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sábado, 19 de diciembre de 2020

Pongamos nosotros nuestro amor y ayudemos con ello a recuperar su dignidad a tantos que en la vida no se sienten amados significándoles también que Dios les ama

 


Pongamos nosotros nuestro amor y ayudemos con ello a recuperar su dignidad a tantos que en la vida no se sienten amados significándoles también que Dios les ama

Jueces 13, 2-7. 24-25ª; Sal 70; Lucas 1, 5-25

La presencia de Dios en la vida del hombre lo dignifica y lo engrandece. Dios no quiere nunca anular la vida del hombre, su grandeza y su dignidad sino todo lo contrario. La liberación que significa sentirnos amados de Dios nos engrandece, como nos sentimos agraciados y engrandecidos cuando en la vida nos sentimos amados.

Sentirte amado es sentirte valorado; sentirte amado es sentir que se te tiene en cuenta; sentirte amado es saber que tú no eres indiferente para aquel que te ama; sentirte amado te hace sentirte con una fuerza interior porque ya no eres un cualquiera, un ser anónimo, sino que tienes un nombre – con lo que eso significa – para aquella persona que te ama. Cuantos contemplamos en la vida que su mayor desgracia es sentir o apreciar que nadie les ama, que nadie les tiene en cuenta, que son ignorados y en consecuencia con el desprecio más terrible porque se sienten que no son nadie para nadie.

‘No temas, le dice el ángel a Zacarías, tu oración ha sido escuchada’. Se abrieron los cielos para aquel anciano; eso era suficiente para quedarse mudo sin saber que pronunciar ni decir, porque hasta entonces tenía quizá la sensación, a pesar de ser un hombre de fe, de que Dios no le tenía en cuenta, porque Dios no escuchaba sus súplicas. Ahora ya puede saltar de alegría porque sabe que Dios le ha tenido en cuenta, su oración ha sido escuchada. Quizás ya hasta no le importe que no consiga lo que tanto ha pedido, porque se le ha ido el tiempo, él es anciano y su mujer también además de ser ella estéril. Por eso quizá la respuesta al ángel, que no era rechazar el designio de Dios sino humildemente reconocer ya su capacidad humana para ser padre.

Pero el ángel viene a decirle que Dios ha escuchado su oración y las maravillas de Dios se van a realizar, porque aquel hijo que va a nacer tiene una misión, una misión muy importante en la historia de Israel, en la historia de la salvación. Va a ser el que viene a preparar los caminos del Señor, como habían anunciado los profetas. Va a ser el que irá delante del Señor con el poder y el espíritu de Elías preparando un pueblo bien dispuesto. Va a ser el que estará lleno del Espíritu de Dios ya desde el seno materno, porque será un consagrado del Señor. Cómo va a saltar la criatura en el seno de su madre aún con la visita de María, que es también la visita del Salvador, la visita de Dios para aquel hogar de la montaña.

Se quedará mudo Zacarías - ¿y quien no se queda mudo cuando recibe tan excelentes noticias? – aunque le servirá para una purificación mayor de su fe para poder cantar mejor luego las alabanzas del Señor. Es cierto que hubo duda en su corazón cuando el ángel le comunica tan maravillosa buena nueva, porque se cree indigno, para pensando humanamente parecía imposible lo que el ángel le anunciaba, porque no terminaba de percibir lo que eran las maravillas del Señor para quien nada hay imposible.

Pero ahora Zacarías podría volver con la cabeza alta a su casa de la montaña, pero con la mayor de las alegrías en el corazón porque Dios le había tenido en cuenta, porque de alguna manera Dios le había escogido a él también para una colaboración en la obra de la salvación con el nacimiento de su hijo, el mayor de los nacidos de mujer como un día dijera Jesús de él. A Isabel se le borró todo el oprobio que sentía en su corazón en su imposibilidad de ser madre y ahora toda su dignidad de mujer y de persona estaba recobrada. Son las acciones del Señor, son las maravillas del Señor que siempre nos engrandecen.

¿Nos hará también pensar todo esto cómo podemos nosotros dignificar a tantos con nuestro amor? A nuestro lado pasan muchos que sienten el oprobio de que no son amados; pensemos en cuanta discriminación sigue habiendo en el mundo en que vivimos; pongamos nosotros nuestro amor y ayudemos con ello a recuperar su dignidad a tantos que en la vida no se sienten amados. Con nuestro amor también les estaremos diciendo que cuentan para Dios y que son amados de Dios.

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