No
podemos perder de vista lo que son nuestras metas e ideales, no podemos
ensombrecer y de ninguna manera quitarle brillo a lo que es la sublimidad del
amor
Josué 24,1-13; Sal 135; Mateo 19,3-12
La historia
de nuestra vida tendríamos que convertirla en una historia brillante, en una
historia de amor; son nuestros deseos, son nuestros sueños, podríamos decir,
más elementales; es lo que buscamos y de alguna manera por lo que luchamos.
Pero pronto
nos damos cuenta en la vida que sin embargo esta llena de claroscuros y de
sombras, no todo brilla conforme son nuestros deseos, y encontraremos espinas
que nos hieren, encontraremos contradicciones que nos confunden, encontraremos
sombras de dolor que nos llenan de pesar y algunas veces todo nos puede parecer
un sin sentido, porque no siempre quizás entendemos lo que nos pasa y nos
encontramos como desorientado en la vida; y hasta en aquello que pareciera que
llamamos amor por antonomasia, como es el amor de una pareja, el amor de un
hombre y una mujer, el amor matrimonial también parece que pierde su brillo el
amor y aparecen sombras que parecen destruirlo.
Pero seguimos
buscando ese mundo de armonía, seguimos soñando con cosas bellas para nuestra
vida, y aunque nos veamos como arrojados de acá para allá en una vida
turbulenta, seguimos buscando el amor, seguimos queriendo que brille nuestra
vida en todos sus aspectos.
Hoy Jesús nos
propone una vez más lo que son sus ideales, lo que sueña para nuestra vida. Nos
recuerda algunas cosas que son fundamentales en la vida y en toda relación
humana, dejándonos claro el ideal que quiere para nosotros. No nos recrimina ni
nos echa en cara, aunque constatemos las duras y crudas realidades de la vida
que parece que todo quieren destruirlo. Pero las metas que nos propone Jesús
ahí están de forma permanente aunque constatemos nuestra debilidad, nuestra
flaqueza.
Nos recuerda
que algunas veces se nos endurece el corazón, pero que tenemos que renovar
continuamente nuestro amor que es el mejor suavizante que nos haga de nuevo
tiernos en la vida para vivir lo que es la belleza y la hermosura del amor.
Jesús conoce bien nuestras flaquezas, y El quiere caminar delante de nosotros
dando en El las señales del Reino que nosotros también hemos de vivir, que
también hemos de reflejar en nuestras actitudes y comportamientos, en nuestra
manera de afrontar la vida y también los problemas que nos van apareciendo y
que nos desestabilizan en lo más profundo de nuestras vidas.
No siempre es
fácil mantener ese ritmo del camino; muchos cantos de sirena envuelven nuestros
oídos y nuestra vida queriendo ofrecernos otros camino que quieren incluso presentársenos
más fáciles, pero que sin embargo debilitan nuestra humanidad y pueden terminar
por destruirla. No podemos perder de vista lo que son nuestras metas y nuestros
ideales. No podemos ensombrecer, de ninguna manera quitarle brillo a lo que es
la sublimidad del amor. Eso tendrá que resplandecer por encima de todo, aunque
el mundo llame a cualquier cosa amor.
Algunas veces
nos cuesta entenderlo, y mucho más vivirlo. Pero sabemos cuales son nuestras
metas, como sabemos también en donde encontramos la fuerza para vivir ese amor.
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