Seamos
capaces de entrar en la órbita del amor que incluye también a los enemigos y
rezar por los que hacen el mal, aunque no nos entienda el mundo que nos rodea
2Corintios 8,1-9; Sal 145; Mateo 5,43-48
‘Hacer lo políticamente correcto’, es una expresión que oímos con frecuencia hoy y que
se convierte en algo así como norma de comportamiento para tenernos contentos a
todos. Los políticos han de hacer lo que se considera políticamente correcto
para no salirse del grupo dominante dentro de su formación y aunque quizá en
conciencia se considere que las cosas se deben hacer de otra manera, hay que
contentar al que está en el poder porque si no hago lo políticamente correcto
según consideren esos dirigentes me puede ir mal en mi carrera política. Pero
eso tiene sus influencias en los comportamientos en la vida social y por ese
sentido hacemos lo que la mayoría quiere aunque consideremos que las cosas son
de otra manera o hay que actuar de otra forma.
Y esto es algo que se va contagiando en
nuestra sociedad y en nuestro mundo y pudiera llegar a afectar a nuestra forma
de vivir nuestra fe y nuestro sentido cristiano de la vida. Quizás muchas veces
no damos la cara desde los principios y los valores del evangelio, porque en el
ambiente que vivimos en nuestro entorno son otras las formas de entender las
cosas. Y claro la moralidad de unos actos no se marca por unos votos porque la
mayoría piense que hay que hacer lo contrario.
Tenemos unos valores, tenemos unos
principios que nos ha dejado el evangelio y que quienes creemos en Jesús hemos
de tomar como norma, estilo y sentido de nuestro actuar y muchas veces vamos a
chocar con lo que se piensa alrededor, con la manera de actuar de la mayoría de
los que están a nuestro lado. Y ¿qué hacemos? ¿Lo que políticamente es correcto
porque lo que pretendemos es contentar o agradar a la mayoría?
Las palabras que escuchamos hoy en el
evangelio son de esas cosas que nos dice Jesús que chocan frontalmente con lo
que se vive en torno nuestro. Hoy Jesús nos pide no solo perdonar a los enemigos
sino además rezar por ellos, rezar por los que hacen el mal o por los que nos
hayan dañado. ¿En qué cabeza cabe esto?, pensarán algunos. ¿Cómo voy a rezar
incluso por el que es mi enemigo, o por el que ha cometido tan tremendo crimen,
o por quien me haya podido hacer mal? Y nos ensañamos en la condena, y no veas
todas las cosas que somos capaces de decir y hasta lo que estaríamos dispuestos
a hacer.
Por eso, recordar estas cosas que nos
enseña Jesús en el evangelio entraría dentro de lo que políticamente no es
correcto; y quizás no tenemos la valentía de decirlo, de predicarlo, porque
claro el ambiente que vivimos algunas veces está tan enrarecido que eso va a
provocar la ira de tantos en contra nuestra. Un poco de todo eso está pasando
en estos momentos, y cuando alguien levanta la voz para proclamar claramente el
evangelio es rechazado y hasta condenado. No se entienden estas palabras del
evangelio, no se entiende lo de la misericordia y el perdón, y todos tenemos la
tendencia a dejarnos resbalar por esa pendiente de la condena, de la revancha,
de la venganza. Y en esa tentación podemos caer los cristianos.
No olvidemos que los cristianos tenemos
que remar en la vida muchas veces a contracorriente. No es fácil. No es fácil
que nos entiendan y nos pueden hacer la vida imposible. Pero ya Jesús nos
previno y nos prometió la fuerza de su Espíritu para poder vivir el evangelio y
para proclamarlo delante del mundo.
Es un mandamiento radical el que Jesús
nos deja cuando nos manda amar y amar también a nuestros enemigos. Está en
juego lo que significa el seguimiento de Jesús. Está en juego lo que significa
la construcción del Reino de Dios. ‘Amor al prójimo que incluye al que te
fastidia, al que te odia o te amenaza. Un amor valiente, que reclama y lucha
por la justicia como esqueleto de convivencia y relación. Pero un amor que
supera esa normativa para promover la misericordia y la compasión. Orar por
vuestros enemigos, devolved bien por mal, amad, reconoced al otro como hijo de
Dios, sed compasivos con el que te perjudica, perdonad hasta setenta veces
siete’.
¿Seremos capaces de entrar de verdad en
esa órbita del amor aunque tengamos que ponernos enfrente del mundo que nos
rodea que no llega a entenderlo?
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