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domingo, 18 de diciembre de 2022

Aprendamos a tener ojos de fe y descubrir el designio de Dios para nosotros en el momento que vivimos a partir de la navidad que vamos a celebrar

 


Aprendamos a tener ojos de fe y descubrir el designio de Dios para nosotros en el momento que vivimos a partir de la navidad que vamos a celebrar

Isaías 7, 10-14; Sal 23; Romanos 1, 1-7; Mateo 1, 18-24

Muchas veces decimos que la vida es complicada porque parece que se cruzan muchas cosas que nos lo pone más difícil, que nos ofrece muchas sorpresas que algunas veces nos cambian todos nuestros planes que nos desestabilizan, nos hacen comenzar de nuevo o nos vemos llenos de fracasos porque no conseguimos lo que anhelamos en el momento que lo deseamos. Le echamos la culpa a la vida, al destino o a no sé qué cosas porque todo parece que se nos hace incomprensible.

Pero quien mira la vida con ojos de creyente tiene otra percepción distinta de cuanto nos sucede. Muchas cosas nos hacen daño quizá porque por medio pueden estar la malicia de los hombres o las ambiciones que nos ciegan y con ello a veces nos perjudicamos. Pero más allá de todo eso queremos tener otra mirada descubriendo lo que son los designios de Dios que nos va hablando, que nos va pidiendo respuesta a través de esos mismos acontecimientos. No es un destino irrevocable al que acudimos, sino que sentimos que hay como una invitación de Dios para que ocupemos nuestro lugar, sepamos reaccionar con madurez y pongamos también de nuestra parte lo que pueda hacer más comprensible ese mundo a veces tan revuelto.

Es necesario tener una fe grande, para saber escuchar a Dios en esos momentos que muchas veces se nos pueden volver duros y que pueden crear en nosotros situaciones que se nos hacen difíciles de resolver. Hay que saber tener una serenidad de espíritu, para en medio de todos esos ruidos de la vida también podamos escuchar esa voz de Dios que nos susurra cosas allá en lo secreto de nuestra conciencia y de nuestro corazón. Nos cuesta, podemos sentirnos confundidos en nuestro interior, pero sí hemos de poner confianza de nuestra parte en esa voz va a sonar clara para nuestra vida.

Hoy en el evangelio se nos presenta así un hombre de fe grande. El momento era duro para él porque podían estar brotando muchas desconfianzas en su corazón. Su vida podría verse truncada con aquello que estaba sucediendo, pero él siempre quiso obrar bien no queriendo hacer daño a nadie, aunque muchas cosas fueran incomprensibles para él. María, su prometida, su esposa que era una manera de decir por el compromiso que ya había entre ellos, estaba encinta. Algo duro y fuerte desgarraba su corazón. No sabía lo que sucedía ni lo que debía hacer, pero quiere actuar bien sin hacer daño. Cómo nos precipitamos nosotros algunas veces ante cualquier contratiempo y surge pronta la reacción violenta que genera muchos sentimientos adversos.

José supo hacer silencio en su corazón. En sueños, es una manera de hablar propia del evangelio para señalarnos las manifestaciones de Dios, un ángel le dice que no tema acoger en su casa a su mujer porque lo que de ella va a nacer es obra del Espíritu de Dios. Y se le confía una misión, la misión de padre porque ha de ser quien le ponga nombre el niño que va a nacer. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados’. Y ya el evangelista recuerda - ¿lo habrá recordado también José? – lo anunciado por el profeta, tal como escuchamos hoy en la primera lectura. ‘Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros’.

Se nos presenta este hermoso evangelio en este último domingo de Adviento cuando ya tenemos cercana la Navidad. Es acercarnos al misterio que vamos a celebrar; es disponernos con fe verdadera para vivir hondamente la navidad. Que se despierte en nosotros la fe para poder contemplar y celebrar con hondo sentido el misterio de la Navidad. Ese Niño que contemplaremos nacer en Belén entre las pajas de un establo es el Hijo de Dios, es el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos trae la salvación.

No es una costumbre bonita o una hermosa tradición, no son emociones de recuerdos y añoranzas lo que vamos a celebrar en la navidad. Ya escuchamos decir a mucha gente que la navidad es triste para ellos porque les trae muchas añoranzas, ¿estarán en verdad celebrando la navidad, el nacimiento del Dios que se hizo hombre para ser Dios con nosotros? ¿Se estarán quedando en recuerdos y añoranzas de cenas familiares de otros años con las ausencias que normalmente la vida nos va imponiendo?

Ojalá supiéramos tener la visión de José que en medio de todos aquellos contratiempos que no se acabaron con el hecho de recoger a su mujer, sino que vendría la peregrinación a Belén por el capricho de un gobernador que quería hacer un censo, la huida a Egipto porque Herodes tramaba contra la vida de aquel niño, él supo descubrir el designio de Dios.

Los momentos que vive nuestro mundo no son buenos y parece que todo tendría que ser amargura por las guerras que no se acaban, las pandemias que siguen patentes, las desigualdades que siguen existiendo en el mundo, los problemas sociales y políticos que afectan a tantas naciones, y así podría hacernos una lista poco menos que interminable, pero aun así queremos celebrar Navidad, queremos descubrir los designios de Dios, el plan de Dios que quiere la salvación de nuestro mundo y cuenta con nosotros.

¿Has pensado cuál será el plan de Dios para tu vida a partir de la celebración de esta navidad? Algo que tendríamos que pensar. Qué nos está pidiendo Dios, qué nos estará queriendo decir.

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