La pregunta del bautista es revulsiva para nosotros para ver las señales por las que se nos reconoce como discípulos de Jesús en la celebración de la próxima navidad
Isaías 45, 6b-8. 18. 21b-25; Sal 84; Lucas 7, 19-23
Juan bautista había comenzado su predicación en el desierto, a orillas del Jordán invitando a la gente a la penitencia y a la conversión porque llegaba el que había de venir. Sorprende a todos su figura austera y penitencial, vestido con una piel de camello se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Pero junto a su figura hierática estaban sus palabras que algunas ocasiones se volvían duras, porque ya la hoz estaba pronta para la ciega o el hacha cerca del tronco del árbol que si no daba fruto habría que cortar. Bautizaba a la gente en señal de penitencia pero anunciaba que el que había de venir bautizaría con Espíritu Santo y fuego.
Es testigo Juan y de ello da testimonio de lo sucedido con Jesús en un bautismo general en el que había aparecido para someterse también a ese bautismo. Y había visto descender sobre El el Espíritu del Señor en forma de paloma y había sentido y escuchado lo que Dios le revelaba en su corazón. Por eso a sus discípulos señala a Jesús que pasa como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Algunos de sus discípulos se van tras Jesús al escuchar las palabras de Juan y con Jesús se quedan porque han encontrado al Mesías como pronto comenzarán a proclamar y difundir.
Cuando los enviados de Jerusalén le preguntan dice claramente que no es el Profeta ni es el Mesías, que solo es la voz que grita en el desierto para preparar los caminos del Señor, pero que en medio de ellos está uno que no conocen que los bautizará con Espíritu Santo. Es la respuesta que llevarán a Jerusalén aquellos enviados, que quizás poco les valdrá para decir lo que sucede en el desierto en la orilla del Jordán.
Ahora que está en la cárcel, tiempo de duro silencio para meditar, para reflexionar, para orar, quizá le vengan dudas de si realmente ha cumplido con su misión. Todos cuando nos encontramos en situaciones así nos damos a pensar y a repasar nuestras vidas viendo quizá carencias como también aciertos, pero no termina de entender la obra que Jesús está realizando acosado quizá por las noticias que le traen los discípulos que aun le quedan. Por eso es ahora él quien envía una embajada pero la envía hasta Jesús. ‘¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?’ como preguntando ¿eres tú en verdad el Mesías?
Jesús no les responde con palabras sino con las obras que realiza. ‘Id y contar a Juan lo que habéis visto y oído… los ciegos ven, los cojos comienzan a caminar, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia’. Con esto será suficiente para que Juan entienda y comprenda y no se sienta defraudado. Parece como que al evangelista le gusta aquel pasaje de Isaías – ayer lo escuchábamos – y que fue proclamado en la Sinagoga de Nazaret. Jesús en verdad era el que venia lleno del Espíritu de Dios, porque es el Hijo de Dios y las señales están en las obras que realiza, la curación de los enfermos, la vista de los ciegos, los leprosos que ven limpia su piel, los que eran considerados impuros que se ven limpios de su impureza, el nuevo caminar de los paralíticos, la alegría que sienten los pobres cuando escuchan la Buena Noticia de la Salvación, el año de gracia del Señor.
Claro que esta pregunta del Bautista se vuelve revulsiva para nosotros. Es una pregunta que nos interroga, que nos interpela fuertemente. Si aquellas eran las señales por las que se conocía que Jesús era el Mesías, cuáles son las señales por las que se reconoce que nosotros somos sus discípulos y seguidores, llevamos a toda honra el nombre de cristianos. ¿Se notará en nuestra vida que nosotros damos las mismas señales de Jesús porque estamos dando las señales del amor?
Creo que es algo que tiene que interpelarnos de verdad cuando estamos haciendo este camino de Adviento y ya nos faltan pocos días para la fiesta del nacimiento de Jesús. A un extraño a nuestra fe que llegara ahora a nuestras casas y a nuestra vida, contemplara lo que hacemos, lo que son los preparativos que nosotros estamos haciendo para la navidad, ¿qué es lo que verá? Quizás hasta este año nos encuentre tristes porque no podemos hacer las fiestas que hacíamos otros años, nos encuentre desconcertados porque decimos que nuestra celebración de navidad este año no será la celebración que nosotros ansiamos porque no nos podemos reunir, porque no podemos hacer nuestras comidas, porque nuestras fiestas se ven reducidas a la mínima expresión. ¿No se preguntará qué navidad es la que nosotros celebramos?
¿En qué hemos puesto la navidad? ¿Cuáles son las señales de verdad que damos de nuestra fe en Jesús y de que ciertamente le seguimos? ¿Se estarán viendo unas señales como aquellos signos que Jesús realizó cuando vino la embajada de Juan? ¿No podría ser una oportunidad este cambio forzado que tenemos que realizar para que busquemos esos verdaderos signos que tendríamos que dar?
Una cosa, sin embargo me temo y no quisiera que sucediera, y es que estas reflexiones sean un grito en el desierto pero que nadie quiere escuchar.
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