Es
hora de preguntarnos qué más podemos hacer desde mi compromiso social y desde
el compromiso de mi fe para que no sea una vida vacía y sin sentido
Sabiduría 2,23-3,9; Sal 33; Lucas 17,7-10
Es cierto que tenemos que ser
agradecidos y por la corrección en el trato entre unos y otros aunque lo que
recibamos de los demás sea algo que en estricto derecho nos corresponde sin
embargo siempre hemos saber mostrar nuestra gratitud hacia aquella persona que
nos lo haya resuelto. Son las buenas maneras de educación y corrección que
siempre hemos de tenernos mutuamente.
Pero también hemos de reconocer que
vivimos en una subcultura, podríamos llamarla, de la propina que nos sentimos
obligados a dar a cualquiera que nos preste algún servicio, aunque en justicia
sea algo que esa persona tiene que hacer pues es su responsabilidad; un camino fácil
hacia cierta corrupción que vemos que aparece por todas partes. Era su deber
resolvernos aquel problema, porque ese es su trabajo por el que por otra parte
está recibiendo también un salario. Era lo que tenia que hacer, tendríamos que
reconocer, tendríamos que decir y salvo esa corrección de urbanidad y buen
trato, nada más le debemos. Pero ya sabemos que quien por su propia función
tiene que realizar unas tareas poco menos que nos exige unos reconocimientos
que ya sabemos donde pueden terminar.
Todo esto tendría muchas concreciones
en lo que hacemos cada día, en el cumplimiento de nuestros deberes y
obligaciones, en lo que desde el sentido más humano y de responsabilidad ante
la vida y ante la sociedad en la que vivimos tendríamos siempre que estar
dispuestos a realizar.
Que yo me sienta corresponsable del
mundo en el que vivimos, de esa sociedad concreta donde realizamos nuestra vida
y sienta en mi mismo el compromiso de hacer algo por los demás, de implicarme
en compromisos concretos a través de esos instrumentos que nos creamos para ir
mejorando ese mundo en el que estamos, no lo tendría que hacer buscando unos
halagos o unos reconocimientos humanos, que me cuelguen unas medallas o
levanten monumentos en mi honor. Es lo que tendríamos que hacer, es lo que
desde mi conciencia y compromiso social yo me siento llamado a hacer, es el
granito de arena que me siento comprometido a poner.
Bien sabemos cómo en nuestra sociedad
hay gente que hace muchas cosas buscando unos reconocimientos o que les
cuelguen unas medallas, cuando no unos beneficios palpables y ya sabemos de qué
índole, pero también quienes se inhiben porque no sienten nada en su conciencia
que moralmente les lleve a realizar muchas cosas que podrían hacer y que nos
beneficiaría a todos; que lo hagan los que tienen cargos para eso, suelen
decir, ¿qué es lo que yo voy a ganar con esos sacrificios dedicando mi tiempo
sin que reciba nada a cambio?
Pero también sabemos cuantas personas
calladamente, sin hacerse notar, siempre están con la preocupación de lo que
puedan hacer por los otros, por la sociedad en la que viven, o por esas
personas con problemas y necesidades que siempre encontramos en nuestro
entorno. Nunca quizá serán reconocidas, porque ellas tampoco lo buscan, sino
que sienten en si mismas que es lo que tenían que hacer.
Me surgen estas reflexiones desde lo
que hoy escuchamos en el evangelio. Un ejemplo y una imagen que nos propone Jesús
conforme quizás a las costumbres de su época pero que es en este sentido de lo
que venimos hablando de lo que quiere enseñarnos.
Lo aplicamos también al ámbito de
nuestra fe y de nuestra vida cristiana, al ámbito eclesial donde vivimos esa fe
y ese compromiso cristiano y creo que por una parte hemos de hacer un
reconocimiento de cuantas personas viven un compromiso muy concreto en tantos
servicios en el seno de la comunidad eclesial: voluntarios de cáritas,
visitadores de enfermos, catequistas, personas que en tantos ámbitos, en tantos
grupos en nuestras parroquias ofrecen su tiempo, su dedicación, su trabajo en
los servicios de la comunidad cristiana. Es lo que sienten que tienen que
hacer, es el compromiso de su fe y de su amor, es el servicio a los demás como
expresión de ese amor cristiano que tiene que brillar en nuestras vidas.
Es hora también de preguntarnos,
entonces, ¿Qué más puedo hacer yo? ¿En que compromiso voy a realizar mi vida?
¿Cuál es la riqueza que yo puedo aportar y que me daría un sentido y un valor
nuevo a mi vida? ¿Seguiré viviendo una vida vacía porque no soy capaz de dar
nada por los demás? Preguntas que quedan en el aire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario