En los sencillos y en los pequeños descubrimos el Reino de Dios, a través de las cosas sencillas y pequeñas hechas con amor hacemos crecer el Reino de Dios
1Corintios 3, 1 9; Sal 32; Lucas 4, 38 44
Siempre en nuestro entorno nos encontramos personas así, esas personas
que lo están en todo; serviciales, siempre dispuestas a echar una mano, que
cuando surge algún problema allí aparece ella dispuesta a todo, encontrando una
solución, buscando quien es el que puede hacerlo mejor, olvidándose de si misma
y hasta de sus cosas con tal de prestar un servicio, ayudar a alguien,
desvivirse por los demás.
Algunas veces quizá nos pasan desapercibidas porque realmente no hacen
ruido, no hacen alarde nunca de lo que hacen, pero apareciendo en el momento
oportuno, con quien sabemos siempre que podemos contar, que no hace falta
decirle nada para saber estar en ese momento. Es una riqueza que poseemos en
nuestras comunidades y que quizá no siempre sabemos apreciar ni valorar, pero
son gentes maravillosas que tendríamos que saber imitar.
Me ha venido este pensamiento, que parece no venir a cuento pero que
creo que son cosas ante las que tenemos que abrir bien los ojos para
descubrirlas y valorarlas, a partir de un gesto que casi pasa desapercibido en
el evangelio de hoy y que nos está manifestando de alguna manera como se va
mostrando el Reino de Dios que Jesús nos anuncia. Es el gesto de la suegra de
Pedro, que puede ser el gesto de esas personas anónimas que antes recordábamos
que aparecen en medio de nuestras comunidades y que son hermosas semillas del
Reino de Dios entre nosotros.
Habían salido de la sinagoga aquel sábado, después de escuchar la
Palabra de Jesús pero también de ver los signos que realizaba en la curación de
aquel hombre poseído por un espíritu maligno. La casa de Simón se está
convirtiendo en punto de encuentro y hogar también para Jesús en Cafarnaún.
Allí llegan rodeados de gentes que no paran en alabanzas por las maravillas que
ven hacer a Ges y le dicen que la suegra de Simón está enferma. Ya escuchamos
en el evangelio. Jesús la levanta de su postración y se le pasan las fiebres.
Pero ahí aparece el gesto de aquella mujer que queremos resaltar, ‘inmediatamente
se puso a servirles’.
Inmediatamente, no fue necesario tener espacios de recuperación.
Inmediatamente como es la disposición del amor para el servicio; inmediatamente
allí donde sea necesario; inmediatamente olvidándose de si misma;
inmediatamente porque siempre hay una cosa buena que hacer; inmediatamente sin
que nadie lo pida, pero detectando allí donde hay una necesidad; inmediatamente
sin hacer ruido porque lo única música que se ha de escuchar es la del amor.
El evangelio nos seguirá hablando de cómo al atardecer muchos vinieron
con sus dolencias y enfermedades hasta Jesús para que los curara y que a la
mañana siguiente se encontrarían a Jesús orando en lugar descampado, pero que
aunque aquí lo buscan El ha de ir a otras partes. No es que no le demos
importancia a todo esto que nos dice el evangelio, pero creo que es bueno
quedarnos un poquito reflexionando en la disponibilidad de aquella sencilla
mujer. Es que ella está reflejando ya lo que Jesús nos está anunciando, está
siendo un reflejo de las actitudes de Jesús para servir, para ir a buscar la
oveja perdida, para llegar a todos sitios, porque en todos los sitios ha de
resplandecer la luz, ha de amanecer un mundo nuevo.
La suegra de Pedro también nos está enseñando eso, no está lejos del
Reino de Dios que Jesús nos anuncia. En los sencillos y en los pequeños
descubrimos el Reino de Dios, a través de las cosas sencillas y pequeñas hechas
con amor hacemos crecer el Reino de Dios.
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