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jueves, 27 de junio de 2019

Nos habla Jesús de la necesaria profundidad que tenemos que darle a nuestra vida poniéndole verdaderos cimientos fundamentados en lo que es la voluntad de Dios


Nos habla Jesús de la necesaria profundidad que tenemos que darle a nuestra vida poniéndole verdaderos cimientos fundamentados en lo que es la voluntad de Dios

Génesis 16, 1-12. 15-16; Sal 105; Mateo 7,21-29
‘Eso ya lo sé, pero…’ habremos escuchado más de una vez que nos responden cuando le decimos o comentamos algo sobre lo que debe hacer o cual es el sentido de lo que hacemos o tenemos que hacer. Ya lo saben, ya lo sabemos, nos decimos nosotros también en tantas ocasiones, pero luego no actuamos conforme a eso que decimos que sabemos sino que ponemos ‘peros’, decimos que las circunstancias, que no siempre se pueden hacer las cosas, que la gente hace o quiere otra cosa… y al final nuestro actuar está bien distante de aquello que sabemos que deberíamos hacer.
Incongruencias de la vida, en las que todos podemos caer, porque quizá estamos más pendientes de qué dirán, o aparecen nuestros intereses muy personales o muy egoístas como queramos llamarlos, pero quizá olvidamos la rectitud en nuestro actuar, de unos principios o valores que tendrían que motivar nuestra vida, y así vamos con el pensamiento por un lado y la vida en su actuar por otro.
Nos falta firmeza quizá en nuestras convicciones, nos falta una profundidad en la vida porque nos es más fácil dejarnos arrastrar por cosas superficiales que no llegan a comprometernos, nos falta un compromiso serio en la vida. Y hablamos de muchos aspectos humanos de la vida, en el trabajo, en el familia, en las relaciones sociales, o de lo más intimo de nuestro yo, como podemos hablar de nuestra fe y de nuestro seguimiento de Jesús que muchas veces es muy frió y poco comprometido.
Nos habla Jesús de la necesaria profundidad que tenemos que darle a nuestra vida poniéndole verdaderos cimientos. La casa edificada sobre roca o sobre arena, como hoy nos dice. ¿En qué verdaderamente fundamentamos nuestra vida? ¿Cuáles son sus verdaderos cimientos? Por esa superficialidad con que actuamos, vamos y venimos como una veleta llevada por el viento. Y cuando hay superficialidad pronto nos cansaremos de todo y terminaremos abandonando. Cómo tendríamos que cuidar esa espiritualidad de nuestra vida que le dé verdadera hondura.
Tenemos que pararnos mucho a pensar, a rumiar dentro de nosotros lo que vamos viendo y lo que nos va sucediendo. Será así cómo aprendamos, como le sacaremos verdaderas lecciones a la vida, pero con unos criterios bien formados. Y para un cristiano el criterio de nuestro actuar está en el evangelio. No siempre lo conocemos lo suficiente, no siempre lo hemos rumiado en nuestro corazón, no siempre sabemos pasar la vida o lo que nos sucede por ese tamiz del evangelio para confrontar así lo que hacemos con los valores que nos enseña Jesús. Por eso parece que andamos muchas veces como cojos o como ciegos, porque por falta de profundidad para que no tenemos donde apoyarnos de verdad y en todo tropezamos.
Por eso hoy nos dice Jesús que no nos basta que digamos ‘¡Señor, Señor!’. Es necesario algo más. Nuestro reconocimiento de que Jesús es el Señor de nuestra vida no se puede quedar en palabras, tendrá que traducirse en los hechos de nuestra vida; y la norma y el criterio que tenemos que seguir son los mandamientos del Señor. Cumplir los mandamientos, porque de lo contrario nuestra vida estaría vacía de contenido.
Somos muy dados a mantenernos solamente en una religiosidad natural, que podríamos llamar así. ‘Yo soy muy religioso’ decimos tantas veces porque visitamos un santuario de la Virgen, le llevamos unas flores o encendemos unas luces, no nos perdemos quizá una procesión o rezamos todas las noches a nuestros muertos.
Pero luego seguimos con nuestra vida de siempre y nuestros criterios están bien lejos del sentir del evangelio, nuestra manera de actuar está bien lejana de lo que es el cumplimiento de los mandamientos. No traducimos en nuestra vida concreta y de cada día esa religiosidad que manifestamos en algunos actos de nuestra vida. Es lo que tenemos que plantearnos seriamente y es a lo que Jesús hoy nos está invitando en el evangelio.

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