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sábado, 21 de enero de 2023

Necesitamos una buena y rica espiritualidad que en verdad sea el motor de nuestra vida no temiendo que nos digan que estamos locos por Cristo

 


Necesitamos una buena y rica espiritualidad que en verdad sea el motor de nuestra vida no temiendo que nos digan que estamos locos por Cristo

Hebreos 9,2-3.11-14; Sal 46; Marcos 3,20-21

No hace falta complicarse tanto la vida, parece que te vas a tragar el mundo, tómate las cosas con calma, despacio, que las cosas ya se irán resolviendo ¿o es que piensas que tu solo vas a salvar el mundo? Recomendaciones así seguramente habremos escuchado en alguna ocasión o más de una vez; bien porque nos las digan a nosotros porque nos ven demasiado implicados con lo que estamos haciendo o acaso sean recomendaciones que hacemos a alguien que lo vemos muy entusiasmado con lo que está haciendo y que no para ni para comer.

Se lo dijeron a Jesús. las muchedumbres se apiñaban a la puerta de la casa, en ocasiones no había ni por donde entrar, la gente venía de todas partes y Jesús no paraba, iba de un lado para otro, visitaba todas las aldeas y poblaciones sobre todo de Galilea, pero es que además ya se notaba también cierta oposición que había por parte de algunos a quienes incomodaba el actuar de Jesús, el anuncio del Reino de Dios, pero no de la revolución que quizás muchos ansiaban, los dirigentes habituales de la sociedad, muy manipuladores ellos de cuanto sucediera, como tantas veces sigue sucediendo hoy, se sentían incómodos porque sentían que muchas veces Jesús hablaba por ellos.

Pero no son esos los que quieren disuadir a Jesús de lo que está haciendo, de su predicación y de toda la tarea que va realizando, son su propia familia que, como sucede tantas veces, tienen miedo que se enferme con tanto trabajo o que pierda la cabeza, por eso hoy les vemos que vienen y tratan de convencerlo de que se vaya con ellos porque incluso llegan a pensar que Jesús no está bien de la cabeza. ¡Ay la familia, que algunas veces se convierte en un retardo de lo que podemos hacer o de lo que queremos emprender con sus prudencias y con sus miedos!

¿Qué es lo que nos frena muchas veces en nuestra tarea, en soñar con proyectos nuevos, en implicarnos en aquellas cosas que vemos que no marchan bien y que nadie hace nada por remediarlo? Muchas veces también nos sucede que empezamos con mucho fervor y entusiasmo una tarea, pero pronto vamos aflojando, se va debilitando aquel entusiasmo y terminamos dejándonos arrastrar por la rutina como les pueda suceder a tantos.

Por supuesto, no podemos ir a lo loco, hay que poner unos buenos cimientos en aquello que queremos hacer y tener una buena planificación. Pero tampoco podemos quedarnos en tecnicismos, por así llamarlos, porque todo se quede en una planificación muy bonita. Necesitamos en nosotros mismos un cimiento interior, porque en verdad hayamos fortalecido nuestro espíritu, y tenemos que aprender a dejarnos guiar; pueden ser, es cierto, los buenos consejos que recibamos de cuantos están a nuestro lado, pero quien en verdad tiene que guiar nuestra tarea es el Espíritu del Señor que hemos de saber sentir con su inspiración en nuestro interior.

Eso se llama tener buen espíritu, eso se llama crecimiento interior, eso se llama una buena y rica espiritualidad que sea en verdad el motor de nuestra vida. Cuando nos dejamos envolver por esa espiritualidad profunda ni vamos haciendo las cosas por puro activismo ni nos quedamos en programaciones que quedan muy bonitas en el papel, sino que sentiremos esa urgencia interior que nos mueve, que nos hace darnos y gastarnos porque queremos hacer el bien, porque queremos un mundo mejor, porque queremos en verdad construir el Reino de Dios.

Y esto es algo, hemos de reconocer, que los cristianos no cuidamos como tendríamos que hacerlo. Profundicemos en la acción del Espíritu en nosotros.

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