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lunes, 14 de junio de 2021

Transformemos la espiral de la violencia en una espiral de amor y de perdón y lograremos un mundo de armonía y de paz donde todos nos sentiremos más felices

 


Transformemos la espiral de la violencia en una espiral de amor y de perdón y lograremos un mundo de armonía y de paz donde todos nos sentiremos más felices

2Corintios 6, 1-10; Sal 97; Mateo 5, 38-42

Transformemos la espiral de la violencia en una espiral de amor y de perdón. No es fácil, pero no es imposible. Desterremos el orgullo y el amor propio. Que malos consejeros son, cómo nos incitan a una respuesta cada vez más fuerte. No nos queremos quedar por vencidos cuando entramos en la espiral de la violencia; seamos capaces de quedarnos vencidos por la espiral del amor.

Es algo que tenemos que transformar en la vida. Aunque vayamos a contracorriente; porque quizás no van entender nuestras actitudes y posturas pacíficas que algunos pueden considerar hasta de cobardes. Pero cobarde soy cuando no soy capaz de levantarme para cambiar el chip, para cambiar el ritmo. La valentía no está en la venganza, eso sería dejarme arrastrar para entrar en la misma espiral de violencia. La valentía no está en la fuerza con la que respondamos, la valentía está en la humildad del perdón y en la grandeza que manifestaré cuando haga cambiar la dirección.

Es lo que Jesús nos quiere enseñar en el sermón del monte que venimos escuchando y lo que de una forma muy concreta nos señala hoy. Nos está anunciando el Reino de Dios y cuando reconocemos que Dios es el único Señor de nuestra vida las cosas tienen que cambiar. Nos pide un estilo nuevo de vivir, porque tenemos algo que nos dará sentido profundo a nuestra vida, el amor.

Ya nos señalará Jesús en otro momento a que seamos compasivos y misericordiosos como compasivo y misericordioso es el Señor. Quienes le seguimos tenemos que romper moldes porque entramos en la órbita del amor, entramos en una nueva dimisión en la que vamos a sentirnos hermanos de todos. Pero eso es algo más que una palabra, significaran unas actitudes nuevas en nuestro corazón, una nueva manera de actuar en nuestra vida. La venganza no será ya nunca la respuesta que demos a la violencia que podamos encontrar en los demás.

Y esto ha de manifestarse en los pequeños gestos de la vida cotidiana, lo que es la relación de unos y otros en el devenir de cada día. Son esos momentos de los pequeños roces que nos hacen chirriar en nuestra vida. La máquina para que no haya un roce que chirríe necesita de un engrasado especial. Es lo que necesitamos nosotros, empaparnos del sentido del amor. Y entonces estaremos siempre dispuestos a vencer cualquier gesto o actitud de mal o de violencia que recibamos pero con el engranaje del amor.

‘No hagáis frente al que os agravia’, nos dice. Si a aquel que nos ha agraviado respondemos nosotros en el mismo sentido pero con más fuerza porque no nos queremos quedar a menos, iremos provocando esa espiral de violencia que cada vez va a más; son tantas discordias que vemos en la vida y en las que nos vemos envueltos tantas veces; pequeños roces entre familiares o vecinos que por no haber sabido poner por medio a tiempo la palabra y el gesto del perdón, vemos sin embargo que se crecen y hasta se transmiten de generación en generación.

Pero si ha ese agravio respondemos con una actitud distinta, no haciéndole frente sino con la mano tendida del perdón, la otra persona se va a ver descolocada porque no puede seguir en la locura de su violencia y de su orgullo, y es la mejor victoria que podemos obtener rompiendo esa espiral en la que nos veríamos envueltos.

Escuchemos con atención esos pequeños detalles que Jesús nos ofrece y lograremos un mundo de amor y de paz, que tanto necesitamos.

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