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sábado, 24 de diciembre de 2022

Cuidado no nos entretengamos en navidad en cosas que no son tan esenciales y tengamos una fiesta de navidad sin vivir la visita de Dios a su pueblo que nos llega en Jesús

 


Cuidado no nos entretengamos en navidad en cosas que no son tan esenciales y tengamos una fiesta de navidad sin vivir la visita de Dios a su pueblo que nos llega en Jesús

2Samuel7, 1-5.9 -11.16; Salmo 88; Lucas, 1, 67-79

Cuando en la vida estamos esperando algo con ansia y muchos deseos y ya vemos como inminente la solución de aquellos problemas, por ejemplo, tenemos la seguridad de que en verdad a partir casi de ya las cosas van a ser distintas, ya estamos como pregustando el sabor de la victoria, la alegría que vamos a vivir en lo nuevo que va a comenzar.

Así, podríamos decir, nos sentimos en la mañana de estas vísperas de la navidad, que era como se sentía el anciano Zacarías con la llegada y nacimiento de su hijo, pero sobre todo por lo que se vislumbraba que iba a ser lo nuevo que iba a suceder. Se le había anunciado el nacimiento de un hijo y se le había dado a entender cual era la misión que tendría que realizar. No solo vive la alegría del nacimiento del hijo tan ansiado y esperado, sino el próximo cumplimiento de las promesas que los profetas habían anunciado a lo largo de los siglos.

Cuando ahora ya sus labios se despegan, después de aquel silencio como penitencial que había tenido que vivir por su falta de fe en las palabras del ángel, sus palabras son para bendecir a Dios. No bendice a Dios porque haya recobrado el poder hablar, sino bendice a Dios porque siente que Dios en verdad ha visitado a su pueblo. El pueblo creyente sabía leer su historia y reconocía en su fe, y así lo proclamaba continuamente recordando lo que era la historia de la salvación, que Dios había estado de su parte, se había hecho presente en el caminar peregrino del pueblo por el desierto y muchas veces había sentido su presencia que no le abandonaba, porque aunque una madre pueda abandonar al hijo de sus entrañas, Dios nunca abandona a su pueblo.


Es por lo que ahora Zacarías bendice a Dios. ‘Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas’.

Llegaba el tiempo de la visita de Dios a su pueblo. Aquel niño que acababa de nacer le llamarán ‘profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados’. Ahí está Juan, el precursor del Mesías, como siempre la iglesia lo ha reconocido; profeta y más que profeta, como lo proclamaría el mismo Jesús que de él dirá que no ha nacido de mujer otro mayor que él.

Y a nosotros nos queda ahora, ya en estos momentos ya tan cercanos a la celebración del nacimiento de Jesús, escuchar una vez más la voz del Bautista para preparar los caminos del Señor. Es la visita de Dios a su pueblo lo que vamos a vivir y a celebrar. Ya estamos pregustando la alegría de su venida, de su presencia en medio de nosotros.

Pero cuidado, no nos confundamos, ante los sones de alegría que nos ofrece el mundo para celebrar la navidad. Es otra alegría más hondo, que no se queda en unos alegres cantos que incluso muchas veces pareciera que no tienen nada que ver con aquel nacimiento de Jesús en Belén, de lo que tiene que ser en verdad el nacimiento de Jesús hoy en nuestra vida y en nuestro mundo. No es simplemente una copa la que hemos de levantar para hacer un brindis, no son bonitas palabras con bonitos deseos lo que hemos de pronunciar, son las actitudes nuevas que tiene que haber en nuestro corazón.

Si nosotros tuviéramos que recibir a alguien en nuestro hogar con la mejor hospitalidad, ya buscaríamos formas para que nuestra acogida sea la mejor, para hacernos presentes a su lado en todo momento para que quien nos visita se sienta a gusto con nosotros y en nuestra casa, ya buscaríamos la forma de cómo mejor agradarle y ofrecerle lo mejor que tengamos con los mejores gestos de nuestro amor y amistad.

¿Qué es lo que en verdad estamos haciendo para acoger esa visita de Dios a nosotros, a nuestra familia, a nuestro mundo en esta celebración de la navidad? ¿No tendremos el peligro de entretenernos en cosas que no son tan esenciales y al final terminemos haciendo nuestra fiesta de navidad, pero arrimando a un lado esa presencia de Dios? ¿Sabremos sentir que Dios hoy, ahora, viene a nosotros en esas personas con las que nos podemos encontrar que muchas veces hasta rehuimos? Cuidado no celebremos navidad sin Jesús, navidad sin vivir la presencia de Dios.

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