No
olvidemos nunca el evangelio que tenemos que trasmitir, no buscamos entretener
con bonitas historias, sino un mensaje de vida y de esperanza para un mundo
nuevo
Hechos de los apóstoles 13, 46-49; Salmo
116; Lucas 10, 1-9
Decimos de primeras que el conferenciante
es ameno y entretenido si nos cuenta muchas anécdotas como historias que nos
entretienen más allá del mensaje que nos quiere trasmitir. Pero no son
historias contadas como anécdotas amenas o cuentos entretenidos los que nos
dicen la verdad del mensaje, tenemos que ir a algo más hondo para ver si sus
palabras nos convencen, sus palabras siembran en nosotros nuevas esperanzas o
nos abren camino de algo mejor. Tendrá que hacerlo de manera que suene
agradable quizás a nuestros oídos o a la sensación que vayamos sintiendo, pero
tenemos que ver la hondura de lo que se nos quiere trasmitir. Podemos
encontrarnos palabras amenas pero palabras vacías que nada nos dicen.
Hoy nos habla el evangelio de aquel
envío que Jesús hace de los setenta y dos discípulos para que vayan haciendo un
anuncio de la Buena Noticia de Jesús por aquellos pueblos y ciudades de
Galilea; no hace pocos días hemos escuchado también el envío de los doce
apóstoles que Jesús había elegido también con la misma misión. ¿Qué han de
anunciar? No van a contar historias, no van a hablar de cosas aprendidas que
hayan leído previamente en algún libro, no van simplemente a contar a las
gentes que Jesús hace milagros, cura enfermos o da la vista a los ciegos.
Ellos van a despertar esperanzas de que
algo nuevo está llegando, que el Reino de Dios está cerca, y van como testigos
de quien es realmente esa buena noticia para todos. Van a estar con las gentes
allí donde están y donde viven, por eso habitarán en sus casas cuando les den
hospedaje y recorrerán los caminos de aquellos pueblos. Y han de ir dejando
señales de su paso, señales de que el Reino de Dios es posible, porque es
posible un mundo nuevo; por eso irán con la autoridad de curar enfermos, porque
el mal hay que irlo arrancando de los más hondo de ellos mismos. ‘Si entráis
en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que
haya, en ella y decidles: El reino de Dios ha llegado a vosotros’.
Hoy se nos ofrece este evangelio porque
estamos celebrando la fiesta de dos grandes misioneros de Europa en su tiempo,
como fueron san Cirilo y san Metodio, patronos también de Europa. Y esta
celebración viene a recordarnos esa vocación misionera que tiene todo
cristiano. Todos estamos llamados a anunciar el Evangelio. Y cuando hablamos de
esa misión no es solo para pensar en que tenemos que llegar a tierras lejanas,
que también, sino cómo tenemos que ser misioneros en el día a día de nuestra
vida allí donde estamos.
Por otra parte en Europa estamos
necesitando de una nueva Evangelización porque en la Europa cristiana que fue
misionera de nuevos mundos estamos viendo cómo se van perdiendo esos valores
del evangelio y estamos llegando a una descristianización de nuestras
costumbres y nuestra manera de vivir; no solo estamos sufriendo una atonía
espiritual invadidos por el materialismo de la vida, sino que cada vez estamos
más lejos de esos valores que nos proclama el evangelio, hay el peligro de que
incluso la Iglesia pierda ese sentido de signo del Reino de Dios que tiene que
ser en medio del mundo, y es necesario un nuevo anuncio del Evangelio.
No es solo cuestión de que contemos
historias y la nueva evangelización no es solo contarnos los milagros que Jesús
hizo y se nos cuentan en el evangelio, sino que la palabra y el testimonio que
demos tiene que ser en verdad signo de ese Reino de Dios que queremos anunciar
y construir en nuestro mundo. Es algo que tenemos que trasmitir no solo con
nuestras palabras sino con la manera cómo nosotros nos acercamos a ese mundo
que nos rodea para despertar esa nueva esperanza que el mundo necesita.
Hoy nos hablan las palabras de Jesús de
esa nueva manera de estar en medio de nuestro mundo, no haciendo alarde de
grandes cosas sino que a través de lo pequeño y lo humilde, incluso con una
pobreza de medios, hagamos despertar esa nueva esperanza, esa nueva alegría de
la vida. ¿En qué busca la gente que nos rodea y como esa alegría de la vida?
Muchos sucedáneos buscan en las cosas de las que se valen y que puedan darle
placer o puedan hacerlos sentirse en fiesta, pero que les llevan muchas veces a
un vacío existencial.
No es ese el camino por donde nosotros
queremos llegar, porque eso Jesús nos habla de nuestra disponibilidad y de
nuestra generosidad, que no busquemos bastones o apoyos humanos sino que busquemos
esa fuerza que el Espíritu pone en nuestro interior para poder dar ese
testimonio que nuestro mundo necesita. No podemos entretenernos en el anuncio
del evangelio en cosas efímeras y que pronto se diluyen y puedan dejar un vacío
en nosotros sino en lo que verdaderamente da profundidad, da auténtica alegría
a nuestras vidas.
No olvidemos nunca el verdadero mensaje
del evangelio que tenemos que trasmitir. No buscamos entretener con bonitas
historias, sino dar un mensaje de vida y de esperanza para hacer un mundo
nuevo.
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