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lunes, 24 de junio de 2019

Fiestas de san Juan, fiestas de luz y de fuego purificador, invitación a quemar cuanto de negativo pervive en nosotros como inicio de nuevos tiempos de armonía y fraternidad


Fiestas de san Juan, fiestas de luz y de fuego purificador, invitación a quemar cuanto de negativo pervive en nosotros como inicio de nuevos tiempos de armonía y fraternidad

Isaías 49, 1-6; Sal 138; Hechos 13, 22-26; Lucas 1, 57-66. 80
‘¿Qué va a sep de este niño?’, se preguntaban las gentes del lugar. La noticia había corrido por toda la montaña. Isabel, ya anciana, la mujer de Zacarías el sacerdote había dado a luz un niño. Y allí se estaban obrando las maravillas del Señor. Sacaría había estado mudo desde la vuelta del servicio sacerdotal en el templo de Jerusalén hacía nueve meses; ahora había recobrado el habla cuando discutían cuál había de ser el nombre del niño y había prorrumpido en cánticos de alabanza al Señor. ‘La mano del Señor estaba con él’, reconocían.
Es el niño cuyo nacimiento hoy estamos celebrando. Un ángel le había anunciado su nacimiento a Zacarías allá en el templo cuando hacía la ofrenda del incienso aquella tarde. Ya le había anunciado que venía con el poder y el espíritu de Elías porque venía con misión de reconciliación y había de preparar los caminos del Señor como habían anunciado los profetas.
Profeta del Altísimo lo había llamado ahora su padre en cántico de alabanza al Señor, porque su misión era ir delante del que había de venir para preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto. En esa misión lo contemplaremos mas tarde en el desierto entre austeridades y penitencias invitando a la conversión porque ya en medio de ellos estaba a quien él no se consideraba digno de desatar las correas de sus sandalias. Y las gentes vendrían de Jerusalén y de Judea, de Galilea y de todas partes para escuchar su mensaje y para someterse a aquel bautismo que purificaba sus corazones en la conversión para preparar los caminos del Señor.
Hoy nosotros celebramos su nacimiento. Nos unimos a la alegría de aquellos lugares de las montañas donde las gentes se admiraban de su nacimiento y de cuantas cosas estaban sucediendo en su entorno. Nos alegramos con toda la Iglesia porque seguimos escuchando su mensaje que nos invita a la conversión, que nos invita a ser un pueblo bien dispuesto a escuchar la Buena Nueva del Evangelio que Jesús nos viene a traer.
Así lo escuchamos con toda intensidad sobre todo el tiempo del Adviento porque son sus espíritu nosotros también queremos prepararnos para la llegada del Señor en nuestra vida que celebramos en la Navidad. Pero no es solo entonces cuando hemos de escucharle y ahora cuando celebramos su nacimiento no solo hemos de llenarnos de alegría en tantas fiestas que por todas partes en su día se hacen en su honor, sino que hemos de sentir su mensaje que sigue vivo para nosotros porque siempre hemos de estar dispuestos a abrir nuestro corazón al Señor.
Se unen en este equinoccio del verano muchas fiestas que se celebran en la entrada del verano por todas partes unida a muchas tradiciones ancestrales medio con resabios de fiestas paganas que intentamos darles también un sentido cristiano. Bueno es tener buenos deseos para unos y para nosotros en este comienzo de temporada porque siempre todo lo bueno que deseemos para los demás puede ser un principio de acercamiento a los otros al tiempo que una disposición interior para hacer siempre lo bueno a favor de los demás.
Unimos en esta fiesta de luz, - en los días en nuestro hemisferio más largos en su luminosidad del año, aunque en el otro hemisferio la mayor oscuridad de los días puede hacerles desear el que pronto lleguen a ellos esos días de luz y de calor – unimos, digo, a las fiestas del fuego purificador. Es quemar, sí, cuanto de negativo haya en nuestra vida queriendo ahogar en el fuego todos los malos sentimientos que muchas veces pueden llenar nuestro corazón queriendo arrancar de nuestro corazón para arrojar en ese fuego purificador esos malos deseos de odio o de egoísmo, de violencias o de envidias y reticencias para comenzar unos nuevos tiempos de armonía y más solidaridad.
Démosle sentido a esas tradiciones ancestrales que se mantienen en la memoria de nuestros pueblos que no sean solamente una ocasión de fiestas que se puedan transformar en orgías de desenfreno destructoras de nosotros mismos arrastrados por la pasión, sino que sean promesa verdadera de un inicio de un nuevo sentido y de la vivencia de unos buenos valores que construyan nuestra vida y mejoren nuestra sociedad.

Nos alegramos en la fiesta del nacimiento de san Juan. Nuestro corazón se llena de regocijo y en medio de estas fiestas tradicionales que en su honor celebramos no perdamos de vista su mensaje que nos invita a transformar nuestro corazón quemando cuando de negativo pueda anidar en él para iniciar así purificados un nuevo sentido de vivir que en Jesús encontraremos en plenitud.

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