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sábado, 8 de septiembre de 2018

Hoy nos toca felicitar a la Madre, María, en su nacimiento, la felicitamos y nos felicitamos sin cansarnos de decirle piropos de amor con la mejor de las alabanzas


Hoy nos toca felicitar a la Madre, María, en su nacimiento, la felicitamos y nos felicitamos sin cansarnos de decirle piropos de amor con la mejor de las alabanzas

Miqueas 5, 1-4ª; Sal 12; Mateo 1,1-16.18-23

Hoy nos toca felicitar a la Madre; hoy nos toca felicitar a María, la Madre del Señor, nuestra madre también. Es su día, es el día de su nacimiento. Nos alegramos con María, nos felicitamos con María. Como ella decimos también ‘desborda de gozo mi espíritu en Dios mi salvador’, desborda de gozo nuestro corazón con María, la Madre del Señor.
La felicitamos a ella, a la que llamarán dichosa todas las generaciones. Y las madres sienten un regocijo en su alma cuando los hijos tienen un recuerdo para ellas, cuando las felicitamos en su día y queremos obsequiarle lo mejor de nuestro amor. le hacemos regalos, buscamos ramos de flores que ofrecerle, no sabemos qué cosa mejor le podemos ofrecer y todos son cariños para nuestra madre repitiéndole una y otra vez cuanto la queremos, lo dichosos que nos sentimos con ella, porque para nosotros es la mejor mujer del mundo, la que nos dio nuestro ser.
Así queremos hacer con María en el día de su cumpleaños. Y es que no solo la queremos felicitar, sino que queremos decir lo felices que nosotros nos sentimos con una madre así. Nos felicitamos con María, nos regocijamos con María, nos queremos sentir unidos desde lo más hondo de nosotros mismos con María, como lo queremos hacer con nuestra madre, y tanto es lo que queremos unirnos a ella que a ella queremos parecernos, de ella queremos copiar sus mejores virtudes, sus mejores valores, como los hijos hacen siempre con la madre.
Es la mayor dicha que puede sentir una madre el que le digan que su hijo se le parece; es la mayor dicha que nosotros podemos sentir que nos puedan decir también que nos parecemos a nuestra madre. Así queremos hacer con María, nos revestimos de María, nos vestimos de María porque igual que ella es el molde en el que se hizo Jesús como hombre, así nosotros queremos meternos también en ese molde de María no solo ya para parecernos a ella, sino para sentirnos profundamente configurados con Cristo, con la misma figura de Cristo, con sus mismos sentimientos y actitudes, con su mismo amor. Jesús como hombre se configuró en su corazón, pues todo eso que Jesús aprendió de María, nosotros también queremos aprender de ella.
No queremos hacernos ahora hacernos grandes consideraciones y hacer poco menos que unas listas de las virtudes de María, sino que simplemente como hacen todos los hijos con su madre en su día, sentirnos felices y dichosos con ella y hacerla a ella también feliz y dichosa porque le mostramos nuestro amor, porque le queremos decir y repetir, cantar una y otra vez las felicitaciones y cuanto la amamos.
Mostrémosle nuestro amor con la santidad de nuestra vida, pareciéndonos a ella. Gocémonos con María y llevémosla siempre muy presente en nuestro corazón y en nuestra vida. No temamos ni nos de vergüenza decirle piropos a María, cantando asi con la alabanza a María las alabanzas del Señor.

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