Algo nuevo quiere realizar Jesús porque quiere crear una
nueva comunidad donde tanto es nuestro amor que nos sentiremos siempre hermanos
y podremos llamar a Dios Padre
Ezequiel 33, 7-9; Sal 94; Romanos 13, 8-10;
Mateo 18, 15-20
‘Yo no me meto en
la vida de nadie, allá él’, ‘cada uno que se las arregle como pueda, yo tengo
bastante con lo mío’…
Cosas así escuchamos todos los días, cosas así pensamos nosotros algunas veces.
Porque esa tentación a la insolidaridad está muy presente en la vida. Es una
manera de entender la vida, o mejor dicho, es una manera de no haber entendido
el sentido de la vida.
Creemos que podemos
ser felices por nosotros mismos, nosotros solo sin contar con nadie, pero
aunque tengamos momentos en que lleguemos a decir que lo pasamos muy bien sin
tener que contar con los demás, al final nos damos cuenta que la felicidad no
es completa. Querer vivir la vida en soledad, porque nos encerramos en nosotros
y no queremos contar con nadie es no haber terminado de entender el sentido de
la vida.
Son razones de la más
honda humanidad las que nos tendría que hacer encontrar el verdadero sentido de
la vida. Y en esto los seguidores de Jesús tendríamos que ser especialistas.
Sí, digo bien, especialistas, porque Jesús nos ha dejado el amor a los demás
como nuestro distintivo. Y si amamos a los demás, al menos tal como nos amamos
a nosotros mismos aunque el amor cristiano tiene una sublimidad mayor porque la
imagen del amor la tenemos en el amor que Cristo nos tiene, si amamos a los
demás, repito, no podemos aislarnos ni desentendernos de los demás. Es lo que
nos quiere decir hoy Jesús.
Nuestro vivir tiene
que estar fundamentado en esa comunión de amor; y cuando hay esa comunión de
amor todo cuanto afecte al otro me afecta a mí y lo siento como algo mío
también. Por eso hoy nos habla Jesús de ayudarnos mutuamente en ese camino de superación
que toda persona ha de recorrer; y ayudarnos es estar al lado del hermano en
sus luchas y batallas de crecimiento y superación, ayudarnos es hacernos ver
las cosas con una visión distinta, porque eso somos capaces de corregirnos
mutuamente señalándonos aquello que vemos que tendría que cambiar o que
superar; y ayudarnos es ser comprensivos con los demás en sus debilidades tanto
que estamos dispuestos siempre a perdonar, porque perdonar es estimular al otro
a que se corrija o que haya las cosas bien.
Cuántas oportunidades
tenemos cuando hay verdadero amor pero cuando lo hacemos con la humildad de
quien se siente débil también y reconoce que tropieza mil veces también en la
misma piedra. No es fácil, porque todos tenemos nuestro amor propio y nuestros
orgullos; por eso costará aceptar lo que el otro me diga, pero me costará
también el acercarme de manera humilde y llena de amor al otro, no para
imponer, sino para ayudar; con qué
facilidad afloran nuestras violencias y malos modos en gestos y palabras, en la
manera de hacer las cosas para los demás.
Algo nuevo quiere
realizar Jesús en nosotros, unos nuevos lazos de comunión que nos hagan vivir
en el amor verdadero. Por eso ya nos va previniendo en los distintos momentos
del evangelio de que nuestras actitudes, nuestras posturas, nuestras relaciones
con los demás tienen que ser distintas. Una sinceridad y una autenticidad en la
vida, una apertura del corazón a los demás donde nadie puede quedar excluido,
por eso nos dirá que tenemos que amar incluso a los enemigos y rezar por los
que nos odian o hayan hecho mal. Tendremos que aprender a hacernos los últimos
y los servidores de todos, de manera que no caben las imposiciones ni las
exigencias a los demás creyéndonos ni mejores ni superiores a los otros. Ahí
estará nuestra grandeza.
Será grande la
preocupación que siente Jesús por los que le siguen para que vivan en la unidad
y nada nos distancie ni nos separe, porque sería un contra testimonio contra el
amor y la comunión que tenemos que vivir. Por eso nos enseñará a permanecer
unidos no simplemente como un recurso psicológico de aquello de que la unión
hace la fuerza, sino que la grandeza de nuestra vida estará en esa comunión que
vivamos con los demás.
Y nos enseñará que
nuestra relación con Dios, que tiene que ser muy personal y auténtica, al mismo
tiempo ha de tener también ese sentido de comunión, de modo que cuando nos
reunamos y pidamos algo al Padre en su nombre el Padre nos lo concederá. No
tendrá nunca sentido que nos atrevemos a llamar a Dios Padre, como nos enseña en su modelo de oración, si no
vivimos en comunión con los demás.
Sí, algo nuevo quiere
realizar Jesús en nosotros porque quiere crear una nueva comunidad donde tanto
es nuestro amor que nos sentiremos siempre hermanos, donde podremos llamar a
Dios Padre porque miramos siempre a los demás como hermanos.
Claro que las
preguntas comienzan a rondar en nuestro interior. ¿Será así cómo nosotros
amamos? ¿Qué señales de comunión estoy dando cada día porque siento cuanto
sucede a los demás como algo mío también? ¿Será esa la imagen de Iglesia que
nosotros ofrecemos al mundo?
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