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lunes, 17 de junio de 2019

Ya es hora de abrir bien los oídos para escuchar a Jesús y ponernos en camino de forma comprometida a hacer el mundo mejor desde los valores de Jesús


Ya es hora de abrir bien los oídos para escuchar a Jesús y ponernos en camino de forma comprometida a hacer el mundo mejor desde los valores de Jesús

2Corintios 6, 1-10; Sal 97; Mateo 5, 38-42
Yo soy amigo de mis amigos, solemos decir con frecuencia, y ayudo al que me ayuda. Es una actitud muy frecuente en la vida y muchas veces hacemos gala de que somos así, como si fuera una gran cosa o estuviéramos haciendo una cosa extraordinaria. Pero si nos ponemos a pensar un poquito creo que podemos darnos cuenta de que es una amistad o una ayuda muy interesada; pareciera que estuviéramos haciendo compraventa de nuestra amistad y de nuestras ayudas. Si tu no me ayudas a mi nunca, ¿por qué tengo que ayudarte yo a ti? Pensamos y decimos y actuamos desde ese baremo.
Ya nos dirá Jesús en otra ocasión en el evangelio qué es lo que hacemos de especial si hacemos simplemente lo que hace todo el mundo. Saludar a los que te saludan nos dice Jesús eso lo hacen hasta los gentiles. Y es que Jesús viene a darnos un sentido nuevo de las cosas donde pongamos verdadera generosidad en nuestro corazón, donde seamos capaces de romper barreras para ir más allá de lo que le parece bien a todo el mundo. Ya nos pondrá El de modelo su propio amor. Y esa es la maravilla.
Y esa es la lástima que constatamos en la vida de cada día, en nuestras mutuas relaciones, en lo que es esa presencia tan diluida de los cristianos en medio del mundo. Si nos dice Jesús en otro momento que tenemos que ser sal de la tierra, significa que otro sabor tenemos que darle; cuando le ponemos sal a la comida buscamos darle otro sabor, que sepan de una manera deliciosa aquellos alimentos que estamos cocinando, que nos lo hagan apetitosos.
Pero nos sucede que hoy los cristianos en medio del mundo no contagiamos de nada nuevo, porque nada nuevo y distinto de un valor superior estamos haciendo, sino que nos contentamos con lo que todo el mundo hace. Muchas veces nos encontramos a gente que no tienen los valores de la fe que nosotros tenemos y que sin embargo son más comprometidos que nosotros, se mojan por así decirlo en aquellas cosas por las que se comprometen en su lucha por la justicia y por hacer desde su manera de pensar un mundo mejor. Mientras nosotros los cristianos andamos como descafeinados, queremos ser café, pero no llevamos ese café bueno y oloroso en la vida que lo haga apetitoso a aquellos a los que les pueda llegar el olor.
Jesús nos pide seriedad en nuestros planteamientos, compromiso en el camino del amor, implicarnos de verdad en hacer que las cosas sean distintas, y que entonces nos andemos desde nuestras concepciones mezquinas y raquíticas del amor porque no hemos terminado de escuchar lo que Jesús nos plantea. Es lo que nos viene a decir hoy en el evangelio.
Cualquiera que se siente agraviado por los demás trata de responder con la misma moneda y a la larga nos estamos poniendo a su mismo nivel. Otro tiene que ser nuestro estilo. Al que viene contra nosotros haciéndonos el mal tenemos que saber hacerle frente no haciendo el mismo mal, sino transformándolo todo y respondiendo desde el amor, respondiendo haciendo el bien.
Hemos de saber escuchar con corazón abierto y generoso las palabras de Jesús. Nos las sabemos incluso de memoria sin embargo no han hecho mella en nuestro corazón porque nosotros seguimos actuando de la misma manera. Ya es hora de que abramos bien los oídos para escuchar a Jesús y nos pongamos en camino de verdad y de una forma comprometida a hacer ese mundo mejor desde esos valores que Jesús nos está enseñando en el evangelio.

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