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viernes, 7 de septiembre de 2018

Vivimos el Reino nuevo de Dios y el banquete de bodas con todo su sentido de alegría y de fiesta es la nueva manera de nuestro vivir


Vivimos el Reino nuevo de Dios y el banquete de bodas con todo su sentido de alegría y de fiesta es la nueva manera de nuestro vivir

1Corintios 4, 1-5; Sal 36; Lucas 5, 33-39

Vernos separados de la persona que amamos nos resulta doloroso; sentimos la añoranza de su presencia, a la mente nos vienen los recuerdos de los momentos hermosos que junto a esa persona vivimos, ansiamos y deseamos estar con ella y en nuestro corazón sentimos el dolor de su ausencia. En muchas ocasiones esa separación se nos hace tan dura que parece que perdemos el gusto o el sentido de todo y nos parece que se nos acaban las ganas de vivir. Sin embargo siempre permanece la esperanza de un nuevo reencuentro y soñamos con los momentos felices que podremos volver a vivir, por eso el dolor de la separación parece que se mitiga en esa esperanza que nos anima y nos hace estar deseando ese nuevo día.
Son experiencias humanas que vivimos en distintos momentos a lo largo de la vida, un viaje, una necesidad de cambiar de residencia, unas obligaciones laborales, u otras circunstancias que se nos pueden hacer más dolorosas y difíciles de sobrellevar que en ocasiones se nos vuelven traumas para el corazón. Son experiencias humanas de las que tenemos que trascendernos porque nos pueden estar hablando también de experiencias del espíritu, experiencias que como creyentes y cristianos podemos vivir.
Son los momentos de gracia que como cristianos podemos vivir cuando sentimos fuertemente la presencia del Señor en nuestro corazón y en nuestra vida que nos dan un sentido muy especial a nuestro vivir. Es el gozo y la alegría que siempre ha de cantar en el corazón del cristiano porque se sabe gozosamente amado y no pierde de vista de ninguna manera esa presencia del Señor en su vida, aunque puedan aparecer humanamente momentos duros por las pruebas o las dificultades que pasemos, por enfermedades o limitaciones que quizá tengamos que soportar, u otros momentos dolorosos de la vida.
Pero el cristiano no pierde nunca la alegría del Espíritu en su corazón. Se sabe amado y se sabe lleno del Espíritu del Señor. No tienen entonces que atormentarse ni buscar por si mismo momentos o situaciones de sufrimiento porque la alegría del Espíritu canta en su corazón. No es fácil en ocasiones, porque pueden ser muchas las tormentas que nos envuelvan, pero vivimos con seguridad, la seguridad y la confianza en el amor del Señor.
El evangelio hoy nos habla de ayunos y sacrificios que le reprochan los fariseos a los discípulos de Jesús porque no hacen. En el sentido con que lo Vivian los fariseos el ayunar era algo así como un luto, porque incluso externamente en su porte así habían de manifestarse cuando ayunaban. Y Jesús les dice que sus discípulos no necesitan de esas apariencias ni tienen que estar con esos duelos, porque los amigos del novio cuando están en la boda de su amigo lo han de vivir con gozo y alegría. Lejos entonces de los discípulos de Jesús los llantos y los lutos, porque están con Jesús. No olvidemos cuantas veces Jesús compara el Reino de Dios con un banquete de bodas. Y así tienen que estar viviendo, con ese sentido, los discípulos de Jesús el Reino de Dios al que Jesús le está invitando.
Así tenemos que vivir nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús. Vivimos el Reino nuevo de Dios y el banquete de bodas con todo su sentido de alegría y de fiesta es la nueva manera de nuestro vivir. Vistámonos el traje nuevo de fiesta que ha de vestir siempre el hombre nuevo del Reino de Dios.

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