Vistas de página en total

lunes, 11 de mayo de 2015

Que no se debilite ni tambalee nuestra fe, porque siempre estemos abiertos a la Sabiduría del Espíritu

Que no se debilite ni tambalee nuestra fe, porque siempre estemos abiertos a la Sabiduría del Espíritu

Hechos,  16,11-15; Sal 149; Juan 15,26-16,4a
‘Os he hablado de esto, para que no se tambalee nuestra fe’. Y nos habla Jesús del testimonio que hemos de dar muchas veces en un mundo adverso; pero nos habla Jesús del ‘Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, y que dará testimonio de Mí’. Nos anuncia que con nosotros estará siempre la fortaleza del Espíritu Santo.
‘Para que no se tambalee nuestra fe’. Muchas veces nos sucede o nos puede suceder. Por una parte serán los problemas que nos irán apareciendo en la vida, los dolores y sufrimientos de todo tipo que van marcando nuestro cuerpo con la enfermedad y las limitaciones o nuestro espíritu que se nos llena de dudas; será ese mundo adverso, como decíamos, en donde vamos a encontrar oposición a ese testimonio que hemos de dar o que nos puede llevar incluso a la persecución; o será la frialdad o la rutina que se nos va metiendo en el alma y hace que nuestra espíritu decaiga y se debilite, se tambalee nuestra fe.
Nos cuesta muchas veces; nos llenamos de dudas; aparece la tentación de mil maneras y nuestra vida se puede ir oscureciendo cuando le falta la luz y la fortaleza de la fe. Jesús quiere prevenirnos para que estemos atentos, vigilantes porque como nos dirá san Pedro en su carta, el león anda rondando a nuestro alrededor buscando a quien devorar.
Y la fortaleza de nuestra fe la tenemos en el Espíritu del Señor que nos acompaña, se hace presente en nuestra vida. Como decimos tantas veces tenemos que fortalecer nuestra espiritualidad. ¿Y qué es fortalecer nuestra espiritualidad sino llenarnos del Espíritu del Señor? Quizá ese crecimiento espiritual lo podemos traducir en fortalecer e intensificar nuestra oración, en cultivar nuestro mundo interior, en abrir no solo nuestros oídos sino especialmente nuestro corazón a la Palabra de Dios, en la vivencia intensa de la vida sacramental. Pero todo eso no es otra cosa que abrirnos al Espíritu, dejarnos conducir por el Espíritu, sentir la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.
Ese es el crecimiento de nuestra espiritualidad. Porque nuestra espiritualidad cristiana está fundamentada en el Espíritu Santo. No es solo que nos hagamos más reflexivos y rumiemos cada vez más lo que nos va sucediendo. Eso está bien y tenemos que hacerlo, pero no lo hacemos por nosotros mismos, lo hacemos guiados  por el Espíritu divino que es nuestra Sabiduría y nuestra fortaleza. No es solo nuestro espíritu, esa profundidad que queremos darle a nuestro corazón, sino que es la fuerza del Espíritu Santo que Jesús nos ha prometido.
Que no se debilite ni tambalee nuestra fe, porque siempre estemos abiertos a la acción del Espíritu divino en nosotros, a la Sabiduría del Espíritu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario