Aprendamos
a hundir nuestras raíces en Jesús y en el evangelio y podremos dar fruto en
abundancia
Hechos de los Apóstoles 9, 26-31; Sal. 21; 1Juan
3, 18-24; Juan 15, 1-8
Una vez escuche a alguien con más buena
voluntad que conocimiento que aquel árbol tan frondoso era una pena que se le
cortaran ramas, pues, pensaba él, que cuantas más ramas tuviera más cantidad de
fruto produciría, y que eso era lo importante. Pero por el contrario está la
sabiduría del agricultor que nos dice que no, que es necesario realizar una
poda, porque hay ramas que son como chupones y que más que darnos buenos
frutos, lo que harán es mermar la fuerza de la planta para que en su lugar y en
su momento nos produzca los mejores frutos.
Nos puede pasar en muchos aspectos de
la vida, donde nos multiplicamos en actividades por un lado y por otro y al
final nada atendemos bien y tendríamos que saber discernir en todo momento qué
es lo importante, a qué tendría que dedicarme con mayor intensidad, aunque
tenga que dejar a un lado algunas cosas, algunas ideas incluso que nos pueden
parecer muy buenas. Es el necesario discernimiento de la vida que tenemos que
realizar con buen criterio. Centrarnos en lo que es lo principal, alimentar también
nuestra vida con aquello que nos dé verdadera profundidad y valor.
Hoy en el evangelio Jesús nos está
proponiendo estas imágenes del sarmiento que tenemos que cuidar, que ha de
mantenerse bien unido a la vid para que tenga vida, o de aquellos sarmientos
que tenemos que saber podar de nuestra existencia para que no haya nada que nos
merme esa vitalidad.
‘Yo soy la verdadera vid, y mi Padre
es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el
que da fruto lo poda, para que dé más fruto… Como el sarmiento no puede dar
fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en
mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada’.
Qué importante escuchar estas palabras
de Jesús y hacerlas vida nuestra. Tenemos que dar fruto, pero no podemos dar
fruto si no permanecemos unidos a Jesús. Es nuestro gran problema, el activismo
con que vivimos la vida. Es cierto que tenemos que comprometernos, que no
podemos vivir aislados de los problemas de la vida y del mundo y ahí tenemos
que poner nuestra mano. Es mucho lo que tenemos que hacer, pero tenemos que
darnos cuenta de que no podemos dar fruto si no permanecemos unidos a Jesús.
Significa como tenemos que crecer en
una espiritualidad que hunda sus raíces en Jesús. Si lo descuidamos iremos de
vacío por la vida, y cuando vamos de vacío no tenemos de donde sacar la energía
que necesitamos. Es la gasolina, son los aceites que no vemos en el motor de un
coche, pero que sin ellos ni el coche podría caminar ni podría funcionar, mas
bien arruinando el motor. Hoy Jesús nos habla de la savia que circula entre las
ramas de la viña desde la cepa hasta los más extremos sarmientos; sin esa savia
no podría producir fruto, no podría tener vida. Es lo que nos pasa a nosotros
con mucha frecuencia, no hemos sabido hundir nuestras raíces en Jesús y en su
evangelio. Por eso a veces seremos sarmientos secos que solo sirven para la
hoguera.
Cuidemos nuestra oración, cuidemos la
lectura y la escucha de la Palabra de Dios, cuidemos esos momentos de silencio
y reflexión, cuidemos todo aquello que nos puedan ofrecer y que nos valga para
nuestra formación cristiana. Nos creemos que podemos andar solos y a nuestro
aire y andamos bien equivocados. No olvidemos lo que nos dice Jesús ‘sin mi
no podéis hacer nada’.
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