Tenemos
que saber recomenzar, reemprender muchas veces de nuevo para hacer que todo
tenga nueva y más fuerte vitalidad, aprendamos a resetear haciéndonos de nuevo
niños
Josué 24,14-29; Sal 15; Mateo 19,13-15
No seas un
niño, le decimos quizás a alguien, y en cierto modo de manera despectiva,
cuando nos parece que se está comportando de una manera muy infantil. ¿Quizás
podríamos preguntarnos por que es un niño? ¿Por qué se comporta de una manera
inocente y sin malicia? ¿Qué tiene eso de malo? ¿Es que es necesario ir por la
vida siempre con una mirada atravesada, llena de desconfianzas, o con los malos
instintos , como solemos decir, de estar echando la zancadilla para ver cómo
cae el otro?
¿Será acaso
niño porque se deja sorprender por la vida y todo le llama la atención? Sentir
curiosidad por lo que no se conoce, sentir deseos de saber y aprender más,
tener inquietud en nosotros que no nos deja quietos e imperturbables ante lo
que sucede alrededor, estar buscando siempre algo nuevo, algo que hacer, algo
que nos haga desarrollarnos y crecer, no creo que sea malo para la persona sino
más bien necesario.
Nos hace
falta despertar esa inquietud en nuestros corazones porque es la manera como
creceremos, como avanzaremos en la vida, cómo vamos haciendo que la vida en
verdad sea interesante y creativa. Por eso me atrevo a decir que no es tan malo
ser como un niño, porque siempre tenemos esa inquietud en nuestro corazón por
algo más, por algo distinto, por algo nuevo, por algo mejor. No nos podemos
quedar adormilados en la vida, porque camarón que se duerme se lo lleva la
marea, que dice el refrán popular, porque quien vive adormilado no sabrá
disfrutar de lo mejor de la vida, no sabrá llenar la vida de grandes sueños y
de grandes ideales, y su vida perderá vitalidad.
Me hace
pensar en todo esto como plan incluso para darle vitalidad a la vida, lo que escuchamos hoy en el evangelio. ‘Le presentaron
unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los
discípulos los regañaban’. Quiero ponerle incluso un poco de imaginación al
tratar de contemplar este episodio. Jesús quizás sentado en la plaza, sentado a
la puerta de su casa, como tantas veces quizás nosotros hemos hecho después de
nuestras tareas y trabajos, y los niños que revolotean a su ardedor con sus
juegos, sus gritos, su alegría; podemos ver tan a unas madres, como nos dice el
evangelio que le traen a sus hijos a Jesús para que se los bendijera.
Pero allí están los de siempre, en este
caso eran los discípulos tan celosos del descanso de su maestro. Vaya jaleo con
los muchachos, sus carreras, sus juegos, sus gritos, sus preguntas y sus
curiosidades. Quiten a esos chiquillos que no hacen sino molestar. Una reacción
muy celosa. No sé, pero recuerda alguna escena alguna vez contemplada en
nuestros templos con los jaleos que forman los chiquillos. Pero es importante
la reacción de Jesús. ‘Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de
los que son como ellos es el reino de los cielos’.
Y ahora nos dice que Jesús que ‘de
los que son como ellos es el Reino de los cielos’. ¿Entonces tenemos que
hacernos niños revoltosos e inquietos? Creo que nos damos cuenta de la
inquietud que hemos de tener muy despierta en nuestro corazón. Esas ganas de
más y mejor, esa búsqueda continua tan necesaria en la vida, ese dejarnos
sorprender por las maravillas de Dios, esa apertura tan necesaria en nuestro
corazón. No nos dejemos avejentar, no permitamos que se endurezca el corazón,
no es posible que nos acostumbremos de tal manera a las cosas que las
convirtamos en una rutina, arranquemos esas costras de pasividad con que nos
vamos envolviendo tantas veces, tengamos la inquietud vital de ese niño que
parece que se toma la vida como un juego pero que es así como va creciendo, es
necesario tener la juventud que busca siempre la novedad para darle más
intensidad a la vida y a lo que estamos haciendo.
Por algo nos dirá Jesús en otro momento
que es necesario nacer de nuevo. No podemos seguir viviendo anquilosados en el
hombre viejo. Tenemos que saber recomenzar, reemprender muchas veces de nuevo
para hacer que todo tenga nueva y más fuerte vitalidad, aprendamos a resetear
haciéndonos de nuevo niños que nos dejemos sorprender y sepamos hacer nuevas
todas las cosas.
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