Entremos
por la puerta de Jesús, aunque nos parezca estrecha, pero nos conduce con
seguridad al redil de la vida, El está detrás de esa puerta esperándonos
Hechos de los apóstoles 11, 1-18; Salmo 41; Juan
10, 1-10
Qué gratificante que cuando estamos
buscando por donde entrar a un sitio por el que sentimos algún tipo de interés
nos encontremos con la puerta y con quien posee las llaves de esa puerta. Me ha
sucedido alguna vez visitando algún lugar, pero que nos encontrábamos cerrado y
sin posibilidades de entrar para admirar, por ejemplo, la belleza y la riqueza
histórica y cultural de aquel lugar, pero pronto encontramos por donde entrar,
pero además quien nos facilitará aquella entrada porque no solo tenía en su
mano la llave de entrada, sino también el conocimiento necesario para
explicarnos lo que deseábamos visitar.
Andamos buscando en la vida esa llave y
esa entrada que nos haga encontrar
sentidos, que nos llene de valores, que nos haga descubrir de verdad el valor
de la vida y de lo que podemos hacer; andamos buscando esa luz o esa medicina,
porque quizás muchas veces son muchos los desencantos que nos hieren el alma,
muchas pueden ser las cosas que nos hacen sufrir y se convierten para nosotros
en un dolor insufrible cuando no hay esperanza, cuando no se nos abren los
horizontes de la vida, cuando andamos vagando de acá para allá sin saber muchas
veces a qué atenernos. ¿No es cierto que muchas veces nos encontramos
desorientados por esos caminos de la vida? ¿No es cierto que se nos llena de
dolor el alma en tantas sombras y noches oscuras que nos encontramos por
doquier y que muchas veces nos hacen perder hasta la ilusión por la vida?
A nuestro encuentro viene Jesús. Que
quiere ser luz; que quiere abrir los horizontes de nuestro corazón; que quiere
ser nuestro viático y acompañante en el camino, porque somos como aquel joven
Tobías que necesitó de Rafael, el arcángel que estaba en la presencia de Dios,
para acompañarle en el camino y orientarle en las diferentes situaciones en que
se iba a encontrar.
Nos ha venido hablando de que es el
Pastor de nuestra vida, pero hoy nos dice también que es la puerta por donde
debemos entrar. No podemos echar en saco roto esas palabras de Jesús. Tenemos
que dejarnos conducir para penetrar por esa puerta, sabiendo que vamos a tener
los pastos de vida eterna que necesitamos y necesitaremos, sabiendo que nos da
seguridad en esos pasos que hemos de ir dando porque es su Espíritu el que nos guía.
No será fácil el camino que nos señala
pero sí sabemos que es certero. Muchos tenemos que ir desbrozando en nuestra
vida para hacer ese camino, porque son muchas las malezas que hemos dejado
introducir en nuestro corazón y eso nos cuesta y nos duele. Y arrancarlo de raíz
no siempre es fácil, muchas veces doloroso, y también lleno de dificultad, pero
con la seguridad de que lo podemos conseguir. Es la confianza que sentimos en
el corazón cuando intentamos caminar, a pesar de nuestras cojeras y
dificultades, al paso de Jesús. Va a ser nuestro cireneo, va a ser nuestra
medicina y colirio que nos sane y que nos limpie los ojos para ver lo que
realmente es importante.
Entremos por la puerta de Jesús, aunque
nos parezca estrecha, pero nos conduce con seguridad al redil de la vida. El
está detrás de esa puerta esperándonos. Es nuestro consuelo y nuestra
fortaleza, el colirio que da luz a los ojos, y el camino que nos lleva a la
vida eterna.
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