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miércoles, 12 de febrero de 2025

Autenticidad, congruencia, profundidad de vida, rectitud interior, espiritualidad profunda para no caer por la pendiente de la tibieza y que nos llevarán a una grandeza de vida

 


Autenticidad, congruencia, profundidad de vida, rectitud interior, espiritualidad profunda para no caer por la pendiente de la tibieza y que nos llevarán a una grandeza de vida

Génesis 2,4b-9.15-17; Salmo 103; Marcos 7,14-23

Son cosas que vamos observando en la vida y que tras reflexión nos hacen pensar en lo que es realmente importante, lo fundamental. Las apariencias engañan. Podemos contemplar por ejemplo un edificio de rica y bella factura exterior pero que cuando traspasamos sus puertos lo encontramos inservible y lleno quizás de miseria; podemos contemplar a nuestro paso personas bella y elegantemente vestidas, pero cuando estamos a su lado por ejemplo no soportamos el desagradable olor que despiden unos cuerpo que no están limpios; podemos contemplar personas que se nos presentan, como solemos decir, con mucha labia, presentándose como expertos en todo porque de todo opinan, pero que cuando las escuchamos con atención nos damos cuenta de su vacío interior. Así podíamos pensar en muchas cosas que se ocultan tras una fachada de vanidad y ostentación que de nada sirve.

Es en lo que nos quiere ayudar a pensar hoy Jesús en el evangelio. Nos hablará en fin de cuentas de esa necesaria profundidad interior que será la que dará verdadera grandeza a nuestra vida y no nos podemos quedar en superficialidades ni en apariencias, no podemos contentarnos con un rígido legalismo ni con un ritualismo vacío que al final nos hará vivir como en un sin sentido.

Habían comenzado, como escuchamos ayer, preguntando por la falta de pureza de sus discípulos porque no se lavaban las manos antes de comer el pan. Por eso habla Jesús que no es lo que entra de fuera lo que hace impuro al hombre, sino la maldad que tenemos en nuestro interior. ‘Escuchad y entended todos, les dice, nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre’.

Cuando llegan a casa los discípulos le preguntan sobre el sentido de sus palabras. Estaban acostumbrados a escuchar las enseñanzas de los maestros de la ley influenciados por aquella corriente de los rigoristas fariseos que iba teniendo su influencia que la ley había que cumplirla a rajatabla y sin hacer preguntas, por así decirlo, porque eso sería lo que manifestaría una fidelidad a la Ley y a los profetas.

Y Jesús les explica detalladamente el sentido de lo que les está diciendo. Lo que necesitamos es una autenticidad en la vida, una congruencia entre lo que hacemos y lo que en verdad vivimos. No nos podemos contentar con cumplir unas normas o unos preceptos si luego en el día a día de nuestra vida nuestro corazón está muy lejos de Dios y de lo que en verdad quiere Dios de nosotros.

También nosotros tenemos que preguntarnos y hacerlo con sinceridad. ¿No andaremos algunas veces también en unos cumplimientos rituales pero con un vacío interior muy peligroso? Las superficialidades harán que al final todo se quede en nada y porque al final no saboreamos con gusto aquello que hacemos, que solo lo tomamos como una obligación que se convierte como una carga impuesta, terminaremos de dejar de hacerlo todo.

Es la pendiente por la que hemos caminado muchas veces que nos lleva poco a poco a ese debilitamiento de nuestra fe, a esa pérdida de convicciones, a esa tibieza espiritual que terminara en un frío vacío. Las cosas tibias que no tratamos de darles calor desde lo más profundo terminan convirtiéndose en piedras de hielo. ¿No será así cómo hemos llegado a esa indiferencia religiosa que contemplamos cada vez más en nuestro entorno?

Y Jesús nos recuerda que lo que hemos de tener limpio de verdad es el corazón, porque es de ahí, de dentro de nosotros mismos de donde surge toda la maldad. Nos escudamos muchas veces en las influencias que podamos recibir del ambiente que nos rodea; es cierto que el ambiente no nos ayuda gran cosa sino que se convierte en una tremenda tentación, pero en esa pendiente caemos porque nosotros no nos sentimos seguros dentro de nosotros sino que más bien estamos llenos muchas veces de malos sentimientos.

Es lo que tenemos que cuidar. No somos egoístas porque lo sean los que están a nuestro lado, sino porque hemos dejado enfriar el amor en nuestro corazón y pronto comenzamos a pensar mas en nosotros mismos que en los demás. Porque no nos hemos sabido controlar interiormente pronto surgirán los orgullos y las envidias, la soberbia de la vida y la vanidad, los resentimientos y los rencores. Como nos deja sentenciado Jesús ‘lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre’, y nos señala cosas muy concretas de nuestros malos sentimientos.

Autenticidad, congruencia, profundidad de vida, rectitud interior, profunda espiritualidad son lo que nos llevará a una grandeza de vida.

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