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domingo, 23 de junio de 2019

Nos pide Jesús que hagamos lo mismo que El hizo viviendo su misma entrega y entrando en la misma sintonía de amor



Nos pide Jesús que hagamos lo mismo que El hizo viviendo su misma entrega y entrando en la misma sintonía de amor

Génesis 14, 18-20; Sal 109; 1Corintios 11, 23-26; Lucas 9, 11b-17
‘Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía… Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva…’
Es lo que san Pablo nos transmite como una Tradición que a su vez él mismo ha recibido del Señor. Es lo que se convierte en el centro de nuestra celebración y de nuestra vida. Es lo que hoy de manera especial, pero siempre queremos vivir cada vez que celebramos la Eucaristía.
Es la entrega del Señor. ‘El Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo… se entregó El’. Podría parecer que son los hombres los que entregan a Jesús cuando atentan contra su vida y lo llevan ante Pilato para ser ejecutado, pero es El quien se entrega. Ya lo había expresado, ‘nadie me quita mi vida sino que yo la entrego libremente’ y así lo contemplaremos en Getsemaní que se adelanta a los que le buscan. ‘¿A quién buscáis?... Yo soy’ y da el paso adelante, se entrega.
Por eso en la noche de la cena pascual, se adelanta. ‘Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros… Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre’. Es la entrega de Jesús camino y ejemplo de nuestra entrega. ‘Haced esto en memoria mía’, les dice y nos dice. Hacemos memoria del Señor, hacemos memoria de su entrega, hacemos memoria de su vida, hacemos memoria de su amor. 
Hoy está de moda hablar de la memoria histórica, y quien no hace memoria de su historia parece que está olvidándose de sus orígenes, de sus raíces, de valor y del sentido de su vida, porque nacemos y vivimos en un momento de la historia que tiene su continuidad como tiene sus raíces, lo pasado, lo vivido que ha construido el presente. Y quien olvida su historia está olvidando algo muy importante de la razón de ser de su vida; por eso hemos de hacer buena memoria y no tergiversar tampoco la historia, como muchas veces quizá queremos hacer a nuestra conveniencia. Mal construimos así nuestra vida y la vida de nuestro pueblo.
Jesús nos pide hacer memoria suya porque en esa vida de Jesús y de su entrega de amor estamos hundiendo nuestra vida en Dios. Y no podemos desdecirnos de esa historia de amor y de entrega, sino que precisamente eso nos está pidiendo que nosotros hagamos lo mismo que Jesús. Porque Jesús nos está pidiendo que hagamos lo mismo. ‘Haced esto…’, nos dice
¿Qué hemos visto hoy en el evangelio? Jesús que cuando llega a aquel lugar se encuentra con una multitud hambrienta y dolorida. Se detiene con ellos, les habla, les cura y finalmente los alimenta, podemos resumir el evangelio. Pero en medio hay algo que le está diciendo a los discípulos, que nos está diciendo a nosotros. ‘Dadles vosotros de comer’. Los discípulos le habían manifestado con compasión que aquella gente está hambrienta, que están lejos de poblados, que no tienen allí con qué alimentarlos y lo mejor es que regresen a sus hogares, pero Jesús les dice: ‘Dadles vosotros de comer’.
Hoy nos dice ‘haced esto en memoria mía’. ¿Qué ha hecho Jesús? Es el momento de su entrega, de la entrega de amor infinito y nos está pidiendo que nosotros vivamos también en esa entrega de amor. Es abrir entonces nuestros ojos a la compasión, es poner el corazón en sintonía de amor, es ser capaces de captar donde está la necesidad, es ponernos manos a la obra ante la tarea inmensa del mundo hambriento que nos rodea.
Nos lo está recordando hoy con su Palabra en esta fiesta grande de la Eucaristía. Litúrgicamente llevaremos en procesión el Sacramento del Cuerpo de Cristo por nuestras calles. Tiene que ser todo un signo de cómo nosotros salimos también por nuestras calles, por nuestro mundo al encuentro de nuestros hermanos, al encuentro del sufrimiento de los hombres y mujeres de hoy, al encuentro de tantas almas tristes y sin esperanza, al encuentro de ese mundo donde hay tanto sufrimiento porque falta paz, al encuentro de tantos que indiferentes pasan por la vida sin sensibilidad para tener compasión en el corazón, al encuentro de los hermanos que creen y de aquellos que han perdido toda esperanza y les parece que ya no tienen nada en qué creer, al encuentro de los que quizá confundidos en la orientación que le dan a sus vidas crean guerras y violencias allí donde están o con aquellos con los que conviven o viven solo pensando en si mismos, al encuentro de ese mundo que nos rodea que muchas veces parece que se nos vuelve hostil.
La procesión de este día es el signo de todo ese trabajo que tenemos que realizar cuando nos dice Cristo que les demos de comer, o cuando nos manda hoy que hagamos lo mismo que El hizo en memoria suya. No es una memoria de la mente, tiene que ser una memoria hecha desde el corazón porque nos tiene que llevar a un compromiso serio e importante, porque ahí a ese mundo con esos sufrimientos tenemos que alimentar, tenemos que iluminar con una nueva luz. Es el anuncio del Evangelio de Jesús que tenemos que realizar, pero un evangelio de Jesús que tenemos que presentar plasmado en nuestras vidas.
No sean solo unos adornos los que pongamos en nuestras calles con nuestras flores o con nuestro arte – que también tenemos que hacerlo, ¿por qué no? – pero que tiene que llevarnos a un compromiso más grande para hacer lo mismo que hizo Jesús, para vivir la misma entrega que vivió Jesús. No olvidemos que estamos proclamando la muerte de Jesús hasta que El vuelva.


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