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sábado, 22 de junio de 2019

Jesús nos señala cual es la prioridad de la vida del creyente buscando el Reino de Dios y su justicia para el bien del hombre


Jesús nos señala cual es la prioridad de la vida del creyente buscando el Reino de Dios y su justicia para el bien del hombre

2Corintios 12, 1-10; Sal 33; Mateo 6, 24-34
Todos en la vida tenemos unas prioridades explícitamente expresadas o al menos en la mente o en la intención de nuestro corazón. Aquellas cosas a las que le damos más importancia, a las que dedicamos más tiempo, que se vienen como a convertir en el leitmotiv de nuestro ser o de nuestro vivir. Es importante tenerlas porque eso dará fuerza y valor a nuestro caminar; malo es caminar sin rumbo o sin saber a qué es lo que tenemos que darle verdadera importancia.
Por supuesto que tenemos que tomarnos la vida con serenidad que indicaría la madurez con que vivimos la vida haciendo esa escala de valores guía de nuestra existencia, pero también hemos de reconocer – quizá por no tener claro qué es lo verdaderamente importante en la vida – que muchas veces esas prioridades que nos hemos marcado pudieran ser causa de agobio en ese nuestro actuar.
Y los agobios son malos compañeros, los agobios no nos dejan tener paz, los agobios pueden causarnos amarguras y tensiones en nuestro interior, los agobios pueden hacer que nuestra vida o nuestro actuar pudieran convertirse hasta en una pesadilla para los que nos rodean por la forma con que reaccionamos tantas veces. Por eso decimos son malos compañeros.
Sea cual sea el sentido que le demos a nuestra vida todos hemos de tener unas prioridades en la vida; las consideraremos más o menos acertadas, pero respetamos la decisión y el camino que cada uno quiera tomar. No es bueno caminar sin rumbo en la vida, iríamos como a lo loco, dando tumbos; lo contemplamos demasiadas veces en nuestro entorno, porque así la vida carecería de valores, aunque nosotros consideremos que otros son más importantes, pero hemos de respetar la decisión de cada uno sobre el rumbo de su vida. Cada uno ha de construir su propia madurez, aunque no quita para que nosotros ofrezcamos nuestros valores desde la fe que vivimos.
Es lo que nos ofrece hoy el evangelio, para nosotros y también como luz para nuestro mundo. Y es importante que alcancemos esa paz del espíritu desde la madurez con cada uno viva su propia situación y desde el rumbo que quiere darle a su vida. Hoy Jesús nos está señalando lo que es importante para nosotros y que muchas veces también nosotros que nos decimos cristianos olvidamos y caemos en esos agobios, como decíamos antes, que nos merman la paz de nuestro espíritu.
Hoy Jesús nos señala como no podemos andar divididos en nuestra vida por no saber descubrir lo que es verdaderamente prioritario. Por eso nos dice que  no podemos servir al mismo tiempo a Dios y al dinero. Recordemos que en párrafos anteriores nos invitaba a buscar el verdadero tesoro y que lo guardáramos donde no nos lo pudieran robar; y cuando nos hablaba de tesoros precisamente no nos hablaba de joyas ni riquezas.
Por eso hoy nos pide que no andemos agobiados ni siquiera con esas cosas de las que también tenemos que sentirnos responsables en la vida o de las que necesitamos para vivir. Ni por la comida ni por el vestir, nos dice, sino que si sabemos actuar con responsabilidad en la vida, Dios es Padre providente que estará a nuestro lado en toda situación y no nos faltará su ayuda.No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir’. Hemos de saber confiar en la Providencia de Dios, aunque eso no significa que abandonemos nuestras responsabilidades.
Finalmente nos dirá en sentencia con verdadera sabiduría: ‘Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura’. Dios, primero, como solemos decir en tantas ocasiones. Pero que no sean solo palabras, sino que sean las actitudes profundas de nuestro espíritu.
Y es que cuando Dios es primero estamos poniendo en su verdadero valor la persona y la vida. Porque decir que Dios es primero porque es el verdadero centro de nuestra vida, significa la importancia que le damos a la persona y a todo lo que atañe a su dignidad. Dios y su justicia, decimos. Dios y el bien de la persona, el bien de toda vida, el bien también de ese mundo en el que vivimos. Es nuestra responsabilidad, es la forma con que damos gloria a Dios, es en la forma con que vivimos la dignidad con que Dios ha dotado a toda persona. No caben, entonces, ni egoísmos ni injusticias, no cabe la insolidaridad ni la envidia, no cabe ni el mal ni nada que pueda dañar a nadie.
¿Será por ahí por dónde van nuestras prioridades? ¿Sabremos alcanzar esa paz de nuestro espíritu para vivir sin agobios ni angustias?

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