Miremos
qué nos está fallando en los cables de conexión, no terminamos de dar buena
luz, qué es lo que nos está robando la vitalidad del evangelio
Hechos de los apóstoles 15, 1-6; Salmo 121;
Juan 15, 1-8
Si no estamos enlazados con la fuente
de la energía, en perenne comunicación con dicha fuente, no tendremos energía.
Al hablar de esto enseguida pensamos, por ejemplo, en la electricidad y cómo
vemos nuestros territorios y nuestras calles hasta llegar a nuestros hogares
por torres que sostienen unos cables que son conductores de esa energía desde
su fuente de generación; claro que hoy pensamos en otras energías, renovables
las llamamos, ya puede ser la fuerza motriz del viento o del agua embalsada, ya
se la luz y el calor del sol que nos van también a generar ese energía con la
que tendremos que estar igualmente conectados.
Claro que en la época de Jesús no se
contaba con esos medios de generación energética, pero si sabían que la luz del
sol era como un alimento para las plantas que igualmente tendrían que estar
bien enraizadas en tierra, y manteniendo la unidad de la planta, se podría
llegar a obtener unos frutos.
Hoy nos habla Jesús de la vid y de los
sarmientos, de la necesaria poda para poder aprovechar toda la energía y
vitalidad de la planta para mejores frutos, pero también como los sarmientos
habían de estar bien injertados en la cepa para que la savia alimenticia
pudiera fluir por toda la planta y sus ramas.
Ya sea con los ejemplos de energía con
que hemos comenzado a reflexionar, ya sea en esta referencia a la vid y los
sarmientos, nos viene a decir Jesús que una cosa es importante, la unión de los
sarmientos con la cepa, con vid, porque solo así podremos obtener los mejores y
los más abundantes frutos.
Y esto es una imagen y una alegoría
para nuestra vida que tenemos que saber discernir bien. Somos los sarmientos
que como brazos que se extienden y se prolongan venimos a trasmitir a nuestro
mundo todo el mensaje salvador del evangelio. Pero es necesario que nosotros
tengamos vida, que haya vitalidad en nosotros, porque de lo contrario ¿qué es
lo que vamos a trasmitir? No vamos a decir lo bonito que somos, no vamos a
hablar de nosotros mismos o de lo que puedan ser nuestros proyectos por muy
bellos y hermosos que sean. Nos seguimos predicando demasiado a nosotros
mismos; nos seguimos creyendo el ombligo del mundo como si nosotros fuéramos el
centro de todo; nos sobra autosuficiencia, nos sobra orgullo.
Esto es muy serio y es en algo que
tenemos que pensar los cristianos que nos sentimos más comprometidos, es algo
que tiene que plantearse muy bien la Iglesia en sus pastores y cuantos tienen
una misión dentro de la Iglesia. Muchas veces predicamos la Iglesia y no
predicamos a Jesús; queremos manifestar la grandeza de la Iglesia y nos
llenamos de magnificencias que terminan
siendo simples, pero duras vanidades que se convierten en un velo que impiden
que todos nos encontremos con Jesús. Andamos muy preocupados de prestigios y
nos sentimos escandalizados cuando alguien o algo pudiera manchar ese brillo que
le queremos dar a la Iglesia, pero nos olvidamos quizás de cosas fundamentales
que Jesús nos enseña en el evangelio, olvidándonos de la misericordia y de la
compasión.
Algo nos puede estar fallando en esos
cables de conexión de la energía cuando no estamos dando buena luz. ¿Habrá
muchos ramajes que cortar en nosotros, en nuestra Iglesia, en quienes quieren
aparecer en primera pantalla, y que se convierte en distracción que impide que
el mundo de verdad mire a Jesús y su evangelio de salvación?
Creo que mucho tendría que darnos que
pensar toda esta reflexión que nos estamos haciendo. Busquemos la manera de
estar de verdad unidos a la cepa para que no seamos sarmientos inútiles,
chupones que roban la verdadera energía y vitalidad que tendríamos que tener.
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