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sábado, 27 de abril de 2024

Dejémonos iluminar por la luz de Jesús para disipar las dudas y tinieblas, metiéndonos en el corazón de Cristo para introducirnos de verdad en el misterio de Dios

 


Dejémonos iluminar por la luz de Jesús para disipar las dudas y tinieblas, metiéndonos en el corazón de Cristo para introducirnos de verdad en el misterio de Dios

Hechos de los apóstoles 13, 44-52; Salmo 97; Juan 14, 7-14

No siempre nos es fácil conocer a las personas, no terminamos de conocerlas. Por muy amigos que seamos, por muy fuertes que sean las relaciones familiares o la convivencia que realicemos con esa persona, siempre hay algo en ella que no terminamos de captar, de conocer. Y estoy hay que reconocerlo con humildad aunque nos cueste, porque nos creemos muy autosuficientes y conocedores de todos, pero siempre hay algo en su interior, en el misterio de su vida que nos queda como velado. No significa que sea imposible o que eso nos impida entrar en relación con el otro, pero es una tarea, diríamos, que nunca se acaba, y que con respeto aceptamos y con respeto siempre nos acercamos al  otro.

Los discípulos llevaban mucho tiempo con Jesús desde que lo conocieron y un día sintieron la llamada de Jesús para estar con El. A ellos Jesús de manera especial se les manifestaba, los llevaba en muchas ocasiones a lugares lejos del barullo de la gente para que estuvieran con El y lo conocieran; a ellos de manera especial les explicaba lo que antes en parábolas les había dicho a las multitudes; Jesús les iba descubriendo su misterio, el misterio de Dios. Un día Jesús había de confiar en ellos para enviarlos por el mundo para hacer el anuncio de su buena nueva de salvación.

Pero también nos damos cuenta que en muchas ocasiones los discípulos no terminaban de entender lo que Jesús les decía; por mucho que les hablara del servicio como sentido de sus vida, ellos seguían pensando en grandezas y quien era el que iba a ocupar el lugar más importante en aquel Reino que Jesús estaba anunciando: significaba que ni acababan de conocer a Jesús ni de entender el sentido del Reino de Dios anunciado por Jesús.

Y Jesús con paciencia les explica una y otra vez. Así les había sucedido en los anuncios que hacía del sentido de su subida a Jerusalén que cuando hablaba de pasión y de muerte, porque sería entregado en manos de los gentiles, querían quitarle esas ideas de la cabeza. Ya vemos lo que luego sucedería cuando llegara ese momento, se dispersaron, huyeron y se escondieron.

No nos extrañe lo que hoy nos dice el evangelio. Estamos ya en los momentos cruciales y decisivos, donde va a comenzar la pasión. Es en aquel dialogo de Jesús con ellos después de la cena pascual antes de irse a Getsemaní. Jesús les está revelando el misterio más hondo de su ser, cuando les habla de su unión con el Padre, porque el Padre y El son una misma cosa. Pero no entienden. Les había hablado de Dios y les había enseñado a llamar Padre a Dios, pero ahora nos vienen a decir que aun no conocen a Dios, que aun no conocen al Padre del que Jesús les está hablando.

‘Muestranos al Padre y será suficiente’, le dice Felipe a Jesús. Y es cuando Jesús reacción. ‘Tanto tiempo con vosotros ¿y aún no me conocéis? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú, muéstranos al padre?’. Y seguían sin entender.

El era el Verbo, la Palabra de Dios por quien todo nos ha sido revelado, como nos diría san Juan desde el principio del Evangelio. Era la Palabra que se convertía en luz para nuestra vida. Era la Palabra que nos revelaba el misterio de Dios y por quien conoceríamos a Dios. Era el rostro de misericordia de Dios que se manifestaba en las obras de Jesús. ‘Creed en mis obras’, viene a decirles, contemplad mis obras y contemplaréis a Dios.

Pero la tiniebla seguía oscureciendo sus mentes. La tiniebla quería ocultar la luz, y ellos no terminaban de salir de esas tinieblas; nosotros, tenemos que reconocer, no terminamos de salir de esas tinieblas. Y por eso nos vienen las dudas y los miedos, por eso seguimos con nuestros apegos y nuestras rutinas, por eso no terminamos de abrirnos al misterio de Dios, de abrir nuestro corazón a los caminos del amor.

¿Dejaremos un día iluminarnos por su luz? ¿Llegaremos a meternos en el corazón de Cristo para introducirnos totalmente en el misterio de Dios?

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