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martes, 20 de diciembre de 2022

Abramos con confianza nuestro corazón a Dios y en ese silencio interior descubramos el proyecto de Dios que como a María también a nosotros nos pone en camino de salvación

 


Abramos con confianza nuestro corazón a Dios y en ese silencio interior descubramos el proyecto de Dios que como a María también a nosotros nos pone en camino de salvación

 Isaías 7, 10-14; Sal 23; Lucas 1, 26-38

¿Confiamos o no confiamos? ¿Tenemos o no tenemos confianza?  Según en qué, según con quien, según cuándo… y ponemos nuestras pegas, pedimos nuestras pruebas, y aún en las pruebas que pedimos algunas veces también desconfiamos. La vida tendría que estar edificada sobre la confianza, en la vida misma, en las personas de las que nos rodeamos, en las personas con las que estamos, con quienes convivimos, con quienes trabajamos.

Es como podemos vivir, lo contrario sería angustia interior, sería inseguridad, sería falta de paz. Sin embargo aunque nos mostremos recelosos, muchas cosas vamos haciendo con normalidad en la vida que es una muestra de confianza, en el conductor que nos lleva en el autobús, o en el piloto del avión, en el panadero que nos hace el pan o habitualmente con las personas con las que nos cruzamos en la calle, y así en tantas y tantas cosas, a pesar de lo que digamos o lo que pensamos. Es un punto importante en nuestras relaciones.

¿También en nuestras relaciones con Dios? Si decimos que tenemos fe lo hacemos desde una base de confianza, porque es fiarnos de un misterio qee nos supera y nos trasciende, pero también de lo que podemos sentir en nuestro interior en lo que podemos escuchar la voz de Dios. Si oramos a Dios es porque tenemos la confianza de que El nos escucha y accede a cuanto le pedimos.

¿Hasta dónde llega la confianza de nuestra fe? En la rebeldía interior cuando nos aparecen los problemas y las dificultades, el dolor, la enfermedad o la muerte, le reclamamos a Dios y no siempre con la humildad de la confianza. En el sentido que le damos a la vida o el valor que le damos a las cosas muchas veces más que fiarnos de Dios queremos en nuestro orgullo hacerlo por nosotros mismos y a nuestra manera. Cojea en ocasiones esa confianza de la fe, esa confianza en Dios que tendría que convertirse en la obediencia de la fe.

Es la confianza de la fe pero que ha he haber nacido del descubrimiento del amor. Cuando en verdad nos sentimos amados de Dios comenzamos un camino distinto de relación con Dios, un camino distinto de fe y de confianza. No podemos menos que confiar en quien nos sentimos amados. Sepamos, pues, descubrir esas señales del amor. Es lo que de una manera intensa y especial nos disponemos a celebrar en los próximos días de la Navidad.

Hoy queremos aprender de María, que se siente sorprendida por el amor de Dios que la envuelve. Era mujer de fe que de tal manera se había puesto en las manos de Dios que se sentía su esclava, la humilde servidora del Señor. Por eso en ella habrá disponibilidad total porque hay confianza total. Como humana que es, y también en su humildad se siente sorprendida con que Dios quiera contar con ella y no sabe ni cómo va a ser ni hasta dónde tendrá que llegar la disponibilidad de su vida. Por eso ante el misterio que se le revela se turba, que dice el evangelio, se queda pensativa rumiando aquello que el ángel del Señor le está revelando, pero no faltará la paz en su corazón. ‘No temas, María’, le dirá el ángel porque ella es, y así se siente, la agraciada, la regalada por el amor del Señor. Siente sobre sí la mirada del amor de Dios que la ha elegido.

Todo es un misterio de Dios que solo desde la fe, desde la confianza total que pone en la Palabra de Dios que se le está transmitiendo, se es capaz de aceptar, como lo hace María. Su hijo será el Hijo del Altísimo, todo lo que en ella sucede es obra del Espíritu que la envuelve y la llena de nueva vida, comienza con su ‘sí’ un camino de amor y de salvación para la humanidad porque su hijo al que llamará Jesús tiene ese nombre por es el Salvador de todos los hombres. Acepta el plan de Dios, acepta el proyecto de Dios. Un tiempo nuevo va a comenzar por la confianza de María, por la obediencia de la fe de quien es la llena de gracia.

¿Aprenderemos nosotros a confiar?  ¿Habrá en nosotros esa disponibilidad para aceptar lo que sea el plan de Dios para nuestra vida? Porque Dios también quiere contar con nosotros y el sí de nuestra confianza total que le demos a Dios será también camino de vida y salvación para la humanidad. Como a María a nosotros también Dios nos está poniendo en camino; abramos con confianza nuestro corazón a Dios y en el silencio de nuestro corazón descubramos ese proyecto de Dios. ¿Confiamos o no confiamos?

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