Los creyentes en Jesús hemos de tener en nuestro corazón unas actitudes buenas que construyan unidad y comunión
Hechos de los apóstoles 22, 30; 23, 6-11; Sal 15; Juan 17,
20-26
‘Padre santo, no sólo por ellos
ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que
todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en
nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado’. Ruega Jesús por todos los que
crean en su nombre y ruega por la unidad. Un signo grande e importante para la
credibilidad de los creyentes. ‘Para que
el mundo crea que tu me has enviado’, que dice Jesús.
La imagen modelo y referencia de nuestra unidad la
unión intima y profunda que hay en el misterio de Dios. ‘Para que sean uno,
como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente
uno…’ Así tiene que ser la unidad de
todos los que creemos en Jesús. Nos une una misma fe, nos une un mismo amor;
unidos a Cristo no solo nos sentimos unidos a Dios sino que tenemos que sentirnos
en profunda unidad entre nosotros.
Cuando escuchamos estas palabras de Jesús pensamos en la necesaria
unidad de todos los cristianos, en la unidad de la Iglesia en una única Iglesia
de Cristo. Y oramos por la unidad. Para que el mundo crea, como nos dice Jesús.
Cuánto tenemos que orar y trabajar por esa unidad, comenzando por
comprendernos, escucharnos, no enfrentarnos sino tratar de caminar juntos para
que en verdad Cristo sea nuestro único pastor.
Pero tenemos que comenzar por tener en nuestro corazón esas actitudes
buenas que busquen siempre la unidad y la comunión. Y esto tiene que
manifestarse en el día a día de nuestra vida con aquellos con los que
convivimos, con los que están más cerca de nosotros, con aquellos con los que
nos vamos tropezando todos los días en el ámbito de nuestra vida social.
Ahí cada día tiene que manifestarse en cómo tratamos a los que están
cerca de nosotros, en nuestra comprensión, en nuestra capacidad de perdón, en
nuestra búsqueda de diálogo, en la sencillez y humildad de nuestro trato. Cosas
sencillas de cada día, pero que muchas veces nos cuestan; primero vemos los
defectos que las virtudes y los valores, y ya ponemos una actitud de rechazo
dentro de nosotros; prontos estamos en cada momento para saltar y reaccionar ante
lo mínimo que nos puedan hacer o decir y no somos capaces de ser pacientes, de
perdonar y olvidar. Y se rompen nuestras relaciones familiares, se crean
tensiones entre los amigos, creamos distancias fácilmente de los que están a
nuestro alrededor.
Decimos que queremos hacer un mundo mejor, pero desgraciadamente
sembramos casi sin darnos cuenta - algunas veces dándonos cuenta también -
semillas de desunión, de desamor, de insolidaridad. Así no haremos un mundo
mejor. Cambiemos esas actitudes del corazón y busquemos siempre lo bueno,
hagamos lo bueno, sembremos amor, creemos lazos de amistad que no se rompan,
construyamos la unidad.
Ahí, en los más cercanos, nuestra unión y comunión será también un
signo de nuestra fe en Jesús. El ora por nosotros para que podamos ser ese
signo comunión frente al mundo. Oremos nosotros también para alcanzar la gracia
del Señor que nos ayude a alcanzarlo.
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