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miércoles, 6 de abril de 2022

Sabemos bien de quien nos fiamos, por eso creemos en su palabra para ser sus discípulos y vivir la plenitud de la libertad de los hijos de Dios

 


Sabemos bien de quien nos fiamos, por eso creemos en su palabra para ser sus discípulos y vivir la plenitud de la libertad de los hijos de Dios

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal. Dn 3, 52a y c. 53a. 54a. 55a. 56ª; Juan 8, 31-42

¿Promesas que engatusan? ¿Promesas que estimulan? Seguramente preferimos las segundas. Estamos cansados de promesas. Es la cantinela continua de nuestros dirigentes, pero eso no solo ahora, sino en todos los tiempos. Promesas llenas de engaños, manipulando palabras y sentimientos, haciéndonos creer lo imposible, distorsionando la realidad. Y al final nos sentimos engañados cuando abrimos los ojos de verdad. Por eso nos hemos vuelto desconfiados; pero ya no es solo que no creamos en nosotros, o lo que nos dicen los que están a nuestro lado, sino que esa desconfianza nos puede llevar a temas y asuntos que son verdaderamente trascendentes para nuestra vida, como sería incluso el ámbito de la fe.

Tenemos que saber de quién nos fiamos. Y ya no nos quedamos en las palabras, sino que tratamos de ver la autenticidad de quienes las pronuncian, si hay verdadera congruencia entre lo que nos dicen y lo que es la realidad de la vida. y aquí sí tenemos que decir que sí, que creemos, que nos fiamos, que aceptamos la Palabra de Jesús porque  miramos su vida, porque estuvo dispuesto a dar su vida por esa verdad que proclamaba y al final terminó muriendo en una cruz. De quien da la vida por nosotros nos podemos fiar. Es lo que queremos hacer con el evangelio de Jesús, con la buena noticia que nos proclama Jesús.

Hoy ha comenzado el evangelio diciéndonos: Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’. Fijémonos que está hablando a aquellos que habían creído en El. Y es como una invitación a la confianza, a permanecer en la certeza de esa Palabra que habían escuchado y en la que creían; y quienes creen en Jesús y le siguen son sus discípulos, y el discípulo va a conocer toda la verdad que le enseña su Maestro; el discípulo de Jesús, el que cree y sigue a Jesús, va descubrir la verdadera sabiduría de su vida, va a encontrar la plenitud de su ser, ‘la verdad os hará libres’.

Claro que a continuación de estas palabras de Jesús se va a armar una discusión y un rechazo; pero no serán los que le aceptan y creen en él los que le discutan las palabras de Jesús y los que le rechacen, son aquellos que no quieren creer en Jesús ni en su palabra. Vendrá lo de que si son hijos de Abrahán, que no son hijos de una prostituta, que ellos se sienten libres y Jesús les hará comprender como están cegados y es la mentira la que envuelve su vida, por eso están llenos de pecado.

Jesús ha venido para arrancarnos de ese pecado; Jesús ha venido para quitarnos esa venda de los ojos que nos ciega; Jesús es el que viene en verdad a liberarnos de toda esclavitud; Jesús es el que viene en verdad a engrandecer nuestra vida, no hace grandes porque nos hace hijos de Dios. Pero tenemos que creer en El, fiarnos de su Palabra, dejarnos conducir por su Espíritu, llenarnos de su verdad y de su vida. No tenemos otro camino que Jesús. En El tenemos que creer. Nos sentimos en verdad estimulados con sus palabras para emprender con decisión ese camino de la fe.

Momento, pues, de reafirmar nuestra fe en Jesús. No solo como unas palabras que decimos o que repetimos; es con el convencimiento de nuestra vida, con lo que hemos de dar autenticidad a las palabras que pronunciamos para proclamar nuestra fe. Si antes pedíamos autenticidad en las palabras que nos dicen para creer en ellas, en consecuencia expresemos nosotros esa congruencia de nuestras palabras con nuestra vida para que sea auténtica nuestra fe. Que las palabras con las que proclamamos una fe no vayan por un lado mientras en la realidad de la vida vamos por otros derroteros, bien lejanos de esa fe. Es la sinceridad también con la que nos acercamos a la Pascua.

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