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domingo, 17 de mayo de 2015

Ascendamos con el Señor al cielo mirando a la tierra y realizando la ascensión en nosotros y en ese mundo al que somos enviados

Ascendamos con el Señor al cielo mirando a la tierra y realizando la ascensión en nosotros y en ese mundo al que somos enviados

Hechos, 1, 1-11; Sal. 46; Efesios 1, 17-23; Marcos 16, 15-20
‘Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista... miraban fijos al cielo, viéndole irse, y se les presentaron dos hombres vestidos de blanco…’ Así con toda sencillez, pero si observamos bien con palabras cargadas de sentido apocalíptico, nos narra Lucas el misterio de la Ascensión que hoy estamos celebrando.
‘Miraban con los ojos fijos al cielo viéndolo irse’ nos narra el autor sagrado; pero en el mismo momento ‘se les presentaron aquellos dos hombres vestidos de blanco’ que les hacen mirar hacia la tierra, poner los ojos bien en la tierra que pisan porque es el mundo que también hemos de hacer ascender, hacer participar del misterio de la Ascensión. ‘Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?’
Si lo unimos al relato que nos hace Marcos, al que hoy hemos escuchado en el final de su evangelio, nos daremos cuenta plenamente de su sentido. Mirar al suelo, si, mirar la tierra que pisamos, mirar el mundo en el que vivimos, mirar a los hombres nuestros hermanos que nos rodean porque a ellos tenemos que ir a hacer un anuncio también de Ascensión. ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación’. A ese mundo, a esa tierra, a esa sociedad, a esos hombres tenemos que anunciarles la Buena Noticia, una Buena Noticia de Salvación,
La Ascensión del Señor que hoy estamos celebrando es la culminación de la Pascua. Es el Señor. Dios lo ha glorificado resucitándolo de entre los muertos. ‘Subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso’, confesamos en el Credo. Es algo fundamental de nuestra fe y algo que se ha de manifestar en lo que es nuestra vida cristiana. Una vida de Ascensión, para nosotros y para nuestro mundo.
Por eso en la Ascensión recibimos una misión. ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación’. ¿Cómo hemos de hacer ese anuncio? ¿Cómo vamos a realizar nuestra propia Ascensión y la Ascensión de nuestro mundo? Porque recibir y anunciar esa Buena Noticia de Salvación es para que vivamos esa salvación, esa gracia del Señor.
Jesús nos da unos signos. Unas señales en las que nos quedamos muchas veces en la literalidad de las palabras buscando milagros que no son precisamente los que el Señor quiere realizar en nuestra vida. ‘A los que crean, les acompañaran estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos’. Y a continuación nos dice el evangelista que ‘Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban’. ¿Qué significarán esas palabras de Jesús? Reflexionemos.
¿Qué es realmente lo viene a realizar Jesús en nosotros y en nuestro mundo con su salvación? La salvación viene a arrancarnos del mal no dejando que nada ni nadie sea señor de nuestra vida. Con la salvación de Jesús se viene a vencer el mal y al espíritu del mal. Nos ofrece el Señor su perdón, pero eso significa cómo arranca de nosotros el mal, el pecado. ‘Echarán demonios en mi nombre’, en el nombre del Señor tenemos la victoria sobre el mal porque Jesús viene a traernos el perdón para nuestros pecados. Es lo que tenemos que hacer, en nosotros y en los demás. Es la Buena Noticia para nosotros y la Buena Noticia que tenemos que anunciar.
A un mundo roto y dividido nosotros anunciamos caminos de amor y de comunión. En la medida en que vamos logrando esa comunión entre todos porque nos amemos más, porque sepamos aceptarnos, porque desterremos los odios y las envidias, porque rompamos las cadenas de la insolidaridad creando la espiral del amor, estaremos levantando a nuestro mundo, estaremos poniéndolo en caminos de ascensión.
Nada ha de separarnos. La confusión de las lenguas en Babel fue la señal de esa ruptura de la comunión de la humanidad; el ser capaces de entendernos porque hablemos el lenguaje donde todos nos entendamos - hablarán lenguas nuevas - es el signo de la nueva comunión que ha de haber entre nosotros.
El espíritu del maligno, la tentación del mal estará acechándonos por todas partes.  Cuanta injusticia, cuanta mentira, cuanta corrupción nos rodea y nos tienta por todas partes. Pero si estamos vigilantes para no dejarnos emponzoñar por ese mal que envenena nuestros corazones estaremos dando señal de que con Cristo podemos vencer la tentación, superar ese mal, hacer un mundo más justo y mejor. Como nos dice Jesús ‘y si beben un veneno mortal, no les hará daño’. Con Jesús tenemos la mejor medicina que es su gracia para que el mal no corrompa nuestros corazones. Es un camino de ascensión para nosotros y para nuestro mundo.
Sí, tenemos que ir logrando esa ascensión para nuestro mundo, ese mundo que nos rodea lleno de dolor y de sufrimientos de todo tipo. Ahí tenemos que ser bálsamo que alivie, medicina que cure a tantos corazones doloridos, pero también a tantos cuerpos atormentados por el dolor. Misioneros de la compasión y de la misericordia tenemos que ser en medio de nuestro mundo lleno de dolor. Allí donde pongamos consuelo con nuestra palabra, nuestra presencia, nuestra sonrisa, nuestra mano tendida estaremos haciendo ascensión. Es la tarea que nos confía el Señor. ‘Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos’, que nos decía el Señor.
Celebramos la Ascensión; ascendamos con el Señor al cielo, pero miremos a la tierra y vayamos realizando esa ascensión en nuestros hermanos, ese mundo al que somos enviados. Es la gran fiesta de la Ascensión que tenemos que celebrar. Es la gran fiesta de la Ascensión que tenemos que anunciar. ¡Cuánto tenemos que hacer! No nos quedamos plantados mirando al cielo. Miramos, sí, al cielo, pero caminamos con los pies en la tierra haciendo ascensión para nuestro mundo.

¿Notará el mundo que nos rodea ese anuncio del evangelio acompañado por esos signos que nos permite realizar el Señor? ¿Estaremos siendo en verdad signos de Ascensión?

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