Jesús
nos propone metas altas, metas que rompen esquemas, metas que nos hacen ser
inconformistas porque así es siempre el camino del amor
2Corintios 8,1-9; Sal 145; Mateo 5,43-48
Somos buenos, decimos tantas veces, y
ya parece que nos quedamos contentos como si hubiéramos alcanzado una gran
meta. Somos buenos, decimos, no matamos a nadie, no levantamos grandes
testimonios como se suele decir, no me gusta hablar mal de nadie, pero hay
cosas que uno ve y que no le gustan y comentamos, pero levantar testimonios,
nunca, nos justificamos.
Somos buenos, pero parece que no
tenemos más ilusiones, nos contentamos como ya somos y no tenemos mayores
aspiraciones ni ilusiones. Alguien dijo que quien ya no tiene ilusiones ya está
comenzando a morir, ya está comenzando a dar olor a muerte, porque nos
aspiramos a algo mejor, a una superación, y simplemente nos dejamos ir, que es
como dejarse morir.
Hacemos lo que todos hacen, no tenemos
iniciativa de algo mejor para la vida, ni la nuestra ni la de los demás, nos
vamos arrastrando, y claro si nos molestan, reaccionamos, pero no para
despertar, sino para ponernos en actitud de defensa o de ataque; y claro no me
voy a quedar quieto, no me voy a quedar callado, no voy a mezclarme con quien
me hizo daño, nos ponemos lejos y trazamos fronteras o respondemos con guerra.
Jesús no nos quiere ni tan amorfos, ni
sin ilusiones de algo más, de algo mejor. Es más, Jesús nos propone metas
altas, metas que rompen esquemas, metas que nos hacen ser inconformistas con
nosotros mismos por querer algo mejor, e inconformistas con los demás aunque
respetemos los ritmos de cada uno, pero para los que queremos lo mejor, y les
ofreceremos lo mejor de nosotros mismos para ayudarles también a reaccionar y
despertar.
Tan alta es la meta que nos propone Jesús
que nos dice que tenemos que ser perfectos, como perfecto es nuestro Padre del
cielo, que tenemos que ser santos como es nuestro Padre del cielo. Y esa perfección
y santidad pasa por romper esos moldes a los que nos hemos acostumbrado pero
que nos damos cuenta que no son buen ideal. Por eso nos invita a entrar en una relación
nueva y distinta con los demás.
Nuestras relaciones no tienen que poner
distancias, que hacer discriminaciones, crear diferencias, guardar
resentimientos ni recelos, mantener desconfianzas. Es el camino del amor que
nos va a distinguir, que nos va a hacer distintos, que nos va a hacer soñar,
que nos va a comprometer con un sentido nuevo, con unos valores nuevos. Pero
eso tiene que estar presente siempre el perdón, y saber buscar lo que nos lleve
siempre a la reconciliación y a la paz, y crear nuevos lazos de amor y de
amistad, a vivir en una nueva comunión, a sentirnos en armonía con cuantos están
a nuestro lado y con toda la creación.
Será nuestro distintivo, lo que como un
suave y penetrante perfume atraerá a todos a ese nuevo sentido de vivir. Es el
olor del evangelio, es el buen olor de Cristo que perfuma nuestra vida y que perfumará
nuestro mundo, para crear ese mundo de paz. Es nuestro compromiso y nuestra
manera de hacer las cosas. Es la construcción del Reino de Dios.
Somos buenos pero podemos ser mejores.
La meta ideal que nos propone Jesús es bien alta y merece la pena intentarlo,
comprometernos a alcanzarla.
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