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viernes, 14 de febrero de 2025

No olvidemos nunca el evangelio que tenemos que trasmitir, no buscamos entretener con bonitas historias, sino un mensaje de vida y de esperanza para un mundo nuevo

 


No olvidemos nunca el evangelio que tenemos que trasmitir, no buscamos entretener con bonitas historias, sino un mensaje de vida y de esperanza para un mundo nuevo

Hechos de los apóstoles 13, 46-49; Salmo 116; Lucas 10, 1-9

Decimos de primeras que el conferenciante es ameno y entretenido si nos cuenta muchas anécdotas como historias que nos entretienen más allá del mensaje que nos quiere trasmitir. Pero no son historias contadas como anécdotas amenas o cuentos entretenidos los que nos dicen la verdad del mensaje, tenemos que ir a algo más hondo para ver si sus palabras nos convencen, sus palabras siembran en nosotros nuevas esperanzas o nos abren camino de algo mejor. Tendrá que hacerlo de manera que suene agradable quizás a nuestros oídos o a la sensación que vayamos sintiendo, pero tenemos que ver la hondura de lo que se nos quiere trasmitir. Podemos encontrarnos palabras amenas pero palabras vacías que nada nos dicen.

Hoy nos habla el evangelio de aquel envío que Jesús hace de los setenta y dos discípulos para que vayan haciendo un anuncio de la Buena Noticia de Jesús por aquellos pueblos y ciudades de Galilea; no hace pocos días hemos escuchado también el envío de los doce apóstoles que Jesús había elegido también con la misma misión. ¿Qué han de anunciar? No van a contar historias, no van a hablar de cosas aprendidas que hayan leído previamente en algún libro, no van simplemente a contar a las gentes que Jesús hace milagros, cura enfermos o da la vista a los ciegos.

Ellos van a despertar esperanzas de que algo nuevo está llegando, que el Reino de Dios está cerca, y van como testigos de quien es realmente esa buena noticia para todos. Van a estar con las gentes allí donde están y donde viven, por eso habitarán en sus casas cuando les den hospedaje y recorrerán los caminos de aquellos pueblos. Y han de ir dejando señales de su paso, señales de que el Reino de Dios es posible, porque es posible un mundo nuevo; por eso irán con la autoridad de curar enfermos, porque el mal hay que irlo arrancando de los más hondo de ellos mismos. ‘Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, en ella y decidles: El reino de Dios ha llegado a vosotros’.

Hoy se nos ofrece este evangelio porque estamos celebrando la fiesta de dos grandes misioneros de Europa en su tiempo, como fueron san Cirilo y san Metodio, patronos también de Europa. Y esta celebración viene a recordarnos esa vocación misionera que tiene todo cristiano. Todos estamos llamados a anunciar el Evangelio. Y cuando hablamos de esa misión no es solo para pensar en que tenemos que llegar a tierras lejanas, que también, sino cómo tenemos que ser misioneros en el día a día de nuestra vida allí donde estamos.

Por otra parte en Europa estamos necesitando de una nueva Evangelización porque en la Europa cristiana que fue misionera de nuevos mundos estamos viendo cómo se van perdiendo esos valores del evangelio y estamos llegando a una descristianización de nuestras costumbres y nuestra manera de vivir; no solo estamos sufriendo una atonía espiritual invadidos por el materialismo de la vida, sino que cada vez estamos más lejos de esos valores que nos proclama el evangelio, hay el peligro de que incluso la Iglesia pierda ese sentido de signo del Reino de Dios que tiene que ser en medio del mundo, y es necesario un nuevo anuncio del Evangelio.

No es solo cuestión de que contemos historias y la nueva evangelización no es solo contarnos los milagros que Jesús hizo y se nos cuentan en el evangelio, sino que la palabra y el testimonio que demos tiene que ser en verdad signo de ese Reino de Dios que queremos anunciar y construir en nuestro mundo. Es algo que tenemos que trasmitir no solo con nuestras palabras sino con la manera cómo nosotros nos acercamos a ese mundo que nos rodea para despertar esa nueva esperanza que el mundo necesita.

Hoy nos hablan las palabras de Jesús de esa nueva manera de estar en medio de nuestro mundo, no haciendo alarde de grandes cosas sino que a través de lo pequeño y lo humilde, incluso con una pobreza de medios, hagamos despertar esa nueva esperanza, esa nueva alegría de la vida. ¿En qué busca la gente que nos rodea y como esa alegría de la vida? Muchos sucedáneos buscan en las cosas de las que se valen y que puedan darle placer o puedan hacerlos sentirse en fiesta, pero que les llevan muchas veces a un vacío existencial.

No es ese el camino por donde nosotros queremos llegar, porque eso Jesús nos habla de nuestra disponibilidad y de nuestra generosidad, que no busquemos bastones o apoyos humanos sino que busquemos esa fuerza que el Espíritu pone en nuestro interior para poder dar ese testimonio que nuestro mundo necesita. No podemos entretenernos en el anuncio del evangelio en cosas efímeras y que pronto se diluyen y puedan dejar un vacío en nosotros sino en lo que verdaderamente da profundidad, da auténtica alegría a nuestras vidas.

No olvidemos nunca el verdadero mensaje del evangelio que tenemos que trasmitir. No buscamos entretener con bonitas historias, sino dar un mensaje de vida y de esperanza para hacer un mundo nuevo.

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