Ya es
hora de abrir bien los oídos para escuchar a Jesús y ponernos en camino de
forma comprometida a hacer el mundo mejor desde los valores de Jesús
2Corintios 6, 1-10; Sal 97; Mateo 5, 38-42
Yo soy amigo de mis amigos, solemos
decir con frecuencia, y ayudo al que me ayuda. Es una actitud muy frecuente en
la vida y muchas veces hacemos gala de que somos así, como si fuera una gran
cosa o estuviéramos haciendo una cosa extraordinaria. Pero si nos ponemos a
pensar un poquito creo que podemos darnos cuenta de que es una amistad o una
ayuda muy interesada; pareciera que estuviéramos haciendo compraventa de
nuestra amistad y de nuestras ayudas. Si tu no me ayudas a mi nunca, ¿por qué
tengo que ayudarte yo a ti? Pensamos y decimos y actuamos desde ese baremo.
Ya nos dirá Jesús en otra ocasión en el
evangelio qué es lo que hacemos de especial si hacemos simplemente lo que hace
todo el mundo. Saludar a los que te saludan nos dice Jesús eso lo hacen hasta
los gentiles. Y es que Jesús viene a darnos un sentido nuevo de las cosas donde
pongamos verdadera generosidad en nuestro corazón, donde seamos capaces de
romper barreras para ir más allá de lo que le parece bien a todo el mundo. Ya
nos pondrá El de modelo su propio amor. Y esa es la maravilla.
Y esa es la lástima que constatamos en
la vida de cada día, en nuestras mutuas relaciones, en lo que es esa presencia
tan diluida de los cristianos en medio del mundo. Si nos dice Jesús en otro
momento que tenemos que ser sal de la tierra, significa que otro sabor tenemos
que darle; cuando le ponemos sal a la comida buscamos darle otro sabor, que
sepan de una manera deliciosa aquellos alimentos que estamos cocinando, que nos
lo hagan apetitosos.
Pero nos sucede que hoy los cristianos
en medio del mundo no contagiamos de nada nuevo, porque nada nuevo y distinto
de un valor superior estamos haciendo, sino que nos contentamos con lo que todo
el mundo hace. Muchas veces nos encontramos a gente que no tienen los valores
de la fe que nosotros tenemos y que sin embargo son más comprometidos que
nosotros, se mojan por así decirlo en aquellas cosas por las que se comprometen
en su lucha por la justicia y por hacer desde su manera de pensar un mundo
mejor. Mientras nosotros los cristianos andamos como descafeinados, queremos
ser café, pero no llevamos ese café bueno y oloroso en la vida que lo haga
apetitoso a aquellos a los que les pueda llegar el olor.
Jesús nos pide seriedad en nuestros
planteamientos, compromiso en el camino del amor, implicarnos de verdad en
hacer que las cosas sean distintas, y que entonces nos andemos desde nuestras
concepciones mezquinas y raquíticas del amor porque no hemos terminado de
escuchar lo que Jesús nos plantea. Es lo que nos viene a decir hoy en el
evangelio.
Cualquiera que se siente agraviado por
los demás trata de responder con la misma moneda y a la larga nos estamos
poniendo a su mismo nivel. Otro tiene que ser nuestro estilo. Al que viene
contra nosotros haciéndonos el mal tenemos que saber hacerle frente no haciendo
el mismo mal, sino transformándolo todo y respondiendo desde el amor,
respondiendo haciendo el bien.
Hemos de saber escuchar con corazón
abierto y generoso las palabras de Jesús. Nos las sabemos incluso de memoria
sin embargo no han hecho mella en nuestro corazón porque nosotros seguimos
actuando de la misma manera. Ya es hora de que abramos bien los oídos para
escuchar a Jesús y nos pongamos en camino de verdad y de una forma comprometida
a hacer ese mundo mejor desde esos valores que Jesús nos está enseñando en el
evangelio.
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