos manifiesta y nos recuerda sufrimientos y muerte, nos recuerda la inhumanidad con que vivimos y nos seguimos matando los unos a los otros con nuestras guerras y nuestra destrucción, que muchas veces concretamos demasiado fácilmente en estos focos calientes de muerte y destrucción de los que con tanta intensidad nos hablan los medios de comunicación, pero que es también esa violencia con que nos tratamos los unos a los otros, con esa violencia con la que algunas veces nos queremos manifestar en contra de la violencia de la guerras - ¿en qué nos diferenciamos? -, esa violencia de gestos y palabras con las que nos queremos desprestigiarnos los unos a los otros y hasta destruirnos.

Pero la cruz quiere decirnos algo más, porque a nosotros nos habla de amor y de grano de trigo enterrado para hacer germinar la planta de una vida nueva. Por eso cuando hoy nosotros contemplamos la cruz al mismo tiempo recordamos ese regalo de amor que Dios quiere hacernos, a pesar de nuestros rechazos, o a pesar de tanta búsqueda de muerte en la que estamos andando en nuestra vida.

Hoy nos lo ha dicho el evangelio cuando nos narra ese episodio de aquel hombre que desde su noche acudió a Jesús y en Él descubrió lo que era el germen de verdad de una vida nueva. Había que nacer de nuevo le decía Jesús a Nicodemo, aunque a este en principio le costará entenderlo. Pero ahí está la Palabra que nos habla de ese amor de Dios, que tanto ama a ese mundo oscuro que ha preferido las tinieblas a la luz que le envía el mejor regalo de amor, porque nos entregó a su Hijo.

Y esto es lo que tenemos que contemplar en la cruz, esto es lo que hace que hoy la celebramos en esta fiesta de la Exaltación de la santa Cruz. Por en esa cruz está un nombre sobre todo nombre, como decía el Apóstol San Pablo. Y como continuaba diciéndonos ‘al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor!, para gloria de Dios Padre’. Así nos diría el evangelio, ‘porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por Él’.

Encontramos así respuesta a aquellos interrogantes que nos hacíamos al principio. No es muerte, sino que es vida; no es condenación sino salvación. Es el regalo que Dios sigue haciéndonos y que así se nos manifiesta. Es el recuerdo permanente que ante nuestros ojos tenemos, no de una forma mágica, sino como un camino exigente que nos hace entrar en una senda nueva y que nos lleva a una vida nueva.

Es una luz para nuestras cruces y sufrimientos, que levanta las oscuridades que nos aparecen de una forma o de otra en nuestra vida y nos hacen encontrar un sentido incluso al sufrimiento y a la muerte. Nos detenemos quizás con temblor ante esa cruz que se nos presenta en la vida y que no siempre entendemos, pero en Jesús encontramos respuesta, en Jesús nos llenaremos de nuevo de paz.


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