Que no se debilite ni tambalee nuestra fe, porque siempre estemos abiertos a la Sabiduría del Espíritu
Hechos, 16,11-15; Sal
149; Juan
15,26-16,4a
‘Os he hablado de
esto, para que no se tambalee nuestra fe’. Y nos habla Jesús del testimonio que hemos de dar
muchas veces en un mundo adverso; pero nos habla Jesús del ‘Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, y que dará testimonio de
Mí’. Nos anuncia que con nosotros estará siempre la fortaleza del Espíritu
Santo.
‘Para que no se
tambalee nuestra fe’.
Muchas veces nos sucede o nos puede suceder. Por una parte serán los problemas
que nos irán apareciendo en la vida, los dolores y sufrimientos de todo tipo
que van marcando nuestro cuerpo con la enfermedad y las limitaciones o nuestro
espíritu que se nos llena de dudas; será ese mundo adverso, como decíamos, en
donde vamos a encontrar oposición a ese testimonio que hemos de dar o que nos
puede llevar incluso a la persecución; o será la frialdad o la rutina que se
nos va metiendo en el alma y hace que nuestra espíritu decaiga y se debilite,
se tambalee nuestra fe.
Nos cuesta muchas veces; nos llenamos de dudas; aparece
la tentación de mil maneras y nuestra vida se puede ir oscureciendo cuando le
falta la luz y la fortaleza de la fe. Jesús quiere prevenirnos para que estemos
atentos, vigilantes porque como nos dirá san Pedro en su carta, el león anda
rondando a nuestro alrededor buscando a quien devorar.
Y la fortaleza de nuestra fe la tenemos en el Espíritu
del Señor que nos acompaña, se hace presente en nuestra vida. Como decimos
tantas veces tenemos que fortalecer nuestra espiritualidad. ¿Y qué es
fortalecer nuestra espiritualidad sino llenarnos del Espíritu del Señor? Quizá
ese crecimiento espiritual lo podemos traducir en fortalecer e intensificar
nuestra oración, en cultivar nuestro mundo interior, en abrir no solo nuestros
oídos sino especialmente nuestro corazón a la Palabra de Dios, en la vivencia
intensa de la vida sacramental. Pero todo eso no es otra cosa que abrirnos al
Espíritu, dejarnos conducir por el Espíritu, sentir la presencia del Espíritu
de Dios en nosotros.
Ese es el crecimiento de nuestra espiritualidad. Porque
nuestra espiritualidad cristiana está fundamentada en el Espíritu Santo. No es
solo que nos hagamos más reflexivos y rumiemos cada vez más lo que nos va
sucediendo. Eso está bien y tenemos que hacerlo, pero no lo hacemos por
nosotros mismos, lo hacemos guiados por
el Espíritu divino que es nuestra Sabiduría y nuestra fortaleza. No es solo
nuestro espíritu, esa profundidad que queremos darle a nuestro corazón, sino
que es la fuerza del Espíritu Santo que Jesús nos ha prometido.
Que no se debilite ni tambalee nuestra fe, porque
siempre estemos abiertos a la acción del Espíritu divino en nosotros, a la
Sabiduría del Espíritu.
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