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domingo, 9 de febrero de 2025

Vayamos mar adentro, nos dice Jesús, metiéndonos en las fragosidades de esos mares que a veces se hacen tenebrosos y aparecen tormentas para echar de nuevo las redes

 


Vayamos mar adentro, nos dice Jesús, metiéndonos en las fragosidades de esos mares que a veces se hacen tenebrosos y aparecen tormentas para echar de nuevo las redes

Isaías 6, 1-2a. 3-8; Salmo 137; 1Corintios 15, 1-11; Lucas 5, 1-11

¿Por qué si yo sé que de ahí no se saca nada tengo que volver a intentarlo de nuevo? Es el estado de desánimo en que nos vemos envueltos ante los fracasos de la vida; no se puede, ahí es imposible, de ahí no se puede sacar nada. Y en ocasiones nos cruzamos de brazos, nos vamos para otra parte, buscamos otras cosas. Todo se nos vuelve oscuro y lo damos por imposible.

Hoy Jesús nos quiere hacer pensar, porque actitudes así no son positivas para la vida, porque no podemos darnos por vencidos ante las dificultades que se nos presentan, porque la sensación de fracaso es mala compañera para hacer los caminos de la vida, porque no nos podemos acobardar, porque también los caminos de nuestra vida cristiana tienen sus altos y bajos y Jesús nos está enseñando que tenemos que remar hacia delante, mar adentro, aunque nos parezca tormentoso ese mar o nos parezca que no podemos sacar fruto y una y otra vez tenemos que seguir echando las redes.

Vayamos por partes en el evangelio. Junto a la orilla del lago la gente se reúne en torno a Jesús porque quieren escucharle. Ya no es la sinagoga, ahora es allí donde la gente está, donde hace su trabajo, junto a los pescadores que repasan sus redes después de una noche de trabajo, donde la gente ha venido quizás es búsqueda de ese pescado que necesitan para su comida, allí donde está la vida de la gente. Es importante el detalle.

Para que todos puedan mejor escucharle se sube a una de aquellas barcas que está meciéndose en la orilla; desde allí todos pueden verle y pueden escucharle. Y nos dice el evangelista que se puso a enseñarles. Ahora no es tan importante para nosotros lo que Jesús en aquel momento les dijera, son importantes los gestos y detalles.

Cuando terminó de hablar les pide a los pescadores que remen de nuevo mar adentro para echar de nuevo las redes. La barca es la de Simón Pedro; quizás con desconcierto, porque quizás lo que en ese momento necesitaban más era descansar hace caso sin embargo a Jesús; pero hay una queja, por así decirlo, ellos han estado toda la noche bregando intentando coger algo y no han conseguido nada; son esos días malos en que las cosas no salen, pero Jesús les está pidiendo que de nuevo echen las redes. Y Pedro dice que sí, que porque Jesús lo dice, en su nombre echará de nuevo la red. ¿Quizás podríamos pensar para hacerle ver a Jesús que no hay nada y que de pesca son ellos los que entienden? Podríamos pensarlo, pero parece que en el fondo Pedro no termina de pensar así, porque en su nombre, en nombre de aquel a quien ha visto curar a los enfermos y expulsar a los demonios, va a echar la red. Confianza tiene que haber en el corazón.

La redada de peces es tan grande que llamarán a los compañeros de las otras barcas para que les ayuden a recoger la red, pero Pedro más que sorprendido se siente sobrecogido porque un misterio grande está descubriendo. ‘Apártate de mi, que soy un hombre pecador’, le dice a Jesús. Pero para El Jesús tiene una misión, ‘serás pescador de hombres’.Y serán capaces de dejarlo todo para seguir a Jesús.

Jesús nos está diciendo que vayamos allí donde está la vida, donde están los sufrimientos, donde están las ansias más profundas de los corazones, allí donde caminamos y hacemos la vida de cada día; Jesús no se quedó ni en la sinagoga ni en el templo, fue allí donde los pescadores, donde están los hombres y mujeres del pueblo con sus trabajos y sus negocios, a la plaza pública, al mercado, por así decirlo; entre ellos se mezcla, sus mismos instrumentos de trabajo utiliza, de las cosas que les suceden cada día les habla, porque hablará del sembrador o de la mujer que limpia la casa, de los que hacen los negocios buscando sus ganancias y de los que muchas veces se sienten fracasos porque sus terrenos de llenan de cizañas, y se pondrá junto al paralítico con sus muletas o su camilla, o se detendrá junto al ciego del camino.

Vayamos mar adentro, nos dice Jesús. Metámonos en esas fragosidades de la vida, en esos mares que a veces se hacen tenebrosos y en los que pueden aparecer tormentas; no pretendamos que siempre sea el camino fácil y vamos a obtener la cosecha al cien por cien, pero tenemos que sembrar la semilla, esparcirla por el mundo que aunque algunos la pisoteen siempre habrá alguien que le deje sembrar en su vida. Es la tarea de los cristianos, es el camino en el que nos pone Jesús, es la pesca que tenemos que realizar porque nos quiere pescadores de hombres aunque no sea fácil, finalmente nos dirá que El siempre está con nosotros.

¿Seguiremos cruzados de brazos? ¿Seguiremos entretenidos en lo que nos parecen mares en calma tras el muro de nuestros templos? ¿Seguiremos entretenidos en remendar nuestras redes cuando hay tantos mares que surcar, tantos lugares a donde ir a esparcir la semilla? ¿Seguiremos con nuestros miedos y cobardías, con nuestros temores y nuestras rutinas de lo que siempre hacemos porque nos parece que no se puede hacer otra cosa, con nuestros entretenimientos piadosos sin llegar a un compromiso de verdad con ese mundo que está ahí a nuestro lado?

No sigamos por el camino trillado que nos lleva de nuestra casa a la iglesia para cumplir y volvemos de nuevo a nuestras cosas sin atrevernos a mirar la realidad que nos circunda, porque quizás a veces nos da miedo o produce intranquilidad. Algo nos está fallando a los cristianos, algo nos está fallando en nuestras comunidades y en nuestra iglesia.

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