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miércoles, 1 de junio de 2022

Tenemos que aprender a vivir la Pascua, ese paso por la muerte de todo aquello de lo que hemos de arrancarnos para poder vivir la vida nueva de Jesús y realizar su misión

 


Tenemos que aprender a vivir la Pascua, ese paso por la muerte de todo aquello de lo que hemos de arrancarnos para poder vivir la vida nueva de Jesús y realizar su misión

Hechos de los apóstoles 20, 28-38; Sal 67; Juan 17, 11b-19

No sé qué experiencias de despedidas habremos tenido en la vida, bien porque tenemos que dar por concluida una misión, porque hay una ruptura en lo que realizamos y tenemos que dejarlo en manos de quien nos sustituya y se espera que pueda realizarlo quizás mejor, porque tenemos que marchar a otro lugar, porque hay un relevo y tenemos que dejar en manos de otro lo que nosotros estábamos realizando, o más drásticamente, porque la vida se nos termina, una enfermedad grave, por ejemplo, nos afecta que podría ser el final, pero los momentos son siempre duros, nos cuesta arrancarnos del lugar o de lo que estábamos haciendo, quizás por alguna circunstancia nos sentimos rotos por dentro, y desearíamos dejarlo todo atado y bien atado para que se mantenga al menos la continuidad o se siga realizando aquello en lo que habíamos puesto tanto empeño.

¿Cómo eran los momentos que se estaban viviendo en el final de aquella cena pascual? Vamos a contemplar lo que iba sucediendo en el corazón de Cristo en aquellos momentos. Todo había venido sonando a despedida en lo que allí se había ido sucediendo, en los signos que Jesús había realizado, en las propias palabras de Jesús. Ahora todo aquello se convierte en oración al Padre salida desde lo más hondo del corazón de Cristo. Sabía Jesús que había llegado su hora, por eso todos aquellos signos que habían acompañado la cena; ya incluso el traidor había marchado para hacer sus propios preparativos y realizar sus consignas; quedan los once con Jesús donde El sabía que había de haber una continuidad, aunque sabía también que los momentos iban a ser difíciles para ellos. Surge la oración de Jesús.

Los había cuidado, los había preparado, a ellos de manera especial se les había revelado, aunque no siempre lo entendieran porque hasta el ultimo momento todavía seguían con sus viejos pensamientos. Se iban a ver encontrados con el mundo que les rodeaba que a ellos también les odiaba, porque no eran como ellos. Jesús no los quiere sacar de ese mundo porque en ese mundo han de continuar la misión. Por eso ora al Padre, que un día se los había confiado, y en cuyas manos El los deja en este momento. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo… Santifícalos en la verdad…’ Ora Jesús.

Serán ahora ellos los enviados. Como Jesús era el enviado del Padre. Y la obra de Jesús había de seguir realizándose. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundoEn las manos de ellos quedaba, aunque todavía tuvieran que pasar por momentos de crisis, en que ni ellos mismos sabrían como salir adelante. Pero Jesús les ha prometido su asistencia, la fuerza de su Espíritu, y la tendrían. Habría antes que realizarse el paso de la pascua; y ese paso era de muerte a vida, lo cual lo haría difícil y doloroso. Pero cuando llegase la Pascua llegaría la alegría, se despertarían de nuevo las ilusiones y las esperanzas, ellos sentirían una manera nueva de estar Jesús con ellos y la misión continuaría.

Pero son los momentos duros por los que hemos de pasar también nosotros en muchas ocasiones. Tenemos que aprender a vivir la Pascua. No terminamos de entenderla y nos cuesta ese paso por la muerte, por todo aquello de lo que hemos de morir, de lo que hemos de arrancarnos para poder vivir la vida nueva de Jesús. También habrá rupturas en nuestros corazones, también habrá momentos en que tenemos que realizar un cambio, que dejar lo que hacemos en manos de otros, son momentos de pascua, que tenemos que ir aprendiendo a vivir. También nos encontramos envueltos en un mundo adverso y difícil y sonará que parece que nosotros no somos de ese mundo, pero en ese mundo hemos de estar porque es ahí donde tenemos que seguir llevando el mensaje, la buena nueva del Evangelio de Jesús.

Tenemos una certeza y es que Jesús nos ha dicho que estará siempre con nosotros hasta la consumación de los tiempos.

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