Dejémonos
iluminar por la luz de Jesús para disipar las dudas y tinieblas, metiéndonos en
el corazón de Cristo para introducirnos de verdad en el misterio de Dios
Hechos de los apóstoles 13, 44-52; Salmo 97;
Juan 14, 7-14
No siempre nos es fácil conocer a las
personas, no terminamos de conocerlas. Por muy amigos que seamos, por muy
fuertes que sean las relaciones familiares o la convivencia que realicemos con
esa persona, siempre hay algo en ella que no terminamos de captar, de conocer.
Y estoy hay que reconocerlo con humildad aunque nos cueste, porque nos creemos
muy autosuficientes y conocedores de todos, pero siempre hay algo en su
interior, en el misterio de su vida que nos queda como velado. No significa que
sea imposible o que eso nos impida entrar en relación con el otro, pero es una
tarea, diríamos, que nunca se acaba, y que con respeto aceptamos y con respeto
siempre nos acercamos al otro.
Los discípulos llevaban mucho tiempo
con Jesús desde que lo conocieron y un día sintieron la llamada de Jesús para
estar con El. A ellos Jesús de manera especial se les manifestaba, los llevaba
en muchas ocasiones a lugares lejos del barullo de la gente para que estuvieran
con El y lo conocieran; a ellos de manera especial les explicaba lo que antes
en parábolas les había dicho a las multitudes; Jesús les iba descubriendo su
misterio, el misterio de Dios. Un día Jesús había de confiar en ellos para
enviarlos por el mundo para hacer el anuncio de su buena nueva de salvación.
Pero también nos damos cuenta que en
muchas ocasiones los discípulos no terminaban de entender lo que Jesús les
decía; por mucho que les hablara del servicio como sentido de sus vida, ellos seguían
pensando en grandezas y quien era el que iba a ocupar el lugar más importante
en aquel Reino que Jesús estaba anunciando: significaba que ni acababan de
conocer a Jesús ni de entender el sentido del Reino de Dios anunciado por Jesús.
Y Jesús con paciencia les explica una y
otra vez. Así les había sucedido en los anuncios que hacía del sentido de su subida
a Jerusalén que cuando hablaba de pasión y de muerte, porque sería entregado en
manos de los gentiles, querían quitarle esas ideas de la cabeza. Ya vemos lo
que luego sucedería cuando llegara ese momento, se dispersaron, huyeron y se
escondieron.
No nos extrañe lo que hoy nos dice el
evangelio. Estamos ya en los momentos cruciales y decisivos, donde va a
comenzar la pasión. Es en aquel dialogo de Jesús con ellos después de la cena
pascual antes de irse a Getsemaní. Jesús les está revelando el misterio más
hondo de su ser, cuando les habla de su unión con el Padre, porque el Padre y
El son una misma cosa. Pero no entienden. Les había hablado de Dios y les había
enseñado a llamar Padre a Dios, pero ahora nos vienen a decir que aun no
conocen a Dios, que aun no conocen al Padre del que Jesús les está hablando.
‘Muestranos al Padre y será
suficiente’, le dice Felipe a Jesús.
Y es cuando Jesús reacción. ‘Tanto tiempo con vosotros ¿y aún no me
conocéis? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú, muéstranos
al padre?’. Y seguían sin entender.
El era el Verbo, la Palabra de Dios por
quien todo nos ha sido revelado, como nos diría san Juan desde el principio del
Evangelio. Era la Palabra que se convertía en luz para nuestra vida. Era la
Palabra que nos revelaba el misterio de Dios y por quien conoceríamos a Dios.
Era el rostro de misericordia de Dios que se manifestaba en las obras de Jesús.
‘Creed en mis obras’, viene a decirles, contemplad mis obras y
contemplaréis a Dios.
Pero la tiniebla seguía oscureciendo
sus mentes. La tiniebla quería ocultar la luz, y ellos no terminaban de salir
de esas tinieblas; nosotros, tenemos que reconocer, no terminamos de salir de
esas tinieblas. Y por eso nos vienen las dudas y los miedos, por eso seguimos
con nuestros apegos y nuestras rutinas, por eso no terminamos de abrirnos al
misterio de Dios, de abrir nuestro corazón a los caminos del amor.
¿Dejaremos un día iluminarnos por su
luz? ¿Llegaremos a meternos en el corazón de Cristo para introducirnos
totalmente en el misterio de Dios?
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