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sábado, 16 de mayo de 2015

Se derrama sobre nosotros la ternura de Dios que nos ama y nos hace hijos en el Hijo, en Jesús

Se derrama sobre nosotros la ternura de Dios que nos ama y nos hace hijos en el Hijo, en Jesús

Hechos,  18,23-28; Sal 46; Juan 16, 23b-28
Cuando uno ve en la vida que alguien a quien uno quiere y aprecia mucho es también querido y apreciado de manera especial por otra persona que se desvive por él, lo ayuda, lo cuida, lo protege, hace lo que sea por ese ser a quien nosotros queremos tanto, surge también en nuestro corazón como un cariño especial por esa persona que hace tanto por quien uno quiere. El amor y el cariño provocan más amor y más cariño y así se va extendiendo de unos a otros como contagiándose de esa ternura. Amamos también a aquellos que aman y quieren a los que nosotros queremos y apreciamos.
Me surge este pensamiento y reflexión escuchando el evangelio de este día. Nos manifiesta la ternura de Dios que se derrama más y más sobre nosotros en la medida en que nosotros creemos y amamos a Jesús. Dios que nos ama desde siempre y por nosotros mismos podríamos decir que derrocha aun más su ternura sobre nosotros por el amor que le tenemos en Jesús. Nos ama en Jesús y por eso nos quiere iguales a Jesús haciéndonos a nosotros también hijos.
Qué agradecidos tendríamos que estar al amor que Dios nos tiene que revierte en nosotros haciéndonos capaces de más y más. Amamos a Jesús y creemos en El y ese amor se crece en nosotros para ser capaces de amar también a los demás con un amor como el que nos tiene el Señor, como el que nos tiene Dios nuestro Padre.
En ese amor con qué confianza podemos acercarnos a Dios,  porque sabemos así que siempre nos escucha. Por una parte tenemos a Jesús, nuestro Mediador, que intercede por nosotros, pero tenemos el amor del Padre que siempre nos escucha. ‘Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará’, nos dice Jesús; ‘pedid y recibiréis para que vuestra alegría sea completa’ termina diciéndonos.
Pero hay algo más que merece nuestra consideración en este evangelio y además en el día concreto que lo estamos escuchando, vísperas de la fiesta de la Ascensión del Señor. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre’. Como decimos escuchamos estas palabras de Jesús en la víspera de su Ascensión. Vuelve al Padre, pero no nos deja solos. Repetidamente le hemos escuchado la promesa del Espíritu que nos enviará desde el Padre. ‘Conviene que yo me vaya, porque si no, no vendrá a vosotros el Espíritu de la Verdad’, nos había dicho.
Pero con Jesús nosotros queremos ascender. Mañana lo contemplaremos con mayor amplitud. Pero es nuestro deseo, estar con El. Nos promete que vendrá y nos llevará con El. Pero queremos levantarnos, queremos mirar a lo alto, queremos ascender en la vida. Hemos pedido hoy en la oración que se muevan nuestros corazones para buscar y hacer siempre el bien para que ‘tendiendo sin desfallecer hacia lo mejor, alcancemos vivir también en la eternidad los bienes del misterio pascual’. Busquemos siempre lo mejor, tengamos deseos de eternidad, que podamos disfrutar un día en plenitud de los bienes del misterio pascual.

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