Seguimos
tirando en los caminos de la vida destruyendo vidas, poniendo en entredicho la
buena fama de los demás o alegrándonos del mal ajeno, otras tienen que ser
nuestras actitudes
Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62; Sal 22;
Juan 8, 1-11
Una piedra,
una roca, puede ser sólido cimiento de un enorme edificio que podamos
construir; básicamente la piedra era fundamental en la construcción de
cualquier edificio o monumento, porque eran la base de las columnas que
sostenían el edificio, de las paredes con que era construido y así en mil
detalles más incluso en la ornamentación. Pero una piedra podría ser elemento
de destrucción y de muerte como aquella roca que se desprende de la montaña y
echa abajo aquella hermosa figura construida de valiosos metales en el sueño descifrado
por el profeta; elemento de muerte porque un golpe en una piedra o con una
piedra puede quitarnos el sentido y la vida.
A través del
evangelio la imagen de la piedra o de la roca aparecerá con diversos
significados, desde la roca – Pedro, piedra – sobre la que Cristo quiere
edificar su iglesia, o como en el caso que se nos ofrece hoy en el evangelio el
ser apedreado era castigo mortal para quienes eran descubiertos en adulterio.
Es la acusación que traen contra aquella mujer a la que pretendían apedrear en
cumplimiento de la ley de Moisés, pero en la intenciones de quienes vienen con
la acusación contra quien quieren lanzar piedras es contra Jesús porque con
aquel juicio en el que pretendían inmiscuirle estaba la mala intención de ver
como cogerían a Jesús en sus propias palabras y acciones para tener de qué
acusarle.
Jesús, en
este caso lo desbarata todo cuando apela a la sinceridad de la conciencia de
cada uno de aquellos acusadores. ¿Podrían en verdad acusar? ‘El que esté
libre de pecado que tire la primera piedra’, es la sentencia de Jesús
después de tensos momentos de silencio buscando respuestas y actuaciones.
¿Quién puede en verdad sentirse tan justo como que pueda tirar la primera
piedra?
Sin embargo,
seguimos tirando piedras. Aunque el desafía de Jesús nos deja en desazón pronto
lo olvidamos y en la vida de mil manera seguimos tirando piedras, porque
seguimos juzgando y seguimos condenando, seguimos poniendo en entredicho lo que
hacen o lo que dicen los demás o seguimos creando desconfianzas, seguimos con
la palabra malévola dicha en el momento oportuno para crear una confusión o
seguimos ocultándonos detrás de las persianas de nuestras cobardías cuando
vemos algo que realmente es injusto y nada hacemos por denunciarlo o
desbaratarlo, seguimos con la sonrisa maliciosa en la alegría que nos pueda
producir el daño de los demás o seguimos provocando a la gente en aquello que
sabemos que los solivianta pero no para construir cosas buenas sino para mover
quizás muchas veces al alboroto y la violencia porque dicen que a río revuelto
ganancia de pescadores y siempre queremos sacar beneficio hasta de lo que pueda
perjudicar a los demás. Son tantas las piedras que seguimos tirando en los
caminos de la vida destruyendo vidas, poniendo en entredicho la buena fama de
los demás o alegrándonos del mal ajeno.
Jesús quiere
ponernos hoy en sobre aviso. Algunas veces es una pendiente resbaladiza en la
que nos metemos porque vamos de buena voluntad por la vida, pero no miramos
bien las consecuencias de nuestros actos, nuestras palabras, nuestros
comentarios, nuestros gestos, nuestras actitudes. Tenemos que pensarnos bien lo
que hacemos, lo que decimos, los gestos que podamos tener con los demás, para
desterrar toda malicia, toda mala intención, para que sepamos ir por la vida
con una mirada limpia, pero también con una palabra sincera y con muchos gestos
de amor. Que nunca más por culpa nuestra caigan piedras sobre los demás.
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