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lunes, 11 de noviembre de 2019

Jesús nos está pidiendo unas actitudes nuevas, que aprendamos a mirar con una mirada nueva y distinta al que camina a nuestro lado



Jesús nos está pidiendo unas actitudes nuevas, que aprendamos a mirar con una mirada nueva y distinta al que camina a nuestro lado

 Sabiduría 1,1-7; Sal 138; Lucas 17,1-6
Hay ocasiones en que parece que todo se nos hace cuesta arriba y las dificultades van en aumento y nos sentimos como sin fuerzas para avanzar, para alcanzar la cima, las metas; ocasiones en que nos cuesta entender por qué son las cosas así, o también no comprendemos las metas que se nos proponen que nos parecen altas e inalcanzables, o que los planteamientos que se nos hacen superan nuestras fuerzas y nuestra capacidad. Gritamos, entonces, pidiendo ayuda, cuando no sentimos la tentación del abandono pensando que eso supera nuestras posibilidades y no es para nosotros. Muchas veces quizá nos hayamos podido encontrar en una situación semejante en diferentes aspectos de la vida.
Algo así se sintieron los discípulos cercanos a Jesús cuando escuchaban sus planteamientos. Conocemos cómo en una ocasión, allá en la sinagoga de Cafarnaún muchos comenzaron a dejar de seguirle porque decían que aquella doctrina era muy dura. Ahora los discípulos cercanos a Jesús piden que les aumente la fe.
Había hablado Jesús de una forma radical de los escándalos y de aquellos que hacían daño a los demás, pero les hablaba de algo que podía tocarle muy de cerca a todos que era el tema del perdón. Recordamos que ya un día había preguntado a Jesús si había que perdonar hasta siete veces, pensando que con eso ya se era suficientemente generoso. En el sermón del monte Jesús había hablado de no solo perdonar sino de amar a los enemigos y rezar por aquellos que te hacen daño. Ahora les dice que si un hermano peca y reincide una y otra vez y una y otra vez viene a pedir perdón hay que perdonarlo siempre. Que no tenemos que ser obstáculo sino ayuda, y aquel que quiere dar pasos y lo intenta una y otra vez hay que ayudarlo, porque tenemos que tener una capacidad de comprensión y de amor en nuestro corazón como Dios lo tiene con nosotros.
Claro que humanamente esto nos cuesta; nos cuesta entender los esfuerzos de los demás; nos cuesta entender que tropecemos una y otra vez en la misma piedra; nos cuesta entender las caídas de los demás porque quizá no nos damos cuenta de nuestras propias caídas, de nuestros propios tropiezos que siempre lo vamos haciendo en la misma piedra como si fuéramos cegatos. Digo que humanamente nos cuesta, pero es que es de humano el comprender, porque es contar con nuestra propia debilidad, porque es saber caminar al lado del otro que tropieza no para echárselo en cara sino para ayudarlo a levantarse, el creer en el otro aunque lo veamos débil, porque vemos en él reflejada nuestra propia debilidad.
Y esto no siempre lo sabemos hacer; y vamos por la vida demasiado justicieros porque al que la hace la paga que decimos; porque nos volvemos inhumanos con los demás y lo que queremos es hacer caer el peso de la ley sobre los otros; porque no somos lo suficientemente misericordiosos porque no hemos aprendido a saborear de verdad lo que es la misericordia que Dios nos tiene.
Jesús nos está pidiendo unas actitudes nuevas, que aprendamos a mirar con una mirada nueva y distinta al que camina a nuestro lado, que de verdad nos sintamos hermanos que caminamos juntos y nos ayudamos a hacer el camino, a subir la montaña, a llegar hasta la meta.
Es cierto que como los discípulos también tenemos que pedir ‘auméntanos la fe’, pero que nunca abandonemos, nos echemos para detrás, nos sintamos vencidos a causa de nuestras debilidades, y que sepamos tener esas buenas sintonías con los demás.

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