Necesitamos
sentarnos, hacer silencio, ver las cosas con calma, encontrar nuevas
perspectivas, ir a lo esencial, solo desde la sintonía de Jesús lo podemos
hacer
Génesis 3,9-24; Salmo 89; Marcos 8,1-10
En medio de esta algarabía de la vida
necesitamos sentarnos. ¿Cómo es que digo que necesitamos sentarnos cuando hay
tantas cosas que hacer? Precisamente por eso. Sentarse es comenzar a tomarse
las cosas con calma; cuando estamos en nuestras carreras de acá para allá
porque hay mucho que hacer al final nos damos cuenta que quizás no estamos
haciendo nada sino dando vueltas y vueltas sobre lo mismo.
Sentarse es detenerse a reflexionar, a
pensar con serenidad, a ordenar muchas cosas en nuestra cabeza, dentro de
nosotros mismos; el desorden no ayuda a encontrar salidas sino que nos iremos
tropezando con una cosa y otra y estaremos en el mismo sitio; hoy como nunca
tenemos tanta información accesible, tantas noticias o tantos acontecimientos,
tantos pensamientos o ideologías que están al alcance de la mano, que ya no
sabemos en qué creer, como reaccionar, qué es lo verdaderamente importante y
primordial y nos podemos perder en lo accesorio.
Sentarse es ponerse a contemplar las
cosas con cierta distancia, buscando perspectivas nuevas y distintas, porque
cuando lo tenemos todo en la punta de la nariz se disturba, se difumina, se
llena de confusión, y hemos de tener claridad de visión.
Allí estaba toda aquella multitud y ya
eran conscientes de que estaban hambrientos; llevaban quizás varios días con
Jesús desde que salieron de sus casas, venían con sus necesidades, con sus
ansias de algo nuevo, con sus desesperanzas buscando una nueva esperanza para
sus vidas que parecía que la Palabra de Jesús les podía dar, pero podían
añadirse problemas nuevos, ahora que además de la pobreza con que vivían
habitualmente por llevar varios días siguiendo a Jesús no tenían ya ni
provisiones para el camino.
Y Jesús les manda sentarse. Pero quizá
ya Jesús lo está haciendo con sus discípulos más cercanos, se forma como un
consejo alrededor de Jesús, se están preguntando qué es lo que tenían que
hacer, cómo alimentar a aquella multitud; y pueden surgir diferentes
soluciones, no tienen donde comprar pan para tanta gente, quizás no cuentan con
medios, pero quizás la gente está esperando algo más. ¿Qué esperaríamos
nosotros en esa situación?
Y surge por medio la solución del amor.
Alguien tiene unos pocos panes, luego aparecerá quien tiene también algo de
pescado, y se pone a los pies de Jesús. Nos sentamos para escuchar, para
escucharnos a nosotros mismos y ver nuestras posibilidades; nos sentamos para
pensar qué es lo que puedo hacer con lo poco que tengo si lo pongo a
disposición; nos sentamos para despertar nuevos y buenos sentimientos porque
quizás podemos comenzar a ver las cosas de distinta manera.
Necesitamos sentarnos en la vida, pero
quizás no solo nosotros solos, que también nos viene bien porque nos hace
encontrarnos con nosotros mismos. Pero necesitamos sentarnos, en este caso
tenemos que decir, con Jesús. Su presencia y su Palabra será luz para nosotros,
su presencia y su palabra nos interroga por dentro y nos hace plantearnos las
cosas de distinta manera, su presencia y su Palabra nos abre caminos
despertando en nosotros una nueva disponibilidad. Sentarnos con Jesús y hacer
silencio, no necesitamos decirle muchas cosas, El nos conoce y nos comprende
mejor que nadie, pero eso silencio nuestro es entrar en sintonía y nos es
difícil conectar con esa sintonía de Dios si estamos con demasiados ruidos
dentro de nosotros.
¿Qué podemos encontrar cuando nos
sentemos y lo hagamos con Jesús como nos está diciendo hoy el evangelio? Aquel
día la multitud comió y hasta sobró comida. ¿Qué nos sucederá a nosotros ahora?
¿Sabremos como Iglesia también sentarnos y hacerlo en silencio para entrar en
esa sintonía de Dios? ¿Temeremos quizás ese descampado, ese desierto, al que
nos ha llevado Jesús para que nos sentemos en silencio? Cuidado cuales fueran
nuestros intereses, incluso como Iglesia, para actuar según la sintonía de Dios
porque si nos hemos sabido sentar como nos pide Jesús, podemos seguir con
nuestras confusiones que no nos harían en verdad signos de Dios y de su Reino
en medio del mundo. ¿Quizá tendremos luego que ir a otra parte como hicieron
entonces Jesús y los discípulos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario