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miércoles, 5 de septiembre de 2018

En los sencillos y en los pequeños descubrimos el Reino de Dios, a través de las cosas sencillas y pequeñas hechas con amor hacemos crecer el Reino de Dios



En los sencillos y en los pequeños descubrimos el Reino de Dios, a través de las cosas sencillas y pequeñas hechas con amor hacemos crecer el Reino de Dios

1Corintios 3, 1 9; Sal 32; Lucas 4, 38 44

Siempre en nuestro entorno nos encontramos personas así, esas personas que lo están en todo; serviciales, siempre dispuestas a echar una mano, que cuando surge algún problema allí aparece ella dispuesta a todo, encontrando una solución, buscando quien es el que puede hacerlo mejor, olvidándose de si misma y hasta de sus cosas con tal de prestar un servicio, ayudar a alguien, desvivirse por los demás.
Algunas veces quizá nos pasan desapercibidas porque realmente no hacen ruido, no hacen alarde nunca de lo que hacen, pero apareciendo en el momento oportuno, con quien sabemos siempre que podemos contar, que no hace falta decirle nada para saber estar en ese momento. Es una riqueza que poseemos en nuestras comunidades y que quizá no siempre sabemos apreciar ni valorar, pero son gentes maravillosas que tendríamos que saber imitar.
Me ha venido este pensamiento, que parece no venir a cuento pero que creo que son cosas ante las que tenemos que abrir bien los ojos para descubrirlas y valorarlas, a partir de un gesto que casi pasa desapercibido en el evangelio de hoy y que nos está manifestando de alguna manera como se va mostrando el Reino de Dios que Jesús nos anuncia. Es el gesto de la suegra de Pedro, que puede ser el gesto de esas personas anónimas que antes recordábamos que aparecen en medio de nuestras comunidades y que son hermosas semillas del Reino de Dios entre nosotros.
Habían salido de la sinagoga aquel sábado, después de escuchar la Palabra de Jesús pero también de ver los signos que realizaba en la curación de aquel hombre poseído por un espíritu maligno. La casa de Simón se está convirtiendo en punto de encuentro y hogar también para Jesús en Cafarnaún. Allí llegan rodeados de gentes que no paran en alabanzas por las maravillas que ven hacer a Ges y le dicen que la suegra de Simón está enferma. Ya escuchamos en el evangelio. Jesús la levanta de su postración y se le pasan las fiebres. Pero ahí aparece el gesto de aquella mujer que queremos resaltar, ‘inmediatamente se puso a servirles’.
Inmediatamente, no fue necesario tener espacios de recuperación. Inmediatamente como es la disposición del amor para el servicio; inmediatamente allí donde sea necesario; inmediatamente olvidándose de si misma; inmediatamente porque siempre hay una cosa buena que hacer; inmediatamente sin que nadie lo pida, pero detectando allí donde hay una necesidad; inmediatamente sin hacer ruido porque lo única música que se ha de escuchar es la del amor.
El evangelio nos seguirá hablando de cómo al atardecer muchos vinieron con sus dolencias y enfermedades hasta Jesús para que los curara y que a la mañana siguiente se encontrarían a Jesús orando en lugar descampado, pero que aunque aquí lo buscan El ha de ir a otras partes. No es que no le demos importancia a todo esto que nos dice el evangelio, pero creo que es bueno quedarnos un poquito reflexionando en la disponibilidad de aquella sencilla mujer. Es que ella está reflejando ya lo que Jesús nos está anunciando, está siendo un reflejo de las actitudes de Jesús para servir, para ir a buscar la oveja perdida, para llegar a todos sitios, porque en todos los sitios ha de resplandecer la luz, ha de amanecer un mundo nuevo.
La suegra de Pedro también nos está enseñando eso, no está lejos del Reino de Dios que Jesús nos anuncia. En los sencillos y en los pequeños descubrimos el Reino de Dios, a través de las cosas sencillas y pequeñas hechas con amor hacemos crecer el Reino de Dios.


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