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martes, 31 de mayo de 2022

A ejemplo de María en su visita a Isabel que surja espontáneo de nuestro corazón el cántico de alabanza al Señor aunque se nos hagan duros los caminos de la vida

 


A ejemplo de María en su visita a Isabel que surja espontáneo de nuestro corazón el cántico de alabanza al Señor aunque se nos hagan duros los caminos de la vida

Romanos 12, 9-16b; Sal.: Is.12, 2-3. 4bcd. 5-6; Lucas 1, 39-56

¿Seríamos capaces, cuando tenemos algo que nos puede resultar costoso o que nos pide un esfuerzo extraordinario de hacerlo cantando? Aún me queda un recuerdo en mi mente de cuando era niño y escuchaba cantar a mi madre mientras realizaba las faenas de la casa, la limpieza, la comida, el lavado de la ropa que entonces no era con la facilidad de las lavadores como es hoy porque incluso había que acarrear el agua en baldes para llevarla a casa. Recuerdo escuchar a mi madre, o recuerdos a mis tías cuando iba a la casa de los abuelos que desde el camino escuchaba sus cantos con alegría mientras realizaban sus faenas. 

Por eso me hago la pregunta del principio, porque aun cuando fácilmente hoy estamos escuchando música continuamente, no siempre es la canción que nos sale de dentro de nosotros mientras realizamos la tarea o el trabajo. ¿No será acaso poner una nota de alegría en la vida aunque en ocasiones nos resulte costosa?

Y me hago esta consideración contemplando el pasaje que nos ofrece hoy el evangelio en esta fiesta que celebramos de la visita de María a su prima Isabel. Nadie le pidió nada a María, simplemente el ángel le informaba también como una corroboración de las propias palabras del ángel que tantas maravillas le anunciaba a María en la Anunciación de Nazaret. Pero el evangelio nos dice que María se puso aprisa en camino hasta las montañas de Judea. ¿Y queréis que os diga lo que imagino? María cantando por los caminos que atravesaban Samaría y Judea desde Galilea porque llevaba la alegría en su corazón con las maravillas que el ángel le había anunciado.

Si tras los saludos entre María e Isabel vemos que Maria se pone a cantar al Señor en aquel cántico de alabanza y de acción de gracias que es el Magnificat, me atrevo a decir que María lo llevaba ensayado en su mente y en su corazón a través de aquel largo camino. Ahora aquello que venía cantando en el corazón le sale a voz en grito porque tiene que alabar y bendecir al Señor por todas las maravillas de su amor que se están manifestando.

Es cierto que no había sido fácil el camino, porque si hoy en un vehículo lo podemos hacer en unas cuantas horas, hacerlo como María lo hizo atravesando todos aquellos lugares para llegar a las montañas de Judea no era un camino fácil ni exento de peligros para una mujer que caminaba sola, aunque se uniera a alguna de aquellas caravanas que circularían por aquellos caminos. Pero María iba llena del Espíritu divino, iba llena de Dios, como lo reconocería nada más llegar su prima que se siente honrada porque viene a ella la madre de su Señor.

Muchas consideraciones nos hacemos siempre con este pasaje del evangelio alabando la disponibilidad y la generosidad de María que se pone en camino y su espíritu de servicio; en esta visita de María a aquel hogar de las montañas de Judea vemos una señal y un signo de lo que es la visita de Dios a su pueblo, como incluso luego reconocería el anciano Zacarías cuando le lleguen a él los momentos del cántico y de la alabanza. La música, podríamos decir, resuena fuerte en aquellos corazones que les hace ponerse a todos a prorrumpir en cánticos de alabanza al Señor, pero es la alegría de unos corazones que están llenos de Dios.

¿Seremos nosotros capaces de cantar cuando los caminos se nos hacen duros y difíciles, cuando tenemos que atravesar valles oscuros, cuando la senda se nos hace empinada porque también tenemos que subir a un calvario con alguna cruz sobre nuestros hombros? Me atrevo a sugerir que por ahí concretemos el mensaje que hoy se nos ofrece en el evangelio y a través de la figura de María en su camino hasta la montaña de Judea. Es el cántico del amor el que tiene que surgir en nuestro corazón; es el cántico que brota de la alegría que llevamos en nuestro corazón cuando sabemos que llevamos a Dios con nosotros.

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