Las
bienaventuranzas una Palabra de vida que pone esperanza en el corazón, nos hace
crecer nuestra fe, hará sobreabundar el amor y de nuestro mundo haremos el
Reino de Dios
Jeremías 17, 5-8; Salmo 1; 1Corintios 15,
12. 16-20; Lucas 6, 17. 20-26
La luz no se ve, pero con la luz
podemos ver. Sin embargo algunas veces teniendo la luz a nuestra disposición no
terminamos de ver. ¿Es culpa de la luz? ¿Será culpa de nuestros ojos que se han
cegado y no soportamos la luz? ¿O quizás ponemos tantos filtros que no terminamos
de claramente lo que es la realidad? ¿No decimos que vemos las cosas según el
color del cristal a través del cual miramos? O lo hemos oscurecido tanto, o le
hemos puesto colores según nuestra conveniencia, o lo hemos dejado manchar
tanto que hemos perdido la nitidez de la realidad.
Decíamos que poníamos colores a nuestra
conveniencia, o podemos decir que vemos solamente aquello que queremos ver que
son nuestras apetencias, nuestros intereses, nuestras ambiciones o las pasiones
que nos puedan dominar; decimos, quizás, que en nombre de nuestra libertad,
pero libertad no es poner nuestros condicionamientos según nos plazca, libertad
es ver la realidad tal cual es.
Y eso nos puede pasar en la escucha del
evangelio, que lo interpretamos a nuestra manera, que le hacemos decir lo que a
nosotros nos gusta, que nos hemos acostumbrado tanto a él que ya no le
prestamos atención, que nos decimos que nos lo sabemos y ya no es novedad –
evangelio que eso significa – para nosotros, que ponemos por delante nuestros
intereses y entonces no escuchamos aquello que pueda ir en nuestra contra.
Cuántos filtros vamos poniendo que enturbian esa novedad del evangelio que
tendría que ser siempre para nosotros.
Nos puede haber sucedido hoy cuando
hemos escuchado el evangelio de este domingo. Ah, son las bienaventuranzas, ya
nos la sabemos. Quizás hasta un día nos las aprendimos de memoria. Y ya no
bajamos al llano con Jesús, como nos dice hoy san Lucas al hacernos este
relato, y no escuchamos esa palabra de Jesús en ese llano de nuestra vida. Es
allí en el llano donde nos dice san Lucas que las pronunció, aunque san Mateo
cuando nos da el texto paralelo nos lo sitúe en la montaña. Pero vamos a pensar
hoy que hemos escuchado el relato de san Lucas en el llano, ahí donde caminamos,
donde hacemos nuestros trabajos, donde nos vamos encontrando con la gente,
donde vamos contemplando desde la misma altura a quienes nos rodean en sus
casas, en sus trabajos, en sus caminos o al borde de los caminos, en sus
pobrezas o en sus sufrimientos; donde nos encontramos todos mezclados, porque
al lado de los pobres o de los que tienen hambre, están los que se consideran
poderosos y tienen de todo, donde están los que viven la vida con sus alegrías,
pero donde están los que sufren con sus dolencias o sus carencias.
¿Nos habremos fijado mientras
escuchábamos estas palabras de Jesús a los que están alrededor nuestro, en
nuestra propia casa quizás o en esos caminos de la vida por donde vamos
cruzando? Echemos una mirada en derredor nuestro y mirémonos también a nosotros
mismos y escuchamos las palabras de Jesús. ¿Las estaremos viendo reflejadas en
esos rostros que contemplamos? ¿Estaremos sintiendo que nos llegan de manera
directa a nosotros mismos porque estamos en algunas de las situaciones de las
que habla Jesús?
Es la forma cómo tenemos que leer el
evangelio para que en verdad sea anuncio de vida y de esperanza como quiere ser
siempre la buena noticia de Jesús. Es cómo Jesús nos está anunciando el Reino
de Dios para nosotros hoy, con nuestra pobreza, con nuestros sufrimientos, con
nuestros fracasos o nuestra falta de esperanza en tantas ocasiones, con los
rechazos o las incomprensiones que algunas veces podamos sufrir, con esas
angustias que se convierten muchas veces en el suelo que vamos pisando cada día.
Y la Palabra de Jesús quiere ser un rayo de luz que nos llene de esperanza.
Con la Palabra de Jesús tendremos que
comenzar a ver de manera diferente, es luz que ilumina. Veremos la realidad de
manera diferente porque la veremos en toda su crudeza, pero al mismo tiempo con
la posibilidad de que surja algo nuevo, que podamos hacer la vida de forma
diferente porque comencemos a mejorarla, porque no nos dejaremos caer por la
pendiente y el abismo del desconsuelo y la desesperación, porque sabemos que podemos
encontrar esa paz que tanto necesitamos, porque todo lo iremos transformando y
queriendo hacer desaparecer ese mundo de dolor y sufrimiento, porque buscaremos
la alegría que de verdad llene nuestro corazón con algo permanente. Con Jesús
todo puede cambiar, con Jesús está llegando el Reino de Dios, con la fe que
ponemos en Jesús nosotros estaremos haciendo con unas nuevas actitudes y
valores de nuestro mundo ese reino de Dios.
Es Palabra de vida, Palabra que pone
esperanza en el corazón, Palabra que nos hace crecer nuestra fe, Palabra que
hará sobreabundar el amor y entonces nuestro mundo en verdad será distinto.
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