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sábado, 18 de diciembre de 2021

En medio de las zozobras y de los momentos de prueba se ha de manifestar la madurez de nuestra fe para ser capaces de dar el paso adelante que nos pide el Señor como lo hizo José

 


En medio de las zozobras y de los momentos de prueba se ha de manifestar la madurez de nuestra fe para ser capaces de dar el paso adelante que nos pide el Señor como lo hizo José

Jeremías 23, 5-8; Sal 71; Mateo 1, 18-24

Hay situaciones que se nos presentan en la vida que son verdaderas pruebas para nosotros. Una situación inesperada, un cambio de rumbo que hay que tomar dejando muchas cosas queridas a un lado, una estabilidad en la vida a la que nos habíamos acostumbrado pero que de la noche a la mañana todo cambia y nos sentimos totalmente inseguros, algo que parece romper nuestra relación con las personas que amamos por algún acontecimiento o por algo que sucede y que no tiene humana explicación.

Cuando nos vemos en una situación así lo pasamos mal y nos parece que todo el mundo se derrumba bajos nuestros pies. Es difícil enfrentarnos a la situación, es difícil mantener la serenidad y del equilibrio, la equidad del espíritu, es difícil lo que nos parece que es comenzar una vida nueva y de cero.

Pero ahí es donde se manifiesta nuestra madurez, nuestra fortaleza, el sentirnos bien afirmados en unos principios, en no perder la paz del corazón. No sentirnos resquebrajados y seguimos adelante; somos capaces de tener ecuanimidad y con serenidad de espíritu descubrir lo bueno que se nos puede deparar para nosotros incluso de esa situación amarga; como creyentes el saber descubrir lo que es la voluntad de Dios para mi vida y el paso adelante que Dios quizás nos está pidiendo. Y muchas veces, aunque no nos guste o las tratemos de disimular, tenemos que enfrentarnos a situaciones semejantes.

Hoy en el evangelio y en el entorno de Cristo vemos una situación así. Duro tuvo que ser el momento para José; María, su prometida, la que legalmente de alguna manera se podía considerar su esposa, estaba encinta sin haber convivido con él. Amaba a María, era su mujer, no podía entender lo que sucedía, María quizás tampoco se manifestaba porque María sí había comprendido el misterio de Dios que en ella se realizaba, pero era difícil hacerlo entender a otras personas. José, sin querer dañar a nadie, tenía más o menos la decisión tomada; pero aquí aparece el ángel del Señor.

José era bueno y un hombre abierto a Dios; lo que podemos llamar un auténtico creyente; nos da señales de ello. Y siente la voz de Dios en su corazón. ¿En sueños? ¿Un ángel? Dios tiene muchas formas misteriosas de manifestarse, lo que el hombre tiene que estar atento a la voz de Dios para ser capaz de escucharla, aunque muchas sean las tormentas que lleva en su corazón. Es lo que sucedió en José. Y supo escuchar la voz de Dios y a él también se le reveló el misterio; y él supo aceptar de forma madura ese designio de Dios. Y José se llevó a Maria su mujer a su casa.

¿Seremos capaces en medio de nuestras zozobras de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón? Hemos de estar entrenados para ello; tenemos que saber ir abriendo nuestro corazón a Dios cada día hasta en las cosas más pequeñas; podrán venir tormentas fuertes pero estaremos bien anclados en Dios y sabremos tomar la decisión, dar el paso adelante y seguir el camino que se abre ante nosotros. Como lo hizo José, como lo hizo María, como tenemos que hacerlo nosotros cada día.

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