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domingo, 12 de diciembre de 2021

Mira dentro de ti y haz una evaluación de tu fe, tu amor y tu esperanza para encontrar en la venida del Señor el camino de la verdadera alegría



Mira dentro de ti y haz una evaluación de tu fe, tu amor y tu esperanza para encontrar en la venida del Señor el camino de la verdadera alegría

 Sofonías 3, 14-18ª; Sal.: Is 12, 2-6; Filipenses 4, 4-7; Lucas 3, 10-18

¿Tendremos razones y motivos para estar alegres? Todos queremos la alegría, la buscamos, queremos ser felices, queremos arrancar sombras de tristeza en la vida, pero también hemos de reconocer que hay muchas formas; algunas veces nos quedamos en alegrías que son efímeras, ficticias porque no sabiendo en ocasiones cómo encontrarla nos buscamos sucedáneos de la alegría; y hay muchos; y muchas veces se crean confusiones, y tenemos el peligro de parecer alegres pero mantener un deje de tristeza en la vida, que nos cuesta ocultar y no sabemos por qué.

Suelo ser de los que voy pidiendo una sonrisa o haciéndosela despertar a aquellos con los que me encuentro; pero no pueden ser sonrisas forzadas, porque se quedarían en una mueca y no expresan de verdad lo que llevamos por dentro; nos pasa con la alegría, nos pasa con lo que decimos muchas veces que es la felicidad; se nos queda en el rostro como impostada, porque es forzada, porque no es lo que llevamos dentro. Por eso sigo preguntándome ¿tendremos razones y motivos para estar alegres?

Ahora viene Navidad, y decimos que es tiempo para alegría, que todos tenemos que estar alegres, que todos tenemos que hacer fiesta; pero quizás algunos se quedan en una alegría forzada porque detrás comienzan a sacar recuerdos, a traer a colación añoranzas y algunos dicen que para ellos son días tristes.  Como hay que estar alegres, ¿podría sucedernos que estamos haciéndonos una alegría impostada, para la galería y no desentonar, pero no la habremos encontrado? Claro nos buscaremos muchos sucedáneos. ¿Habremos descubierto de verdad lo que tiene que ser la alegría de la navidad? Ya sé que teóricamente podemos decir muchas cosas que nos sabemos, pero no sé si eso que decimos cala en nosotros, deja huella en nosotros y es motivo de esa verdadera alegría.

Hoy sin embargo es el domingo de la alegría. Es la palabra y la invitación que se repite a través de toda la liturgia de este tercer domingo de Adviento. Es casi como un mandato del Señor. Tenemos que estar alegres. Pero como una coletilla al mismo tiempo nos sigue viniendo el pensamiento, pero ¿podemos estar alegres? Y pensamos en tantos sufrimientos en los que nos vemos envueltos, en tantas situaciones difíciles y dolorosas por las que están pasando muchos e incluso nosotros mismos, en el derrotero que lleva nuestra sociedad que no termina de salir de una para meterse en otra como se suele decir.

Pues nos está pidiendo el Señor que sí, que tenemos que estar alegres. La alegría tiene que ser una realidad que llevemos en el corazón y es también una esperanza con la que alentamos nuestra vida. Navidad es presencia de Dios. Y si tenemos a Dios con nosotros ¿qué nos puede entristecer? Porque tener a Dios es tener vida; tener a Dios es sentirnos inundados por su amor; tener a Dios es sentir la fuerza de su presencia porque el camina a nuestro lado, Emmanuel decimos, Dios con nosotros. Tener a Dios con nosotros va a ser un nuevo sentido de vida; tener a Dios con nosotros es tener la seguridad de que podemos vencer de todos esos males que nos acechan.

El profeta invitaba al pueblo a alegrarse y a llenarse de gozo, precisamente cuando los momentos por los que estaba pasando el pueblo no eran nada fáciles, porque con el Señor de su lado tenían asegurada la victoria y podrían iniciar un nuevo camino de paz y de libertad. ‘Gritad jubilosos habitantes de Sión porque es grande en medio de ti el Santo de Israel’, nos sentíamos invitados nosotros también con el salmo.

San Pablo con el mismo sentido invitaba a la alegría a los cristianos de Filipos. Aquella fe que vivía en el Señor era su fuerza y su alegría. Y ellos vivían en medio de un mundo de paganos. ¿No será la alegría verdadera nacida de nuestra fe en lo más hondo del corazón la que tenemos que manifestar en medio del mundo que nos rodea señalándole donde está la verdadera fuente de nuestra alegría?

Es la que nos ayuda a mantenernos firmes a pesar de todos los contratiempos que tengamos que soportar o todas las desgracias y calamidades que nos puedan sobrevenir. Con el Señor nos levantaremos, con el Señor podremos seguir luchando, con el Señor podremos realizar un nuevo mundo. Y esto lo decimos a pesar de que haya una pandemia que haya trastocado muchas cosas en nuestra vida, o a pesar de volcanes destructores que arrasen la vida de muchas personas que se han quedado en la nada. Una alegría nacida de la fe en la presencia del Señor y que nos llena de esperanza.

Por último fijémonos en la figura del Bautista que nos aparece en el evangelio. Predica en el desierto, en la orilla del Jordán, invitando a la conversión a Dios y a un bautismo como signo de purificación para la venida del Mesías y la gente que acudía a él le preguntaba qué es lo que tenían que hacer. Nos presenta el evangelio lo que responde de forma genérica a todos, pero lo que responde en particular a los recaudadores de impuestos y a los soldados. Esa purificación a la que invita con el bautismo en las aguas del Jordán es un desprendimiento de si mismo, para compartir y para vivir con responsabilidad sus funciones. Es el compartir la túnica y es el actuar en justicia y responsabilidad. Quienes son capaces de comenzar a actuar así en su vida comenzarán a sentir paz en el corazón, que es el camino de la auténtica alegría.

        También nosotros nos preguntamos ¿y qué tenemos que hacer? Mírate dentro de tu corazón y no acapares para ti; mira dentro de tu corazón y descubre los caminos de rectitud por los que has de caminar en las responsabilidades de la vida; mira dentro de ti y arranca esas tristezas que se nos meten en el alma cuando nos encerramos en nosotros mismos y no somos capaces de abrir el corazón para que en él quepan los demás; mira dentro de ti y evalúa la intensidad de tu fe para ser capaz de sentir la presencia de Dios en tu vida pase lo que pase; mira dentro de ti y mide la calidad de tu esperanza. Verás entonces en donde encontrarás la verdadera alegría. 

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