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viernes, 8 de abril de 2022

Cuando estamos a punto de comenzar las celebraciones de la pasión tendríamos que plantearnos cómo darles autenticidad en medio de la realidad actual que vivimos

 


Cuando estamos a punto de comenzar las celebraciones de la pasión tendríamos que plantearnos cómo darles autenticidad en medio de la realidad actual que vivimos

Jeremías 20, 10-13; Sal 17; Juan 10, 31-42

¿Por qué una misma cosa, en sí misma buena, puede tener diferentes reacciones por parte de quienes tengan que vivir esa realidad? ¿Por qué la luz mientras nos beneficia dando luminosidad al lugar en el que estamos, a otros les molesta porque por ejemplo se sienten deslumbrados? Podríamos pensar en muchas situaciones en este estilo, en las que unos se sienten gratamente, mientras otros están incómodos. O podemos pensar en las personas, que no provocan la misma reacción en quienes tienen contacto entre unos y otros, para unos puede ser motivo de rechazo, mientras otros las aceptan y se sienten complacidos, por ejemplo, de su presencia.

Es lo que provocaba la presencia de Jesús. Ya lo anunció proféticamente el anciano Simeón, que sería signo de contradicción, para que unos u otros caigan o se levanten. Ya Jesús nos pedirá decantarnos, o conmigo o contra mí. Y será la decisión que hemos de ir tomando a cada paso en nuestro seguimiento de Jesús. Incluso los más cercanos a Jesús en ocasiones se sentirán también confusos, porque no terminan de entender las exigencias de Jesús.


Es lo que contemplamos en esta página del evangelio que hoy nos ofrece la liturgia de este día; Algunos habían cogido piedras para apedrear a Jesús. Y al final nos dirá el texto que cuando Jesús se marcha más allá del Jordán donde Juan había estado bautizando, algunos se preguntan sobre Jesús y nos dice el evangelista que allí muchos creyeron en El.

¿Pudiera ser la inquietud y la zozobra que muchas veces se produce dentro de nosotros en nuestros deseos y en nuestros intentos de ser verdaderos discípulos de Jesús? Ahora mismo que nos estamos acercando a los días en que celebraremos la pasión y la muerte de Jesús, pudiera sucedernos como a Pedro, que no lo entendemos, que como Pedro quisiéramos quitar de la cabeza eso del sufrimiento y de la muerte; que mirando la pasión de sufrimiento que hemos estado padeciendo  y que ahora de manera tan intensa se está viviendo en estos tiempos de guerra, nos duele, nos rebelamos, nos hacemos preguntas, hay cosas que no terminamos de entender de esta vida tan llena de odios, ambiciones y sufrimientos.

¿Y cómo encajamos todo esto que estamos viviendo en este mundo con lo que vamos a celebrar? ¿Intentaremos separar y que cada cosa vaya por su lado como si no hubiera relación entre una y otra? ¿Será que no queremos complicarnos la vida? ¿Preferimos quizá ensimismarnos en angélicas celebraciones sin querer sentir el ruido no de los tambores de una procesión sino de los tambores de la guerra? ¿Nos contentaremos con adornar de forma muy bonita y muy artística las imágenes de la pasión de Jesús mientras no queremos ver las imágenes de la pasión de Jesús en aquellos que están sufriendo los horrores de la guerra?

Muchas preguntas, muchos interrogantes pueden surgir dentro de nosotros, pero quizá huimos de ellos. Si alguien se atreviera a hablarnos de esas cosas horribles mientras hacemos nuestras bonitas celebraciones, quizá también saldríamos con piedras en las manos para que no nos digan cosas que molesten nuestros oídos o nuestra sensibilidad.

Podemos tener diversas formas de enfrentarnos a la celebración de la pasión de Jesús que tendremos intensamente en estos días. ¿Cómo tendríamos que vivir con auténtico sentido estas celebraciones en medio de la realidad del mundo que estamos viviendo? Es algo serio que tenemos que plantearnos.

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