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viernes, 3 de junio de 2022

Caminemos al paso de Jesús sintiéndonos seguros, El sigue confiando en nosotros y nos dice: Tú, sígueme

 


Caminemos al paso de Jesús sintiéndonos seguros, El sigue confiando en nosotros y nos dice: Tú, sígueme

Hechos de los apóstoles 25, 13b-21; Sal 102; Juan 21, 15-19

Qué distintas son nuestras maneras de actuar. Cuando alguien ha perdido la confianza, porque hizo algo que no nos agradaba, porque se saltó los protocolos de la vida, eso que llamamos tantas veces lo de políticamente correcto, porque en un momento determinado se atrevió a pensar de manera distinta, difícil será que lo aceptemos, que recupere la confianza, que sigamos contando con él para los proyectos que quizás hasta juntos habíamos soñado. Y lo vemos como lo más natural del mundo. O algo muy grande le exigiremos para comenzar de nuevo a confiar en esa persona, de lo contrario será ya para nosotros como un maldito con quien no queremos contar para nada. Claro, decimos, es lo que todo el mundo hace.

Todo el mundo menos Jesús. Había confiado en Pedro desde el primer momento, porque hasta le había cambiado el nombre para significar lo nuevo que iba a ser. Con él había tenido especiales deferencias haciéndolo testigo de cosas en la que el resto del grupo no participaba, por ejemplo la subida al Tabor; le había alabado incluso en alguna ocasión porque había sido capaz de expresar con palabras hermosas lo que era su fe, porque además, como le decía, el Padre era quien se lo había revelado en su corazón. Había tenido sus más y sus menos con él, sobre todo cuando quería convencerle de que no tenía que subir a Jerusalén, y lo había apartado como si fuera una tentación de Satanás.

Pero conocía de sus impulsos, y como toda persona impulsiva habría sus momentos de fervor, pero también podría aflojarse un poco, por eso le había dicho que cuando se recuperara tenía que ser quien mantuviera la fe de los hermanos. Pero a pesar de los anuncios de Jesús se había metido en la boca del lobo, y había llegado el momento de la cobardía y de la negación, quien decía por otra parte que estaba dispuesto a dar la vida por Jesús. ¿Dónde estuvo en todo el resto del tiempo de la pasión? Refugiado con el resto de los discípulos en el Cenáculo, con las puertas bien cerradas, no fuera que a ellos les pasara lo mismo.

Ahora están de nuevo en Galilea, donde los había convocado, y porque en un primer momento Jesús no había aparecido se habían ido a pescar a pesar de pasar una noche bregando sin coger nada, como en otros tiempos. En el amanecer parece que comienza a llegar la luz y las cosas comienzan a cambiar. Ante las indicaciones de que echaran la red por el otro lado de la barca habían cogido de nuevo una buena redada, pero fue Juan el que le sugirió que el que estaba en la orilla era Jesús. Allá se había lanzado al agua para llegar primero desentendiéndose de las redes y de la barca, que los otros la arrastraran a tierra.

Y es cuando surge el diálogo entre Jesús y Pedro. ‘¿Me amas, me amas más que estos?’ Por tres veces había surgido la pregunta sin más reproches sino solo preguntando por su amor, aquel amor que decía que era tan grande capaz de dar la vida por su maestro, a pesar de que luego lo había negado. Pero no hay reproches, no hay desconfianzas, solo es un examen de amor. Y Jesús sigue confiando. ‘Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos…’ le repetirá Jesús. Le anuncia de nuevo que un día otro lo ceñirá, como comentará el evangelista haciendo referencia quizás a la forma de la muerte de Pedro, pero Jesús solo le dirá, ‘Tú, sígueme’.

¿Será también lo que nos está diciendo Jesús ahora cuando estamos ya concluyendo este camino de pascua? ‘Tú, sígueme’. Jesús que sigue confiando en nosotros a pesar de que también tenemos muchas veces nuestros más y menos. No siempre mantenemos el mismo entusiasmo, muchas veces nos aparecen los cansancios, nos sentimos tentados a volver atrás, quizás también habrá habido momentos de debilidad con sus negaciones, o con sus anti-testimonios, nuestra vida sigue envuelta en la debilidad, pero Jesús sigue confiando en nosotros. Nos pide fe y nos pide amor, todo lo demás brotará casi como espontáneo, pero tenemos que mantener muy viva nuestra fe, muy vivo nuestro amor.

El nos ha prometido que estará con nosotros, para eso nos deja su Espíritu. A ese paso sí podemos caminar, nos sentiremos seguros, queremos hacer honor a la confianza que Dios sigue teniendo en nosotros, queremos seguirle. ¿Aprenderemos a seguir confiando en los demás?

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