Diferentes
perspectivas nos pueden llevar a un mundo airado y de enfrentamiento pero
sepamos aunar nuestra visión para ver cuánto de bueno podemos hacer
Oseas 8, 4-7. 11. 13; Sal 113; Mateo 9,
32-38
Pudiera sucedernos que estuviéramos
contemplando la misma cosa, el mismo hecho, pero no estuviéramos viendo lo
mismo. La perspectiva desde donde lo miremos nos cambia el ángulo de visión y
uno podrá estar viendo una lado que el otro no ve; esto que desde esa visión
natural, desde esa perspectiva natural parece no tener mucha importancia sin
embargo ante los acontecimientos de la vida, el actuar que los hombres vamos
haciendo en la historia puede hacernos dar un cambio de visión mucho más
radical.
Nuestras perspectivas pueden ser las
ideologías, nuestra manera de pensar o de la forma que tenemos de ver las
cosas, nuestros intereses particulares, los prejuicios que tengamos de antemano
y de los que no nos liberamos tan fácilmente motivan esas diferentes maneras de
ver la vida y hasta los enfrentamientos que podemos tener. No digamos nada
cuando entran en juego nuestras opciones políticas, o cuando entran en juego
nuestras expectativas económicas con todos los intereses asociados.
Hoy contemplamos en el evangelio como
han llevado a un hombre poseído por un espíritu maligno que le impedía hablar. Jesús
le libera de su mal y aquel hombre comienza a hablar; pero aquí vienen las
distintas reacciones, mientras la gente sencilla que hay contemplado el hecho
alaba y bendice al Señor por las maravillas que realiza Jesús, por su parte los
fariseos llenos de malicia que no quieren admitir la obra de Dios en lo que Jesús
realiza blasfeman diciendo que Jesús ha expulsado el espíritu maligno por obra
del príncipe de los demonios. La gente sencilla que tiene el sentido de Dios
sabe descubrir las maravillas del Señor, pero quienes tienen lleno su corazón
de malicia y maldad todo lo verán desde la negrura de su espíritu.
Nos hace falta esa mirada limpia,
necesitamos quitarnos esas lentes que nos ponemos en la vida y que nos
distorsionan lo que vemos. Cuando nos pasa en nuestras relaciones con los
demás, cómo nos cuesta aceptar lo bueno que hace el otro, siempre parece que
tenemos que poner una objeción pero impulsados quizá por la malicia y la
desconfianza que hay en el corazón. Son los enfrentamientos y las luchas que
tenemos en la vida de cada día, es el que no querer respetar lo bueno de los
otros, es el creemos tan engreídos que nosotros solos sabemos hacer las cosas y
los demás no saben, es el espíritu desconfiado que nos lleva a la destrucción y
a la ruptura, porque son las rupturas que nos creamos entre nosotros, los
distanciamientos y la malicia que ponemos en nuestro corazón.
Y cuidado nos contagiemos de ese virus,
porque vivimos en la sociedad en una continua tensión y las violencias se nos
meten fácilmente en nuestras palabras y en nuestros gestos. Pareciera que
tenemos que estar siempre airados y gritándonos unos a otros, no sabemos tener
serenidad en nuestro espíritu para hacer las reclamaciones que quizá tenemos
que hacer, porque es lógico que en la sociedad queramos las cosas mejor, pero
seamos capaces de ver también los puntos de vista de los demás, busquemos el
diálogo y el encuentro, pero desde la ira y la violencia difícilmente podremos
llegar a ese necesario entendimiento que necesitamos en nuestra sociedad.
El evangelio de hoy nos daría para más
consideraciones porque cuando Jesús ve aquella multitud que le busca y que le
sigue, que se encuentran desorientados y como ovejas sin pastor nos está
pidiendo que no nos podemos cruzar de brazos ni quedarnos solo en
lamentaciones. Es nuestra tentación y la manera fácil que tenemos muchas veces
de actuar, quedarnos en llantos y lamentaciones.
Nos enseña a rogar al dueño de la mies
que envíe operarios a su mies, pero nos pide también que nos arremanguemos y
nos pongamos manos a la obra, que seamos capaces de ir al encuentro de los
demás con nuestro mensaje de paz y que busquemos ese entendimiento y esa armonía
que tanto necesitamos para entre todos hacer que nuestro mundo sea mejor. Que
vayamos encontrando esa perspectiva, como decíamos al principio, donde veamos
lo bueno que podemos hacer, el respeto a la acción de los demás y la
colaboración que a todos nos enriquece.
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